viernes
0 y 6
0 y 6
Así como usted se ha acostumbrado a darme respuesta teniendo por encabezado una pregunta, me acojo a su estructura y paso a desarrollarla de la misma forma: ¿Quiere casarse conmigo de forma literaria?
No han sido pocas las veces que he pensado que no hay otro lugar que me permita ser más reflexivo y franco que su espalda, compuesta de esos lunares en forma de archipiélagos exóticos. Ayer no más, pensé que no era necesario levantar una cuarentena, siempre y cuando me dijera que me ama con más de un alma y con la misma intensidad que yo espero no medir para dejar constancia que tengo, más que el corazón abierto, la terquedad de que nos respiremos como si fuéramos lo único esencial en esta vida.
Amarla de forma literaria, casarnos de esa forma, tiene que ver con estas líneas dictadas por el sueño de la madrugada. Yo a usted la conocí entre lecturas, cuando era de noche y no queríamos dormir porque hacía calor y teníamos el mar al lado y entre usted y yo había palabras y pretextos para congregarnos, para hablar bajito, casi al oído, hasta besarnos como lo hacen quienes se quieren amar. Desde ahí, todo se hizo fantástico y en parte no dormía por usted, por verla a usted, por abrazarla a usted, por leerle a usted; y tampoco dormía porque uno con el mar cerquita no puede dormir. Con usted al lado no es necesario cerrar los ojos para soñar porque es mejor dejarlos abiertos, tener el sueño a la mano y dialogar con él, para preguntarle cosas y no despertarse inquieto, con dudas. Yo no quiero volver a despertar con dudas de amor, yo quiero seguir durmiendo muy cerca de su corazón y de los besos repentinos que en las noches se fugan mientras por la ventana se nos vienen los amaneceres con sabor a café.
Casarse de forma literaria es como decir que nos vamos de paseo a la Atlántida o que queremos perdernos en el mismo barco de Eneas o de Ulises, atracar en la Isla de Gilligan o viajar incondicionalmente en una embarcación de Conrad o de Stevenson.
Si usted quiere amarme con esa fuerza, yo me hago responsable de amarla con la misma intensidad que siempre he deseado. Ya no quiero amar a medias ni a escondidas, ni mucho menos con ese miedo infantil que se compara con el afecto dado y con el recibido. Le entrego mi vida, mis palabras, mis historias y unos cuantos libros que nos servirán al instante para llegar al cielo como si navegáramos en un caballito de mar.
Y cuando despertó, la cuarentena todavía estaba ahí y la cama apenas tenía un cuerpo sin mar