Para comprender la diversidad y singularidad biológica y ecosistémica del Urabá antioqueño, su riqueza hídrica e hidrobiológica, lo primero que hay que hacer es no hablar solamente del Urabá, hay que ampliar el mundo. No se trata de invisibilizar la región, por el contrario, lo que se busca es dimensionar la fortuna que tiene Antioquia al tener en su jurisdicción parte de una riqueza natural insustituible en el planeta.
Hay que hablar entonces del Chocó Biogeográfico, una ecorregión que según explica William Klinger, director del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico, va desde la Provincia del Darién hasta el noroccidente de Ecuador, pasando por 21 distritos biogeográficos de Colombia a lo largo de siete departamentos, cinco de estos distritos en Antioquia: Urabá, Urama, Paramillo, Frontino y el Citará.
El Chocó Biogeográfico es una ecorregión única en el mundo, literalmente. Es el resultado de 10 millones de años de actividad geológica que comenzó con la colisión de las placas continentales que formaron el Istmo de Panamá y conectaron en uno solo el norte y sur de lo que hoy es América. Lo que se detonó en todo ese tiempo, según Klinger, creó unas dinámicas bióticas y abióticas responsables de la evolución de ecosistemas y formas de vida insustituibles en el planeta; integra uno de los 26 Hotspot que albergan una riqueza biológica endémica que solo existe en esas regiones del planeta.
En esa enorme ecorregión de casi 188.000 kilómetros cuadrados se conectan desde hace decenas de miles de años una diversidad de ecosistemas tan diferentes como complementarios: marinos, manglares, ciénagas, bosques inundables, bosques secos, húmedos y nubosos, y hasta páramos.
La alta pluviosidad completa las condiciones necesarias. En uno de los climas más lluviosos del mundo, su punto más húmedo registra hasta 13.000 mm por año; y hasta en la región más seca la pluviosidad alcanza los 3.000 mm/año.
Pues bien, con esta mirada más amplia se facilita comprender cómo surge esa riqueza natural e hídrica y la hidrobiológica que posee Urabá. Un breve inventario basta para mostrarlo.
El corazón de las comunidades indígenas de Chigorodó y Mutatá posee la mayor riqueza hídrica del Urabá. Bajo el suelo de estos territorios circula una compleja red de drenajes hídricos que nacen en la Serranía de Abibe, tierra de nacimientos de ríos y quebradas como pocas en el mundo. Esa red de drenajes se encarga de suministrar con sus brazos inagotables a los principales ríos de la subregión: Mutatá, Sucio, Bajirá y León en Mutatá; los Juradó, Guapa y Chigorodó en Chigorodó.
Las aguas de estos ríos desembocan en el Golfo y su dinámica hidrológica es fundamental para la vida del Golfo de Urabá.
Cada proceso que detona la interacción del agua y el suelo tiene un propósito, así lo demuestra otro ecosistema fundamental en el Urabá, el abanico aluvial que hace posible gran parte de la producción bananera. Los abanicos aluviales son formaciones geológicas en forma de cono que se arman con los sedimentos que arrastran los ríos como el León y se acumulan al pie de la Serranía de Abibe, estos depósitos fertilizan los suelos y facilitan su aptitud para las vastas producciones bananeras y plataneras.
Más arriba, desde Turbo y hasta el extremo norte de la región en San Juan de Urabá y Arboletes, abundan las ciénagas, esos ecosistemas menospreciados, desecados y arrasados hasta el cansancio para abrir vías, proveen medicinas, materias primas para fabricación de papel, insumos para reforestación, además de alimento y bienestar a decenas de especies nativas como garzas y bocachicos, como ocurre en la Ciénaga de Marimonda, en Necoclí.
De hecho, en el Parque Nacional Los Katíos, ubicado entre Turbo, Riosucio y Unguía, se encuentra un único sistema de ciénagas que tiene conexión directa con la selva húmeda tropical, lo que lo convierte en un corredor biológico insustituible en el continente, y por eso, entre otras razones, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Finalmente está el complejo costero; el singular estuario del Golfo de Urabá con sus bosques de manglar, fascinante y todavía inabarcable en cuanto a lo que se sabe de él.
Entre el Caribe Sur y Nicaragua no existe nada parecido al Golfo de Urabá, según el doctor en biología de la UdeA, Juan Felipe Blanco.
El factor diferencial lo da el río Atrato que cae en esa “U” que semi-confina las aguas del mar Caribe. Cuando se dice que el mar de Antioquia es dulce es porque en esa “U” que forma el golfo se combinan dos ambientes acuáticos muy diferentes. El sur del golfo lo domina el Atrato y las aguas dulces que descarga formando una capa en la superficie encima del agua marina. Pero al noroccidente todo cambia y se impone la contracorriente de Panamá que mantiene a raya las aguas del Atrato y predomina un ecosistema marino con formaciones geológicas que propician la vida submarina.
Tener el mar con menor salinidad del Caribe beneficia la presencia de ecosistemas de manglar y bosques inundables, allí no hay amplia cantidad de especies, según el biólogo, sino de exclusividad, por las singularidades evolutivas propiciadas por las características excepcionales que ocurren allí en el golfo.
Estos manglares, según Blanco, ofrecen hogar a decenas de especies: aves como pelícanos; nutrias, manatíes y otros mamíferos; caimanes; pero además de especies de peces indispensables para garantizar soberanía alimentaria a cientos de comunidades: anchoas, róbalo y bagre chivo; la mayoría de estas especies garantizan que la vida circule, literalmente, pues van a los manglares a reproducirse y también son fuente de alimento.
Utilizando una figura pedagógica, los manglares son como poderosas empresas prestadoras de todos los servicios públicos que un hábitat y unas comunidades pueden necesitar, los servicios ecosistémicos. El manglar de Urabá garantiza comida y también garantiza trabajo, gracias al ecoturismo como lo hacen en Turbo, Necoclí y Arboletes. El manglar es un guardián cultural para que las comunidades no pierdan su arraigo; el manglar, además, protege de la erosión costera y del aumento del nivel del mar que arrincona a cientos de poblaciones en el litoral.
Pero toda esta es una riqueza bajo una amenaza que puede materializarse si no se encuentra el equilibrio en el prometedor desarrollo económico de la región. Investigadores de la UdeA, la Nacional y Eafit determinaron en 2023 que la hidrodinámica del golfo es mucho más susceptible de lo que se pensaba a sufrir alteraciones por actividades como la construcción y operación de los puertos. Se deben incluir a la ciencia y su enfoque de conservación en la ejecución de estos proyectos, para que no se trastorne el desarrollo de la actividad biológica y se protejan sus procesos, sistemas, funciones y mecanismos que garanticen el futuro biológico y ecosistémico de la región.