Hay quienes dicen que a los amigos prefieren prestar más fácil plata que libros. Muchos incluso lo dejan bien claro y cuelgan en algún lugar visible de su casa la Bula que promulgó el papa Pío V en el siglo XVI. “Hai excomunión reservada a su Santidad contra qualesquiera personas, que quitaren, distraxeren, o de otro cualquier modo enagenaren algun libro, pergamino, o papel de esta bibliotheca, sin que puedan ser absueltas hasta que esté perfectamente reintegrada”. Y entonces todo el que pisa esa casa y merodea la biblioteca buscando con ojo agudo los títulos interesantes pueden anticipar más o menos cuál será la respuesta a la pregunta que quieren hacer.
Pero, infortunadamente –dirán algunos los bibliotecarios– la excomunión ya no es una opción para persuadir a los que se adueñan de libros ajenos, y es que la devolución de libros es uno de los grandes dolores de cabeza desde siempre en las bibliotecas de todo el mundo. En julio de 2022 una mujer identificada como Emily Canellos-Simms se presentó en el mostrador de la biblioteca de la ciudad de Kewanee, en el Estado de Illinois, Estados Unidos, con un libro de poesía infantil titulado Days and Deeds, que cuando fue prestado en abril de 1955 era aún una novedad para las madres que buscaban algo bello y entretenido para leerle a sus pequeños. Eso fue lo que hizo la mamá de Emily, pero el problema fue que olvidó devolverlo y el despiste se convirtió en 47 años de retraso y una multa de 347 dólares que tuvo que pagar Emily para quedar a paz y salvo, la multa más alta por un libro registrada por el libro de record Guiness.
Las bibliotecas lo han intentado todo. La Athens-Limestone, en Alabama endureció hace ocho años sus sanciones y decidió imponer multas de 100 dólares y prisión por 30 días. La Biblioteca Pública de Larchmont, en Nueva York, decidió en 2022 que independientemente del tiempo que llevara por fuera, si alguien devolvía un libro solo debía pagar una multa de 5 dólares. Les funcionó porque hace once meses recibieron el libro que más tiempo tardó en devolverse a biblioteca alguna en la historia, La juventud y otras dos historias, de Joseph Conrad, prestado en octubre de 1933, volvió a sus estanterías 90 años después vía correo.
Pero la Biblioteca Pública de Nueva York, la cuarta más grande del mundo, fue más radical en su benevolencia y en octubre de 2021 abolió todas las multas para los morosos, con el único requisito de que los devolvieran en buen estado. 88.000 libros fueron regresados en los primeros cuatro meses de la medida, junto con un aumento del 15% en los visitantes y usuarios. La aministía además produjo un espontáneo ejercicio de sinceridad. “Tuve estos libros toda mi vida, ahora tengo 75 años y me ayudaron a ser mamá y profesora”, decía una de las miles de notas anónimas.
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Todo este preámbulo para contar que si alguien, ya sea por voluntad propia o por accidente, se convirtió en un moroso en el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, será indultado y se librará de las sanciones si devuelve el libro que prestó o entrega un ejemplar nuevo del mismo título en caso de que lo haya extraviado. Pero el indulto se hará efectivo si con el libro llega una nota adjunta contando simplemente la razón por la que el libro no volvió a tiempo.
La campaña “Déjalos que vuelvan, notas amorosas”, la anunció el pasado viernes 23 de agosto el secretario de Cultura, Santiago Silva. Durante la estrategia Medellín: una historia contada desde las bibliotecas, la secretaría de Cultura lanzó esta campaña de amnistía para que los usuarios y usuarias morosos queden libres de sanción. Los más tímidos pueden dejar el libro con la nota en una mesa de cualquiera de las 30 bibliotecas participantes, y su sanción será retirada para que vuelva a prestar, con el compromiso de regresarlo a tiempo. La campaña estará vigente hasta el próximo 25 de octubre.
El primer fin de semana fue todo un éxito y regresaron a su lugar a la espera de nuevos lectores 3.586 libros, pero lo más valioso han sido las historias y ese diálogo silencioso que se tejió a partir de esas entregas. “Porque estaba haciendo mucho frío”, “lo dejé en una fiesta”, “me sacaron una muelita”, han sido algunas de las sinceras y puntuales notas. Otras relatan unas historias más largas. “Porque García Márquez me atrapó con sus historias, luego se las leí a abuelita, también la atrapó y no pudimos devolverlo a tiempo” O “Tristemente tuve un sábado muy atareado, estuve haciendo tareas, muy difíciles por cierto, y aprendiendo unas cosas de esgrima que me dejaron devastada, cuando por fin me desocupé ya eran las 7-8 y para mi desgracia ya habían cerrado la biblioteca”. Incluso algunos han aprovechado para hacer casi que ensayos sobre algunos hábitos arraigados en la cultura de los antioqueños y han hilvanado interesantes reflexiones que mezclan recuerdos de infancia y disertaciones sobre el hábito de la lectura, la puntualidad y la responsabilidad.
Según apuntan desde la Secretaría de Cultura, hasta el pasado fin de semana faltaban por regresar 18.742 libros a las diferentes bibliotecas que conforman el sistema público distribuidas en todas las comunas y corregimientos. Pero no solo la cifra de libros ausentes es importante, sino las sanciones a las que se exponen las personas que quedan imposibilitadas para volver a prestar libros o cualquier otro tipo de material o servicio que requieran de las bibliotecas. Desde la Secretaría recordaron que por cada día de mora son dos días de sanción en los que no puede prestar y que las personas que devuelven luego de mucho tiempo la sanción que reciben es de un mes. Pero también hay quienes se exponen a sanciones indefinidas si no resuelven su situación. Esto puede significar un golpe importante para un niño, niña, joven o cualquier persona que en la biblioteca de su barrio encuentra material de todo tipo al que, de otro modo, le sería difícil acceder.
En los dos últimos años y medio, según cifras del Sistema de Bibliotecas Públicas, regresaron 130.465 libros que estaban en manos de usuarios morosos, algunos tenían hasta más de 13 años. Con estrategias como estas en las que apelan al restablecimiento de la confianza y que de paso permite construir un interesante ejercicio de diálogo ciudadano esperan que vuelvan todos los libros ausentes que han convertido al Sistema en las últimas dos décadas en ejemplo en Sudamérica de democratización de la cultura.
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Otra iniciativa de confianza y cultura ciudadana que reapareció recientemente fueron las Bibliotecas de la Confianza, con la que se busca llevar estantes de libros en lugares de la ciudad como plazas de mercado y, sin que medie ningún tipo de control, los ciudadanos pueden tomarlos, leerlos en sus casas y luego regresarlos sin que nadie tenga que pedírselo.