viernes
7 y 9
7 y 9
En política, dice un viejo dicho, no hay sorpresas sino sorprendidos. Y en Ecuador son muchos los segundos. Guillermo Lasso, el empresario de derecha que se presentaba a sus terceras elecciones, derrotó al inmenso poder de la izquierda en Ecuador, y no lo hizo de cualquier manera: remontó más de 30 puntos porcentuales a partir de su resultado en la primera vuelta y le alcanzó para ganar con 5 puntos de diferencia. Deberá tejer una telaraña de alianzas que le permita gobernar con un Congreso en el que el correismo es mayoría.
El país llegó a la fecha decisiva tras un proceso electoral largo y lleno de tropiezos. Los resultados de la primera vuelta, celebrada el pasado 7 de febrero, se saldaron entre protestas y denuncias de fraude del tercer candidato, el líder indígena Yaku Pérez, que se quedó fuera por apenas 0,35 puntos porcentuales frente al hoy presidente electo. Pachakutik, el partido de Pérez, llamó a sus electores a votar nulo. Y surtió efecto.
Más de 1,7 millones de personas fueron a las urnas a anular su papeleta, lo que representó más del 16 % de los votos. “Eso es tan histórico como la remontada de Lasso”, explica Arturo Ruiz, analista político ecuatoriano, “el voto nulo se ha situado siempre alrededor del 8% en el país. Es interesante porque no dimensionaron que esa decisión impulsó a Lasso, tan aparentemente lejano a ellos”.
Entender el porqué del resultado en un país donde la izquierda pudo haber ganado en primera vuelta (en una operación reduccionista, al sumar los votos de Pérez y Arauz se supera el 50 % del electorado), es clave para comprender el fracaso del correismo.
Los indígenas, la clave
En Ecuador la población y el movimiento político indígena se ha vuelto determinante para la gobernanza del país. Representan entre el 7% y el 10% del censo poblacional, pero mucho más que eso, han demostrado una capacidad de movilización social que ha puesto contra las cuerdas a varios gobiernos, el último, precisamente, el de Lenín Moreno.
El presidente saliente enfrentó en 2019 una de las mayores y más duras olas de protestas que se hayan vivido en la última década en Ecuador. Miles de personas, un gran porcentaje población indígena liderada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), inundó las calles de Quito pidiendo la eliminación del aumento en la tarifa de la gasolina de 123 % que el Gobierno decretó tras un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La presión obligó a Moreno a trasladar su gobierno de la capital a Guayaquil.
Desde su consolidación, en la década de los 90, el movimiento indígena ha participado activamente de la política y de las protestas que han obligado a dimitir a por lo menos tres mandatarios. Entre 1979 (año del regreso a la democracia) y 2009 se sucedieron en Ecuador 13 presidentes. De hecho, Rafael Correa fue el primero que logró iniciar y terminar un periodo constitucional. En 2006 ganó sus primeras elecciones apoyado por CONAIE. La alianza no tardaría en romperse.
A los indígenas y al correismo los unen muchas cosas y los separa una fundamental: el petróleo y el uso y protección de los recursos naturales. Los gobiernos de Correa se caracterizaron por tener una marcada política extractivista en zonas como la amazonía ecuatoriana, algo que el movimiento indígena rechazó de tajo. Fueron varias las protestas sociales que protagonizaron, la de 2010 se recuerda con particular interés.
Durante ese año el Gobierno tramitó la llamada Ley de Recursos Hídricos que tocaba temas como la redistribución del agua. El movimiento indígena la tachó de privatización y bloqueó las calles. Correa desestimó las protestas e incluso las equiparó con terrorismo. Su respuesta añadió además el uso de la Policía en enfrentamientos y detenciones. En una de ellas fue capturado Yaku Pérez, el que en ese entonces era un activista más y en estas elecciones protagonizó el rechazo a Arauz.
Desde que fue claro que Guillermo Lasso iría a segunda vuelta con Andrés Arauz el movimiento indígena se rompió. Por un lado, Pérez y su partido, Pachakutik (brazo político de CONAIE) se decantó oficialmente por el voto nulo. Días después, Virna Cedeño, quien era la dupla de Pérez en la primera vuelta, anunció que votaría por Lasso. “No puedo permanecer irresponsablemente neutra ante la posibilidad de que se establezca en el país el fallido y tramposo socialismo del siglo XXI”.
La división se escenifica bien en la provincia de Azuay, en donde Pérez hizo su carrera política. Allí ganó Lasso con 187.403 votos; le siguió el voto nulo, con 150.921 papeletas; y de último, Arauz, con 146.286. “Uno de los motivos de su derrota fue la confrontación que se generó durante mucho tiempo con otros sectores de la izquierda”, resume Ruiz, “creo que es un momento para que ese sector político se siente y haga un proceso de reunificación”. Finalmente, y si bien salió derrotada, la izquierda puede torpedear a Lasso.
Gobernabilidad, el reto
El Consejo Nacional Electoral mostraba ya una tendencia irreversible a favor de Lasso hacia las 9:00 p.m del domingo. Fue el propio Arauz quien reconoció su derrota, inaugurando, lo que para el estratega político Andrés Seminario, puede ser una nueva era en la política ecuatoriana, una en la que las transiciones se hagan más tranquilas. “Hace cuatro años el candidato perdedor no reconoció tan fácil su derrota”. La ponderación parece necesaria considerando que ninguna fuerza tiene mayoría en el Congreso.
De hecho, Lasso llega debilitado en ese escenario. Si se cuenta solo los congresistas que tiene su formación, Creo, tendría una fuerza parlamentaria de apenas 12 escaños. Si se le suman los 19 congresistas que obtuvo el PSC (Partido Social Cristiano), su aliado en las presidenciales, ajustaría 31, muy lejos de los 48 asambleístas que tiene el correismo y aún más de los 70 que son necesarios para la mayoría.
“Una de las primeras cosas que tendrá que hacer es sentarse a establecer acuerdos con otras fuerzas. Es posible que vaya a tener que ceder ministerios en su gabinete, en aras de esa gobernabilidad”, dice Seminario. Atrás deberán quedar las acusaciones de campaña que tanto Lasso como Arauz se lanzaron. Al hoy presidente electo le recordaron una y otra vez sus nexos y presunta participación en la toma de decisiones que llevaron a crisis económicas en el país, como la de 1999. En ese entonces, era superministro de Economía en el gobierno de Jamil Mahuad.
El 11 de marzo de 1999 Mahuad decretó el congelamiento de los depósitos por un año en cuentas corrientes con dos millones de sucres (500 dólares). Según explicó, la decisión era necesaria para salvar el sistema financiero nacional. El país vivía una intensa crisis económica provocada por la quiebra de varios bancos. El pánico económico provocó la mayor ola migratoria en la historia de Ecuador. Según se estima, más de 2 millones de ecuatorianos se desplazaron. Si bien Lasso era parte del gobierno, ha insistido en que no participó de la toma de esas decisiones.
“Si tuviera en su mano el beneficio del Ecuador o de su banco, ¿qué decisión tomaría?”, alcanzó a preguntarle Arauz a Lasso en el último debate. “Va a ser un gobierno que va continuar reformas económicas que ya se comenzaron en el gobierno de Moreno”, apunta Ruiz. En el escenario regional, ambos analistas coinciden en que Lasso no será muy dado al enfrentamiento.
“Mantendrá relaciones cordiales con los gobiernos progresistas (Argentina y Bolivia)”, señala Ruiz, “y es posible que sea cercano a gobiernos como el colombiano”. Los primeros 100 días de Lasso se antojan fundamentales: recibirá un país en plena crisis sanitaria y económica. También en una transición política, esa que encarna y que puso fin a 14 años de gobierno de izquierda en Ecuador.