Al sobrevolar los techos del teatro Matacandelas, en el Centro, o los de Casa Kolacho, en la comuna 13, despunta el azul de los paneles que brillan con el Sol, y que alimentan la energía que requieren en esos espacios culturales para funcionar.
Medellín ha estado abierta a experimentos: en la Nueva Villa del Aburrá alternan el uso de fuentes energéticas desde los años 80. Los paneles solares del primer párrafo son distintos a los módulos que hay hace cerca de 38 años encima de los 544 apartamentos de bloques naranja en ese barrio del occidente de la ciudad. Los de la Villa funcionan de manera térmica, solo calientan el agua. Son colectores solares sin ningún apoyo eléctrico ni de gas. No generan electricidad de vatios como los paneles de la casa cultural y el teatro de Medellín.
Esta instalación fue considerada por los órganos informativos de la ONU como la de agua caliente por energía solar más grande del mundo, cuenta Paolo Lugari, fundador del Centro Experimental Las Gaviotas, a quien Gabriel García Márquez llamó con cariño el “inventor del mundo”. Es el mismo que lideró el proyecto en la Villa así como en Ciudad Tunal y Ciudad Salitre, estos últimos en Bogotá. En llamada telefónica explica que frente a los paneles solares solo se parecen porque el Sol los alimenta. Y se lamenta: “Eso sí, es una lástima que el calentador de agua solar no se haya difundido tanto cuando una vivienda fácilmente gasta el 15 % de su energía eléctrica en calentar agua”. Un buen dinero que se ahorra el bolsillo de los pobladores de la Villa, que además rebajan los gases que asfixian el planeta con la demanda creciente de electricidad que depende de fuentes no renovables.
Hay diferentes fuentes de energía que emiten dióxido de carbono (CO2) y aportan al incremento de gases de efecto invernadero. Para producir 1 kilovatio hora (kW h) con carbón se emiten 820 gramos de CO2. Y en el caso del gas, son 490 gramos de CO2 por cada kWh. En contraste, cada kWh de energía solar reduce 380 gramos de CO2.
Los que se popularizan hoy en día, los paneles fotovoltaicos, convierten la energía del sol en electricidad que se usa para prender la lavadora, para cargar el celular o para ver televisión. Ya no solo para calentar agua.
Ahorrar sin apagar las luces
Hace 30 años los solares eran costosos. Por eso aún priman los modelos de generación energética globales que se han apoyado, principalmente, en fuentes no renovables, como el carbón, gas o el petróleo para dar energía a las calderas industriales, para los aviones y para el transporte de carga pesada. También, en muchos países del mundo, para generar electricidad todo el año y calor en invierno. “En esa época (1982) en la que allá en Medellín nos propusieron usar celdas solares fotovoltaicas (paneles solares) para generación eléctrica, cotizamos la maquinaria para fabricarla y valía fácilmente 40 millones de dólares. Era impensable”, agrega Lugari. Así que ni lo intentaron y se fueron por los módulos que hoy costarían cerca de 1.000 millones de pesos.
Las cosas han cambiado. El entorno de producción de energías limpias por parte de los usuarios se habilitó gracias a una normativa de autogeneración de energía, específicamente gracias a la Resolución CREG 038 de 2018. En dos años la explosión de empresas que proveen paneles se destaca en Medellín. De 74 compañías, 28 (la mayoría) están en la capital antioqueña. Hoy en día un proyecto solar para suplir el 100 % de la energía de una casa estrato 4 (250 kW h/mes) puede costar algo así como 16 millones de pesos, según cálculos de la compañía Emergente Energía Sostenible (explore cuánto le costaría uno en su casa). Y hay otros proyectos que para menor consumo pueden bajar hasta 7 millones, con estimaciones de otra empresa de energía solar de Medellín, Darwin.
Solo que la regulación de 2018 sí abrió las puertas que muchos quieren tocar: una opción de autogeneración y venta de excedentes de energía. “Esta reglamentación dejó a punto una situación que se cocinaba desde hace un buen tiempo”, explica Santiago Ortega, ingeniero civil y magíster en Ingeniería de Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia, con experiencia en transición energética y quien hoy es director de innovación de Emergente Energía Sostenible.
En medio de una conversación junto a Andrés Jaramillo Vélez, ingeniero electricista de UPB y director del grupo de investigación en Energía Sostenible de la Universidad EIA, EnergEIA, explicó que la disminución de costos y la regulación que se estableció sobre autogeneración, posibilita a los individuos producir y hasta vender energía, convirtiéndolos en prosumidores (la producen y la consumen).
Medellín en el mapa mundial
La suma de tecnologías, legislación y ciudadanos que apuestan por el ambiente abre el escenario. Hay más autogeneración de energía (ver cifras) e incluso la ciudad es uno de los pocos lugares del planeta en el que se realiza un experimento con el proyecto Energía Transactiva Colombia. Este consiste en explorar mecanismos y alternativas para que personas que quieren migrar a una energía más limpia, pero que no puedan instalar paneles solares, consuman la producida por otras personas que sí cumplen con los requisitos para tenerlos.
El proyecto del que hacen parte el Grupo EnergEIA, la Universidad EIA, University College London (UCL), NEU Energy, Erco y Empresas Públicas de Medellín (EPM), ensaya un nuevo esquema con el que se compra y vende energía entre personas comunes y corrientes. Se llama mercado Peer-to-Peer (P2P, por sus siglas en inglés que traducen par a par), y está siendo probado de manera controlada por varios países en el mundo. Este término ha sido común en internet para abordar las conexiones entre computadores que intercambian información.
La iniciativa para investigar, probar y llevar al mercado el intercambio de energía entre pares (P2P) basado en blockchain y en soluciones solares comunitarias recientemente como la única experiencia latinoamericana que está participando en el Observatorio Global en Mercados de Energía Peer-to-Peer de la Agencia Internacional de Energía junto con Australia, Bangladesh, Alemania, Japón, Malasia, Holanda, el Reino Unido y los Estados Unidos.
Incluye una prueba piloto de 13 participantes entre instituciones y casas, que por medio de una aplicación móvil monitorean su generación y consumo energético y deciden con quién intercambiar sus excedentes de energía de acuerdo a atributos como si el que produce es una comunidad local, el impacto social y el ahorro en carbono. El que compra elige el quién de acuerdo a lo que más se alinee con sus valores o intereses. En este momento hay 6 usuarios comprando energía desde edificios en Envigado y El Poblado. Los que producen (y también consumen) son la Casa Kolacho, en la comuna 13, (sus paneles fueron parte las pruebas de Energía Transactiva Colombia) y seis prosumidores más que cuentan con paneles solares en el Alto de las Palmas, El Salvador y Bello.