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Andrés Posada, el legado de un científico que cambió a Medellín

Un siglo después de su fallecimiento, académicos resaltan la importancia del brillante médico y botánico.

  • Andrés Posada Arango y su esposa María Callejas en el patio de su casa. Imagen captada en julio de 1921, dos años antes de su fallecimiento. FOTO Cortesía archivo Familiar
    Andrés Posada Arango y su esposa María Callejas en el patio de su casa. Imagen captada en julio de 1921, dos años antes de su fallecimiento. FOTO Cortesía archivo Familiar
  • Busto de Andrés Posada Arango, ubicado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquía. FOTO Cortesía Universidad de antioquia
    Busto de Andrés Posada Arango, ubicado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquía. FOTO Cortesía Universidad de antioquia
18 de junio de 2023
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Rodeado por un tupido jardín y observando con atención una de sus plantas en compañía de su esposa María Callejas, el científico Andrés Posada Arango fue retratado en el patio de su casa en un lejano julio de 1921.

Sin saber que tan solo cinco meses después un voraz incendio que dejó en ruinas los alrededores del Parque Berrío consumiría también gran parte de su casa, y de paso sus preciados archivos e investigaciones, Posada quedó inmortalizado ejerciendo sus dotes de botánico, una de sus principales pasiones.

“Andrés Posada es el científico más importante del siglo XIX y principios del XX en Antioquia y en Colombia”, advierte la profesora Diana Patricia Díaz Hernández, una de las investigadoras que más se ha interesado por estudiar la vida de este científico y que hoy se desempeña como docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia e integrante de la Academia de Medicina de Medellín.

Este año, a raíz de la conmemoración del centenario de su fallecimiento, estas dos últimas instituciones son algunas de las que se han sumado en la ciudad a varios homenajes a su vida y obra.

Una vida de logros

Según narra Luz Posada de Greiff en una biografía que escribió sobre el científico, la pasión de Posada por la naturaleza y el estudio comenzó a germinar desde su niñez y adolescencia.

Con apenas 16 años, gastaba días y noches enteras contemplando las flores de un jardín cuidado por él mismo y con el que empezó a tomar registros botánicos.

“En sus caminatas iba provisto de los objetos del herborizador colectando plantas que desecaba en su casa y clasificaba luego. Era esta una costumbre común a los naturalistas en una época en que no existían libros que ilustraran sobre la flora nativa”, narra Posada de Greiff.

La profesora Díaz Hernández explica que, pese a su pasión por la botánica, Posada se formó primero en la medicina, en este caso en el antiguo hospital San Juan de Dios, por largo tiempo el único que tuvo Medellín.

En una época en la que la ciudad no tenía ninguna academia para aprender esa disciplina, Posada llegó a aquel hospital y se curtió en el oficio trabajando codo a codo con médicos como Manuel Vicente de la Roche.

Tras ganar experiencia, y con apenas 20 años, decidió viajar en 1859 a Bogotá para obtener su título de médico en la Universidad Santo Tomás, en donde conoció a personalidades como el médico José Felix Merizalde, quien al ver su examen expresó que “era el más brillante que había visto en toda su carrera”, apunta Posada de Greiff en su libro.

La profesora Díaz Hernández advierte que tras obtener su título, el médico se vio envuelto en una de las tantas guerras civiles que estallaron en el país en siglo XIX, en este caso la Guerra de las Soberanías, librada entre 1860 y 1862, en donde se desempeñó como médico de la Confederación Granadina.

Aunque terminada la guerra regresó a Medellín por algún tiempo, Posada decidió luego buscar nuevos horizontes y en febrero de 1868 emprendió un viaje a Europa.

Ese viaje sería uno de los periplos más apasionantes de su vida, que narró en su libro “Viaje de América a Jerusalén”, en donde cuenta cómo fue su paso por lugares como París, Roma, Londres, Loreto y Egipto.

“Su sueño, además de estudiar, era ir a conocer Tierra Santa. Es un relato preciso, maravilloso, en el que cuenta cómo era ir desde acá a Europa y hace unas descripciones muy bonitas”, dice Díaz Hernandez.

Durante su paso por Europa, Posada publicó una veintena de artículos científicos en revistas francesas y otros más en revistas españolas, convirtiéndose en uno de los investigadores colombianos más respetados por la comunidad científica.

A su regreso a Medellín, en 1872, se convirtió en el primer profesor de Física y Ciencias Naturales de la Universidad de Antioquia, impartió además un curso de botánica, su pasión por excelencia.

En su trabajo en esta última disciplina, dentro de sus múltiples logros se destacan, por ejemplo, el descubrimiento de la planta Posadaea sphaerocarpa, cuyo género fue nombrado de aquella forma para rendir homenaje a su apellido.

En el busto de Posada, ubicado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, una placa rinde homenaje a esa planta.

Su producción científica fue tan amplia que, según advierte la profesora Díaz, en una pesquisa bibliográfica que emprendió con otro investigador, el profesor Juan Camilo Escobar, encontraron al menos 147 publicaciones, un número impresionante para un académico de finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Además de las Ciencias Naturales, su figura también fue determinante en la fundación de instituciones como la Academia de Medicina de Medellín, la Academia Antioqueña de Historia y el Jardín Botánico. Asimismo, fue uno de los primeros profesores de la Escuela de Medicina.

Pese al amplio legado que dejó, una parte importante de su obra y sus archivos se perdieron en un voraz incendio ocurrido en el Parque Berrío en 1921; el fuego consumió varios libros inéditos e investigaciones. Dos años después de la conflagración, Posada falleció a la edad de 84 años, el 23 de marzo de 1923.

A cien años de su fallecimiento, la profesora Díaz resalta que difundir el legado y la vida de Posada es fundamental para reconocer a una mente brillante de Medellín, que sentó las bases para una revolución del conocimiento que la cambió para siempre.

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