El cóndor llegó de Chile en 2015. No estaba solo: viajó acompañado de una hembra que falleció hace tres años por una intoxicación crónica de plomo que le produjeron 12 perdigones —balas que usan para la caza— que estaban incrustados en su cuerpo.
Desde ese momento y hasta ahora, el macho habita en soledad en el Parque de la Conservación, antiguo Zoológico Santa Fe, en un espacio de 12 metros de altura con árboles, rocas y tablas de madera desde donde se posa a observarlo todo. Está cómodo.
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Los biólogos explican que esta especie por instinto, busca la altura por pertenecer a un ecosistema de características montañosas. Se refieren a los páramos, considerados como su hábitat natural. No en vano son conocidos como el espíritu de la montaña.
Desde su espacio en el Parque, este cóndor observa silencioso a los visitantes y, aunque son pocos los que se percatan de su presencia, todos lo han escuchado: su especie conocida científicamente como Vultur gryphus, es uno de los emblemas nacionales al aparecer en el escudo de Colombia desde 1824. La imagen impetuosa del cóndor con sus alas abiertas muestra su envergadura que alcanza los tres metros. El ave simboliza la libertad y la soberanía del pueblo.
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El cóndor andino es un ave carroñera que habita solo en la región de Suramérica. En todo el territorio se estima que hay unos 6.700 ejemplares en edad madura, según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
De ese número, solo 63 cóndores silvestres han sido reportados en Colombia, una cifra que reveló el primer Censo Nacional del Cóndor Andino, liderado por la Fundación Neotropical entre el 15 y 17 de febrero de 2021.
En Colombia habitan en los Parques Nacionales Naturales como la Sierra Nevada de Santa Marta, Páramo de Perijá, Páramo Pisba, Páramo Tamá, Nevado del Cocuy, Páramo El Almorzadero, Los nevados, en el Complejo de Páramos Santurbán - Berlín y otros lugares.
Y a pesar de que estén presentes en estos territorios, la cifra en el país es pequeña. 63 cóndores silvestres —porque no se cuentan los que están en museos vivos como el individuo del Parque de la Conservación— no son tantos comparados a los 2.000 cóndores que comparten Argentina y Chile.
Son distintas razones por las que disminuye la población de cóndores en el país. Las principales son la caza recreativa, el envenenamiento por parte de los ganaderos, la construcción de torres eléctricas en las montañas y otras como la crisis climática que preocupa cada vez más.
“Los cóndores podrían desaparecer del país porque algunos ganaderos los envenenan, creen que se comen a sus vacas, aunque no sea así porque son carroñeros, es decir, que en realidad comen animales muertos. Otra razón son es la caza recreativa. Los cazadores los consideran trofeos, les disparan y se los quedan. Se sienten orgullosos de tener un individuo de la especie de ave voladora más grande del mundo”, explicó Laura Catalina Suárez Escudero, coordinadora de Conservación del Parque.
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Para ilustrar la problemática, Laura detalló que algunos de estos ganaderos ponen trampas como redes donde quedan atrapados o envenenan residuos de animales muertos que dejan otros animales como los jaguares para que se envenenen y mueran.
Por otro lado, lo que ocurre con las torres de comunicación, es que los cóndores jóvenes que apenas aprenden a volar se enredan o se electrocutan con los cables y, tienen poca tolerancia a la transformación del paisaje.
Otra amenaza son los mitos de algunas comunidades al sur de Colombia. ¿Qué es lo que creen? Primero: que sus huesos molidos curan el reumatismo y la parálisis. Segundo: que el interior de su estómago cura el cáncer y tercero: que su corazón en polvo cura la epilepsia y los defectos cardíacos. Todas estas creencias son falsas, pero los sacrifican.
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Los biólogos calculan que el cóndor del Parque de la Conservación tiene 13 o 14 años. Es un cóndor joven —puede durar hasta 70 años—, está en su mejor etapa reproductiva y hay que recordar que llegó en 2015 con plomo en su cuerpo por causa de algunos perdigones, pero a diferencia de su compañera, logró sobrevivir.
Ahora, después de ocho años, el Parque adelanta un proceso de traslado del cóndor hacia Cundinamarca enmarcado en un proyecto de conservación de la especie en el país.
Se espera que el individuo entre en contacto con dos hembras que se encuentran en el Bioparque Wakatá de la Fundación Parque Jaime Duque y que escoja una de ellas —son una especie monógama— para aparearse.
La idea es que puedan tener crías y preservar su especie en el territorio, aunque sea difícil llegar a ese momento.
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Óscar Daniel Medina Barrios, coordinador de Biología del Parque de la Conservación, comentó que el nacimiento de un cóndor es difícil.
Ellos ponen huevos cada dos o tres años, tienen un período de incubación de 55 a 65 días y los anidan en sitios escarpados como cuevas o cornisas sobre precipicios para evitar a los depredadores; entre la pareja, se turnan el cuidado del huevo pero por descuido —al ser padres primerizos— podrían pisar el huevo y romperlo o está el riesgo de que lo depreden.
El huevo debe estar en unas condiciones de temperatura adecuadas, es decir, teniendo en cuenta que son una especie de altas montañas, deben estar en climas fríos.
Todo esto debe pasar para que nazca un cóndor y, si se logra el traslado de este cóndor del Parque de la Conservación al Bioparque Wakatá, el objetivo será la reproducción de la especie.
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Durante la historia el cóndor ha tenido una profunda conexión con las poblaciones indígenas. Para los arhuacos simboliza el espíritu guerrero de los ancestros; para los muiscas, permitía la conexión entre el hombre y la naturaleza; para los Inkas, el cóndor era el mensajero del universo y quien traía los buenos y malos presagios; para los aymaras, representaba, por su vuelo alto, a los cuerpos celestes y se relacionaba con los astros; para los mapuches, es considerado el dueño del cielo y en quien reencarnan las almas nobles y valientes y en Colombia es el ave guardiana de los páramos, de la nieve de los Andes y de la sierra nevada. En definitiva: El espíritu de la montaña.
Además de estas asociaciones, los especialistas Óscar y Laura, hablaron sobre la importancia del cóndor andino en los ecosistemas.
“Es el carroñero más grande que tenemos. Gracias a él, nosotros no estamos infestados de enfermedades asociadas a cadáveres y disminuye la probabilidad de que se presenten especies como roedores, que puedan ser vectores de otras enfermedades”, dijeron.
También, evita que las aguas de los páramos se contaminen y hacen parte del alimento de otras especies.
“El cóndor no debería ser el emblema nacional solo por su envergadura y lo que representa por su majestuosidad, también por los beneficios ecosistémicos que ofrece”, concluyeron.
Por ahora, en Medellín albergamos a este cóndor que sobrevivió a los malos tratos. Continúa erguido en el Parque, a veces abre sus alas, se desliza por la madera y los observa a todos desde el silencio.
PARA SABER MÁS
Visite la exposición Quedan 60
En la nueva Casa de la Ciencia del Parque de la Conservación está en exhibición la obra de cocreación Quedan 60, una exposición temporal sobre el cóndor andino donde se investigó sobre esta especie, lo que representa y su condición en Suramérica. Es una investigación desarrollada por el Área de educación del Parque y el Departamento de Investigación y Posgrado de la Fundación Universitaria Bellas Artes. El propósito es despertar en el espectador el sentido de urgencia por la conservación de la vida en el territorio colombiano. En la exhibición podrá participar de experiencias interactivas, sonoras, de imagen y texto.