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¿De dónde salió tanto carro de lujo en Medellín? Ahora ruedan camionetas árabes y carros de más de USD 200.000

Además del auge de los concesionarios, en la ciudad han aparecido otros negocios prometedores, como el de los carros de alquiler por días o el servicio de blindaje.

  • Un empresario francés trajo una camioneta desde Kuwait hasta Medellín. FOTO: CAPTURA DE VIDEOS DE REDES SOCIALES
    Un empresario francés trajo una camioneta desde Kuwait hasta Medellín. FOTO: CAPTURA DE VIDEOS DE REDES SOCIALES
13 de febrero de 2025
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Por estos días apareció en Medellín un carro de más de $1.000 millones que tiene placas blancas, de seis números, sin letras, que dice Kuwait. Es precisamente el país de origen del mismo y no su precio lo que ha hecho que sus fotos y videos inunden las redes sociales y ocupen algunas notas en los medios de comunicación.

Entérese: ¿Quién es el dueño de la exclusiva camioneta de más de mil millones de pesos con placas árabes que rueda en Medellín?

En Medellín, desde hace ya varios años, especialmente después de la pandemia, cuando al parecer la proximidad de la muerte le recordó a la gente de plata que no iba a durar un siglo para gastársela, se popularizaron los carros que hasta hace una década solo parecían posibles en la televisión o en las vacaciones de Miami.

Un curtido y reconocido vendedor de autos de lujo de la ciudad, que prefiere no dar su nombre porque el negocio aunque ha crecido sigue siendo pequeño y todos se conocen entre todos, cuenta que en la ciudad siempre ha habido gente, hombres para ser más específicos, interesada en comprar carros caros y rápidos y grandes, pero hasta hace unos años había cierto temor, pudor quizás, que hacía que la ambición llegara hasta una Toyota.

Pero el panorama cambió, no solo por la pandemia y el afán de gastarse el dinero antes de morirse, sino porque Medellín se convirtió en un destino apetecido por cientos de extranjeros con dólares para gastar y con un estilo de vida qué mostrar.

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A eso hay que sumarle los reguetoneros, los influencers, los negociantes de las criptomonedas, los herederos de las empresas de siempre, los emprendedores de las empresas de ahora, los médicos, especialmente los cirujanos, especialmente los estéticos, una nueva generación de personas adineradas en los tiempos de las redes sociales.

Una Toyota es un carro espectacular para la trocha y la finca, pero no para el Instagram y el Tiktok. Para eso hay que ir más allá: Porsche, Ferrari, Lamborghini. Carros de 100.000, 200.000, 500.000 dólares que se volvieron pan de cada día.

Dice el experto que la geografía empinada, quebrada, estrecha y caótica de la ciudad, donde basta una lluvia leve para que el tráfico colapse, no ha sido un impedimento para que cada vez más personas compren carros que llegan a los 300 kilómetros por hora.

Sus dueños se han convertido casi en una comunidad, se conocen, hacen negocios entre ellos, forjan amistades, arman clubes y paseos. Hacen rodadas por El Poblado, por Las Palmas y Llanogrande. Se parquean en centros comerciales o en estaciones de gasolina a charlar y a que la gente les tome fotos. Son, con contadas excepciones, productos de exhibición.

Compran estos carros casi como un juguete de colección, como la materialización de un sueño, algunos lo hacen por no quedarse afuera de una moda que ha tenido el efecto de una bola de nieve.

Otros también ven allí una oportunidad de negocio. Contrario a lo que pasa con los vehículos comunes y corrientes, estos no se deprecian apenas salen del concesionario sino que por el contrario suelen apreciarse por su exclusividad o escasez.

De Ferrari hay concesionario en Bogotá, entonces el trámite para comprarlo, siempre que sea una referencia “común”, es sencillo. De las otras marcas hay que importarlos, de Miami o de Dubai. Los concesionarios paisas se han ido especializando en eso. Tienen gente en las aduanas de los respectivos países que se encargan de la logística.

Son carros que ya son costosos en sus países de origen, pero en Colombia todavía más: el concesionario gringo o árabe pone un precio donde ya está incluido un margen de ganancia. El que hace los trámites de la importación también cobra, el concesionario de Medellín hace lo propio y la Dian se queda con una tajada de cerca del 30%.

Así que, para ser justos, tiene más mérito (es decir, es más rico o más endeudado) el que compra un Lamborghini en Medellín que el que lo compra en Miami o en Kuwait.

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Hay otras formas de importar los carros de lujo. Los extranjeros, por ejemplo, que atraídos por lo que ven en las redes sociales, las series, los videos de Youtube o las fotos de Onlyfans vienen a quedarse un par de meses pueden traer sus propios carros. Los mandan en barco y pueden tenerlos en el país hasta seis meses, como quien usa una casa rodante mientras atraviesa el continente.

La tendencia ha hecho no solo que en la ciudad se multipliquen los concesionarios de carros de lujos sino que surjan negocios complementarios.

Así como con la popularización de los ciclistas se creó el negocio de los escoltas de los ciclistas, con el auge de los carros de lujo se multiplicaron las empresas de blindajes en lo que, a primera vista, parece un contrasentido: la gente compra autos caros en Medellín porque es seguro pero al mismo tiempo brotan las empresas de seguridad. Mejor no dar papaya.

Además, ya no es necesario comprar el carro o tener un amigo con billete para manejar un carro de estos en Medellín, pues también han surgido, aunque con menos competencia, las empresas de arrendamientos de carros de lujos. Compañías que en sus flotas tienen BMW, Audi, Mercedes Benz, Toyotas para usarlas por días. Hasta $600.000 diarios por conducir un carro deportivo en la ciudad.

Así que, de no ocurrir nada extraordinario, las noticias sobre los carros exóticos estarán pronto extinguidas o reservadas para cuando haya algún accidente o para el día en que aterrice desde lo alto de alguna montaña el esperado carro volador.

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