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Columnistas | PUBLICADO EL 10 septiembre 2020

Confiar en las bibliotecas

Por Diego Aristizábaldesdeelcuarto@gmail.com

Resulta que a raíz de lo enrarecidas que estarán las elecciones este año en Estados Unidos, de que es muy posible que ni el Presidente ni el Congreso ni el servicio Postal harán lo necesario para garantizar la integridad de las elecciones, las bibliotecas públicas son las llamadas a brindar confianza y transparencia en el proceso electoral. Según Eric Klinenberg, “en encuestas, las bibliotecas son clasificadas entre las instituciones más confiables en Estados Unidos. Ayudan en el censo y ofrecen servicios de registro de votación. Están abiertas a todos. No tienen partidos. Son gratis. Incluso en la fracturada era digital actual, las bibliotecas se encuentran entre los lugares más populares y visitados de nuestro panorama cultural. Según una encuesta de Gallup de 2019, en promedio, los adultos estadounidenses van a la biblioteca casi una vez al mes, lo que hace que las visitas a la biblioteca sean ‘la actividad cultural más común en la que participan los estadounidenses, por mucho’” (EL COLOMBIANO, 7 de septiembre).

Alejandría presumía de su puerto natural, de sus canales, de imponentes edificios que expresaban los ideales de la cultura griega, de las escuelas donde los alumnos aprendían griego a través del estudio de Homero, del gran gimnasio donde se hacía ejercicio y sus habitantes conversaban, de un gran teatro, por supuesto; sin embargo, había una institución mucho más relevante para la helenización de Egipto, esta era la biblioteca. A todos los barcos que arribaban para comerciar en Alejandría, lo primero que se les pedía era que compartieran con la biblioteca cualquier tipo de literatura que tuviesen a bordo. Aquella biblioteca hizo grande un imperio y aún hoy, las naciones más desarrolladas del mundo, las que tienen niveles educativos más elevados son aquellas donde se respetan los libros, se alimentan y conservan bien las colecciones y tienen en altísima estima a las bibliotecas.

Yo recuerdo que cuando viví en Estados Unidos, el lugar donde me sentía más tranquilo, donde no me sentía juzgado por hablar mal inglés, donde me ayudaban en cada cosa que necesitaba era justamente la biblioteca. Pasaba horas en ella. Y la comunidad también lo sabía y lo sabe, por algo es muy común que muchos vecinos en Estados Unidos se unan para construir y tener buenas bibliotecas cerca de casa. Las bibliotecas integran, acompañan procesos sociales importantes, permiten que nos enamoremos de algo.

En tiempos tan complejos como los que vivimos, yo creo que las bibliotecas de nuestra ciudad, de nuestro país están llamadas a mediar, a recuperar la esencia de esa palabra indispensable para emprender cualquier proceso: confianza. Ahora, ¿será que están preparadas para hacerlo? ¿En qué concepto tenemos nuestras bibliotecas? ¿Cuándo fue la última vez que visitamos una? ¿Cuántos sueños ha inspirado una biblioteca?

Diego Aristizábal

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