No es una falsa nostalgia cuando los viejos dicen que en Medellín antes no llovía como ahora. No es percepción sino realidad. Hay registro que en los últimos 30 años los eventos de lluvia extrema, los aguaceros, las tempestades, han aumentado en todo el departamento, especialmente en el Valle de Aburrá, donde cada vez se desbordan más quebradas llevándose a su paso lo que encuentren: árboles, vehículos y, más grave, viviendas, casi siempre ocupadas por informales, personas en condición de vulnerabilidad, migrantes recién llegados. De eso, antes tampoco había tanto como ahora.
El profesor Juan Fernando Salazar, de la Escuela Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia explica que el fenómeno de los aguaceros en Medellín es “como si tuviéramos un balde encima lleno de agua, que se va vaciando a lo largo del año, pero esta vasija se ha hecho cada vez más grande y puede haber momentos en que lo que cae en un solo momento es equivalente o la mitad o más, y hasta la totalidad, de su contenido, algo para lo que no estamos preparados”.
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El año pasado, cuando también la temporada de lluvias puso en aprietos a los ríos, quebradas y organismos de socorro del Valle de Aburrá, el profesor Édgar Cano Restrepo, de la facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional explicaba que la a lluvia que cae en Medellín es de tipo convectivo, es decir, mucha agua que cae en muy poquito tiempo. Así que el balde del que habla Salazar no solo es cada vez más grande sino que también se vacía más rápido. Cada tempestad es como si nos cayera un baldado de agua desde el cielo.
Sin embargo, eso no quiere decir que nos tome desprevenidos, o que sea algo nuevo. Es un fenómeno que ya está estudiado y puede ser anticipado por las autoridades y las herramientas ambientales de la ciudad, como el Sistema de Alerta Temprana del Valle de Aburrá, SIATA.
Ya desde el 2022, un informe del SIATA daba cuenta de que desde 1996 los eventos de lluvias extremas han aumentado su frecuencia e intensidad en Antioquia y se espera que sigan aumentando en los años venideros. Así que en 20 o 30 años seremos nosotros los que digamos que en Medellín antes no llovía como ahora.
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El problema es que en la primera mitad del siglo pasado, cuando se pensó la canalización del río Medellín y de buena parte de las quebradas de la ciudad, así como la construcción del acueducto y del alcantarillado no existía el SIATA, y el sistema actual está desbordado.
Esto sumado a que la vegetación en las laderas de la ciudad es cada vez menor por cuenta de los asentamientos informales, y también de altísimos edificios formales que cuesta imaginar cómo consiguieron una licencia de construcción, que se han expandido por toda la ciudad. Pues allí, en esos bosques cerca de la urbe, se absorbía el agua, se retenía y se evitaba que cayera a toda velocidad para represarse en zonas planas. Ahora, esos suelos blandos, capaces de absorber agua son cada vez menos y en su lugar tenemos cemento, que no son esponja sino autopistas para que la corriente corra a sus anchas. El agua que antes tardaba días en llegar hasta los ríos o quebradas, ahora lo hace en minutos.
¿Recuerdan la DANA en Valencia en noviembre del año pasado? Una lluvia que en cuestión de minutos inundó barrios enteros, causándole la muerte a más de 200 personas incluso antes de que la administración de la ciudad pudiera lanzar una alerta.
Pues bien, según el profesor Salazar, quien tiene maestría y doctorado en Recursos Hidráulicos y lleva más de una década investigando las inundaciones en la región, considera que algo similar podría pasar en el Valle de Aburrá.
Medellín tiene 4.217 quebradas (56 afluentes principales y 4.161 secundarios), juntas suman 1.888 kilómetros de una portentosa red hidrográfica que, por un lado, pocas ciudades en el mundo pueden emular y muchas quisieran tener para ejecutar los reordenamientos urbanos necesarios para adaptarse al nuevo planeta que impone la crisis climática; pero por el otro, si no son bien administradas, y están en un contexto donde cada vez reciben más agua, pueden ser un peligro mortal.
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De hecho, esta temporada de lluvias ya le ha causado la muerte a dos personas y ha afectado a más de 1.700 personas en Medellín. Además, se han tenido que evacuar 300 viviendas por el riesgo de que sean arrasadas en un próximo desbordamiento.