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Irse a vivir a las fincas, tendencia en auge en el Aburrá: ¿por qué?

Aunque no hay cifras consolidadas, agencias reportan que venta y alquiler de predios rurales se han duplicado en las afueras del Aburrá y en el Oriente.

  • Llanogrande, El Retiro y Rionegro son las zonas, cercanas al Valle de Aburrá, en las que más aumentó la demanda para vivir en fincas. FOTO Jaime Pérez
    Llanogrande, El Retiro y Rionegro son las zonas, cercanas al Valle de Aburrá, en las que más aumentó la demanda para vivir en fincas. FOTO Jaime Pérez
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22 de febrero de 2021
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Aunque Ómar Aponte había tomado la decisión antes de que comenzara la pandemia, el trasteo le tocó cuando recién arrancaba la emergencia, a principios de abril del año pasado. Su deseo y el de su esposa Lorena era el de encontrar un lugar donde sus dos hijos tuvieran más espacio y un ambiente más natural para crecer. Lo habían imaginado para los próximos cinco años, pero el plan se adelantó: cambiaron el apartamento de Castropol por una casa finca en El Retiro.

La familia Aponte fue una de las que durante 2020, según Esteban Uribe, gerente general de Abad Faciolince Propiedad Raíz, entregó su apartamento y lo cambió por una finca, en este caso en el Oriente antioqueño, la zona con más demanda.

No hay datos consolidados disponibles en este sector (Ver Infografía), pero Uribe asegura que “duplicamos el número de negocios en fincas”, y en cambio, señala, que en el Valle de Aburrá las ventas de apartamentos nuevos en estratos 5 y 6 se les han caído entre un 30 % y 40 % a algunas de las inmobiliarias.

Abad Faciolince dispone de fincas a la venta con precios que rondan desde los $350 millones y pasan por encima incluso de los $2.400 millones.

Federico Estrada, gerente de La Lonja Propiedad Raíz de Medellín y Antioquia, confirma la percepción de Uribe, y aunque lamenta la ausencia de información que soporte las apreciaciones de ambos, dice que estas “son reales”.

Juan Camilo Rendón, director comercial de Luis H. Londoño, inmobiliaria especializada en la venta y el alquiler de propiedades en el Oriente, entre ellas fincas, asevera que en 2020 tuvieron ventas promedio por mes de entre $7.000 millones y $9.000 millones, casi el doble de lo que generaban en cualquier otro año.

En su portal se encuentran a la venta propiedades con valores que oscilan entre los $770 millones hasta los $14.000 millones, dependiendo claro de las condiciones de la vivienda y del lote que ocupe.

La tendencia la notan hasta quienes comercializan estas propiedades por plataformas como AirBNB, como Catalina Arango, por cuya finca en Santa Fe de Antioquia ha recibido peticiones para alquilarla por dos, tres y hasta seis meses, pero no ha accedido porque no le gusta dejar tanto tiempo su predio en manos de otras personas, y porque además le gusta, de vez en cuando, ir y descansar en él.

Una búsqueda en AirBnB de un alojamiento en el Oriente antioqueño para cuatro personas –dos adultos y dos niños menores de doce años– para estadías largas (de más de un mes) arrojó una variedad de precios que oscilan desde $1,4 millones hasta $4,4 millones mensuales en zonas como Llanogrande, Guatapé y lugares cercanos.

Más demanda que oferta

La situación ha hecho que las inmobiliarias hayan agotado su oferta, y que los propietarios de fincas hayan aprovechado para aumentar los precios ante la alta demanda.

Esteban Uribe, de Abad Faciolince Propiedad Raíz, asegura que este incremento se ha dado entre el 30 % y el 40 %, lo cual de algún modo ha puesto un límite a la demanda, que aún así sigue con tendencia al alza.

“Los propietarios han notado la aceleración y han subido los precios, eso no ha dejado que el mercado despegue como lo pide la demanda; al encontrar precios tan altos, la gente vuelve y aterriza sus planes”, opina Uribe.

El gerente comenta que las personas están buscando espacios más abiertos, con viviendas en las que puedan adaptar su oficina, o que tengan terrazas y jardines.

Juan Camilo Rendón, de Luis H. Londoño, celebra el auge que este mercado ha tenido, porque les ha representado “uno de los mejores momentos en 28 años”. Y se atreve a calcular el incremento de ventas de lotes y fincas entre un 60 % y un 65 %.

“Las personas que veían al Oriente antioqueño como el segundo piso y que tenían la intención de vivir allá, la pandemia las impulsó a realizar la inversión. Hay compradores que nos dicen que en su apartamento en el Valle de Aburrá se sienten como en una casa por cárcel, y que de vivir en un hogar de $1.500 millones prefieren destinar ese dinero en una casa moderna o en un lote para construir. La pandemia es un acontecimiento que ha cambiado la vida y los pensamientos de muchos”, expresa.

Pero su queja es la misma que la de Esteban Uribe: el auge los está llevando a quedarse pronto sin inventario. Hoy, asegura, es difícil conseguir lotes disponibles en zonas como Llanogrande o El Retiro.

La dinámica en las familias

Desde que están viviendo en El Retiro, Ómar Aponte y su familia han notado cambios no solo en su estilo de vida, también en sus finanzas.

Por ejemplo, al vivir cerca a fuentes naturales de agua no pagan por este servicio, pues se nutren de estas, y la administración en el condominio donde viven es mucho más barata de lo que pagaba en el apartamento de Castropol.

Lo que sí se ha incrementado es el mercado, ya que los lugares donde se abastece venden los productos un poco más caros que en otros, por aquello de los gastos asociados, como el transporte, y como ya no salen tanto a comer, como ocurría en Medellín, rubros como el gas han subido en la cuenta mensual.

En definitiva, al sumar y restar la diferencia no es mucha, pero el cambio más notorio es en su calidad de vida.

Federico Estrada, de La Lonja, sostiene que las personas se dieron cuenta de que ya no es tan necesario vivir en las centralidades cuando vieron que era posible gracias al trabajo remoto, que les permite vivir en los suburbios de las grandes urbes, disminuyendo costos de desplazamiento ya que no tienen que “bajar” todos los días a Medellín. De hecho, Ómar Aponte dice que a veces se queda hasta tres semanas sin ir a la ciudad. No le es necesario, pues sus hijos estudian en el Oriente.

Alquilar, un buen negocio

La otra mirada de este fenómeno se puede dar desde quienes son propietarios y aprovechan la coyuntura para hacer negocio.

Acota Esteban Uribe, de Abad Faciolince, que hay gente que ha encontrado en esto una buena fuente de ingresos, y hay personas que, a diferencia de Catalina Arango, sí han accedido a alquilar sus viviendas hasta por un año, y lo han hecho en corto tiempo.

Otros, en cambio, recurren a la venta y, como comenta Juan Camilo Rendón, de Luis H. Londoño, si antes se demoraban quizá un año en vender una propiedad, ahora el tiempo no sobrepasa los dos meses.

Este ha sido un factor de oportunidad para personas como Luis Fernando Guisao, de Alquile su Finca, quien asegura que de cada diez llamadas que recibía, ocho eran de interesados que no se aguantaban más la situación con el teletrabajo y tener que cuidar a los niños al mismo tiempo.

“La gente se dio cuenta que puede vivir en zonas rurales. El negocio se está moviendo duro, en especial en Oriente”. A su juicio, el movimiento no ha sido tan fuerte en el Occidente antioqueño, explicado, en parte, por los costos asociados a las comodidades que suelen tener las viviendas en la región, como la disponibilidad de piscinas u otros servicios húmedos que requieren inversiones más grandes en infraestructura y servicios.

Vivir en finca, una tendencia en auge. ¿Lo ha pensado?

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