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No hubo grito final. El Nuevo Diario, el segundo periódico más importante de Nicaragua, publicó ayer su última edición anunciando su cierre, digital e impreso, sin mencionar ni una vez al presidente Daniel Ortega.
En su editorial final, el periódico afirmó que su clausura se debe a “circunstancias económicas, técnicas y logísticas adversas”. No se refirió, sin embargo, al bloqueo de los insumos básicos –papel, tinta, planchas– impuesto hace 56 semanas por el gobierno contra los medios de comunicación que, como El Nuevo Diario, asumieron una postura crítica en su cubrimiento del colapso político que afronta ese país desde abril de 2018 y que, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh), ha dejado 328 muertos en protestas.
Ni el compromiso con la oposición de liberar las materias primas en marzo pasado, ni dos resoluciones del Tribunal Aduanero y Tributario de Nicaragua que ordenaban el desembargo de estos elementos hicieron que el gobierno de Ortega tomara acción.
El oficialismo esperó, en medio de un contexto de enfriamiento del cubrimiento internacional de la crisis tras la liberación de los presos políticos, fue una desaparición del diario y de otras dos publicaciones del grupo empresarial: el periódico gratuito Metro y el sitio web juvenil Maje.
La historia de El Nuevo Diario es, de alguna forma, la historia del ascenso y degradación del proyecto de Daniel Ortega y Nicaragua. El medio surgió en 1980, un año después del triunfo de la Revolución Sandinista, que tuvo entre sus líderes al actual mandatario, y sus primeros accionistas fueron los antiguos periodistas del diario La Prensa –el más importante del país–, los cuales renunciaron como protesta por su postura crítica al proyecto revolucionario.
El lema inicial del periódico coincidía hasta en la retórica fundacional con el naciente gobierno: “Hacer un periodismo nuevo para el hombre nuevo”.
La derrota de la revolución una década después, con el fracaso electoral del propio Daniel Ortega en 1990, convirtió a El Diario de Hoy en el periódico crítico más notorio de Nicaragua. La publicación mantuvo su distancia con todos los gobiernos siguientes, incluyendo el de Ortega, quien volvió al poder en 2007, hasta que en 2010 fue vendido al grupo empresarial Promérica.
De acuerdo con el analista político nicaragüense Eliseo Núñez, el cambio de dueño modificó la línea editorial del periódico pasando de la izquierda a una postura más empresarial.
Sin embargo, el inicio de la represión a las protestas en abril de 2018 devolvió al periódico a la confrontación. Un editorial del 11 de mayo, titulado “El Nuevo Diario está comprometido con los ciudadanos”, dejaba claro que entendían que, a partir de entonces, escribían no solo para el presente; también para el futuro: “La historia se encargará de demostrar qué medios informaron con más precisión y responsabilidad sobre estos acontecimientos”.
De acuerdo con Julio López, dirigente de la organización Periodistas y Comunicadores Independientes de ese país, “el Estado de derecho quedó soslayado por un Estado policial”.
Contarlo, sin embargo, tiene como castigo el corte de publicidad oficial y presiones como el bloqueo de insumos, asegura Eduardo Enríquez, jefe de redacción de La Prensa. El periódico más antiguo del país sobrevive con ediciones diarias que se redujeron de 32 páginas a 8 y que desde hace meses dejaron de publicarse en papel periódico y circula en materiales como bond, papel de inventario y satinado. “Así, tenemos calculado que podemos mantenernos hasta diciembre. Luego, tendremos que pasar a digital”, afirma.
En Nicaragua, el país de América Latina con menor acceso a internet según la Cepal, cada periódico impreso que desaparece es una pérdida para la actualidad, pero también para la historia, que no tendrá páginas a las que volver cuando quiera recordar esta época de represión