Solo en las dos primeras semanas de septiembre llegaron a la isla de Lesbos, en Grecia, más de 1.500 personas en busca de asilo. En este lugar queda el campo de refugiados de Moria, calificado por medios europeos, como France 24, como uno de los principales de la región. Según Médicos Sin Fronteras (MSF) es un espacio que tiene la capacidad de albergar a 3.100 personas, pero ante la magnitud de la crisis migratoria en el sureste de Europa, tiene más de 9 mil refugiados, es decir, tres veces su capacidad.
Vivir en Moria
En Moria hay un baño por cada 75 personas, una ducha por cada 85 y “los niños no tienen acceso a la escuela”, explica Idoia Moreno, enfermera y coordinadora de la clínica pediátrica que la organización tiene en el lugar desde finales de 2017. Por esto, niños y adolescentes son una de las mayores preocupaciones de quienes intentan brindar ayuda humanitaria.
Luca Fontana es un italiano que estuvo prestando servicio humanitario hasta hace dos semanas en el campo de Moria. Fontana contó a EL COLOMBIANO que al liderar un grupo de terapias para niños encontró algunos “que han intentado autoflagelarse”. Para él, “la situación médica está tan mal que una mujer parió en una tienda de campaña”, aspectos que demuestran los problemas que pueden ocurrir cuando un campo de refugiados supera su capacidad.
Sumado a las enfermedades físicas como la diarrea, que se transmiten con facilidad cuando hay grupos tan grandes dentro de un espacio pequeño, cuentan que los niños comienzan a tener problemas de salud mental como ataques de pánico, ansiedad, estallidos de agresividad y pesadillas constantes.
MSF ha denunciado que los trabajadores humanitarios están atendiendo pacientes heridos en incidentes causados por la violencia. Según la ONG, hay “vacíos importantes en la protección de los niños y niñas y de otras personas vulnerables”. Por esto, alrededor de 3 mil menores de edad estarían en riesgo.
Pero, ¿cómo llegaron hasta allí? Actualmente existe un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para la devolución de migrantes. Cuando una persona alcanza las costas de Europa, esta es albergada en un campo de refugiados a la espera de que se resuelva su situación migratoria. En un escenario alentador para los viajeros, consiguen que algún gobierno europeo les dé asilo, pero otros se ven obligados a volver a su país de origen.
Es tal el problema que a mediados de septiembre el gobierno de Grecia amenazó con cerrar el campo de Lesbos, pero siguió en marcha gracias al asilo temporal que brinda a los refugiados que huyeron de África a causa de la violencia, las injusticias de gobiernos como el de Libia e, incluso, el cambio climático.
Enfermarse, un riesgo
Fontana describe la situación del campo como “un infierno”. Historias como la de una enfermera afgana que padecía de cáncer de seno y llegó al campo con su esposo, su hermano, dos hijas y una nieta y que estuvo en Moria durante al menos seis meses a la espera de conseguir un gobierno que le permitiera entrar al país para recibir un tratamiento médico, marcaron su estadía en Lesbos.
Incluso asegura que “hay 3 mil niños sufriendo” debido a las condiciones en las que viven. Otras personas que han pasado por el lugar como Declan Barry coinciden con la denuncia de Fontana sobre la riesgosa situación en la que se vive en un campo. “Estos niños proceden de países en guerra, donde han experimentado violencia extrema y traumas. En lugar de recibir cuidado y protección en Europa, están sujetos a un temor constante, a estrés y a nuevos episodios de violencia, incluida violencia sexual”, comenta.
Casos como el de Moria reflejan los problemas que pueden presentarse en un campo de refugiados, una solución a la migración que se volvió común en Europa, pero que implica nuevos retos.
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millones de migrantes hay en el mundo: Organización Internacional Migraciones.