México es tal vez, en el momento, el país más golpeado por el narcotráfico en el mundo. El problema con las drogas, que afecta a otras naciones, puso a la comunidad internacional a debatir sobre la necesidad de plantear una forma distinta de lucha contra este flagelo. Al país mexicano le ha tocado durante el proceso de transición de gobierno que asumirá Andrés Manuel López, el próximo mes de diciembre.
Según explica la que todos prevén será su secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, el próximo mandatario de los mexicanos planea legalizar la droga, amnistiar a los delincuentes menores, y frente a los grandes narcotraficantes, considera crear un esquema de sometimiento que garantice información sobre las rutas utilizadas y los políticos corruptos que han hecho parte del negocio.
“Recibí de Andrés Manuel una carta abierta para hacer lo que sea necesario para pacificar el país. Debe irse avanzando en la propuesta de legalizar la droga. Él sabía perfectamente de mis artículos en la prensa sobre la despenalización, me dijo textual: ‘abramos el debate’”, afirmó la mano derecha de AMLO en una conferencia sobre la lucha contra los narcos.
Ante la iniciativa, el gobierno estadounidense rechazó cualquier idea en esa vía: “vamos a continuar teniendo contactos con nuestros socios mexicanos. No tengo un anuncio específico de una política en ese frente, pero no apoyaríamos la legalización de todas las drogas en ningún lugar, y ciertamente no querríamos hacer nada que pudiera permitir que más drogas entren en nuestro país”, dijo Sarah Sanders, portavoz de la Casa Blanca.
Como no se trata del anuncio formal de la implementación de un plan para reformar la política antidrogas en México, aunque sí el aviso de que el gobierno de AMLO tendrá el asunto entre sus prioridades, los gobiernos de los países más golpeados por el pulpo global del narcotráfico no han reaccionado más allá de lo dicho por la vocera estadounidense.
¿Una lucha fallida?
Frente a la legalización, el nuevo gobierno tiene una posición: para el presidente Iván Duque, y su ministro de Defensa, Guillermo Botero, la lucha frontal contra el narcotráfico, por lo menos en Colombia, vuelve ahora a viejas medidas de erradicación y lucha: la fumigación de cultivos y la erradicación forzosa de las plantaciones ilícitas.
“Uno tiene que reconocer que el glifosato es uno de los herbicidas más usados en el mundo. Yo como agricultor que he sido lo he usado con resultados estupendos y sin que causara daños en las personas que lo aplican”, expresó Botero.
A su turno, el nuevo mandatario de los colombianos indicó que “vamos a avanzar en la confiscación de cualquier dosis de droga que esté en las calles de Colombia”, señalando que la dosis mínima es un obstáculo para judicializar a los comerciantes de drogas en el país. “Queremos una sociedad que se libere de las drogas”, enfatizó Duque.
Otra reflexión planteó el anterior gobierno, el del expresidente Santos, quien sentenció, durante sus intervenciones en Naciones Unidas, el fracaso de la lucha contra este flagelo que corrompe las naciones y perpetúa la impunidad.
“Después de tantas vidas segadas, después de tanta corrupción, después de tanta violencia, ¿podemos decir que ganamos esta guerra? ¿Podemos decir por lo menos que la vamos ganando? La repuesta infortunadamente es no. No la hemos ganado ni la estamos ganando. Hay que repensar y dejar atrás la receta basada en la represión”, dijo en la Asamblea de ONU.
En opinión de Óscar Palma, director del Observatorio de Drogas Ilícitas y Armas de la U. del Rosario, Santos interpretó una realidad innegable.
“La afirmación que reiteró durante todo su gobierno es una verdad que repiten además otros Nobel de paz, presidentes y líderes del mundo. Es muy claro que la forma de lucha antidrogas que se dio durante las últimas décadas ha sido un fracaso . La idea de una pelea militarizada y restrictiva no ha servido de nada. La consecuencia es que las cárceles están llenas, mientras que las personas siguen consumiendo. No hay lógica para mantener esa política, por lo que la iniciativa de Santos de promover un debate global buscando alternativas a la represión fue y es lo correcto a hacer”, dijo.
Las cifras son contundentes: según la ONU, hasta 315 millones de personas entre 15 y 64 años, consumen drogas ilegales. En 2011, entre 16 y 29 millones presentaban consumo problemático, menos del 10% del total. Pero muy pocos tienen acceso a terapias para tratar la dependencia, según el mismo organismo, 83 % de la población mundial tiene escaso o nulo acceso a fármacos para tal fin, mientras la financiación sigue enfocada al ámbito de la seguridad.
México, solo un eslabón
¿Qué efectos mundiales puede tener el viraje del gobierno mexicano respecto a la política antidrogas? César Jerez, activista de la Coordinadora Nacional de cultivadores de coca, amapola y marihuana que agrupa a campesinos e indígenas de 15 departamentos, consideró: “ahora en el mundo hay una tendencia muy fuerte de regularización del cannabis (marihuana), con casos emblemáticos en Uruguay y algunos estados de EE. UU. El hecho de que México, uno de los países más golpeados por el narcotráfico, se integre a esas dinámicas, será un precedente muy importante para dar una salida a este problema mundial”.
Jerez y Palma concuerdan, no obstante, en que cualquier avance en la materia será posible solo si se da una implementación coordinada entre las naciones que sufren este flagelo.
“Es necesario un acompañamiento global a lo que planea México para que esto sea efectivo. No puede ser solo un eslabón, sino un esfuerzo integral que cubra toda la cadena del narco”, concordó con ellos John Marulanda, consultor internacional en seguridad y defensa.
Esa falta de integración de las políticas alternativas “es lo que ha permitido en Holanda un fortalecimiento del “narco”, ya que, aunque ha legalizado la marihuana, mantiene un enfoque represivo frente a la cocaína”, señaló Palma.
En el tema de la coca ya hay ejemplos que indicarían un camino similar, aunque todavía riesgoso e incipiente, como el de Bolivia, como señala Jerez: “El gobierno de Morales implementó una política soberana antidrogas que introdujo un marco legal para el uso cultural e industrial de la coca, lo que quitó terreno a la economía ilegal orientada a la fabricación de cocaína. Es una referencia posible y distinta a lo de siempre”.
Un concepto diferente tiene Juan David Escobar, director del Centro de Pensamiento Histórico de la universidad Eafit. “No se ha comprobado si esa es la solución. Además de seguir por ese camino de legalización, creo que solo funcionaría si todo el mundo la aplica. Esto es un problema global que requiere acciones globales, de nada sirven soluciones locales o parciales”, explica.
¿Y la salud?
Sin embargo, aún se presentan inconvenientes médicos. Para el toxicólogo Hugo Gallego Rojas, el problema del abuso de sustancias se da con el alcohol, el tabaco y la marihuana “depende de las condiciones de los sujetos. Pero el abuso de THC (Tetrahidrocannabinol, principal componente psicoactivo del cannabis) puede ocasionar depresión, ansiedad, cuadros de bronquitis, trastornos de pánico y alucinaciones. No podemos dejar en manos del mercado la promoción de una sustancia que pese a algunos efectos positivos hace daño en las personas”.
De momento cabría resolver primero, para estos expertos, el estatus mundial de la marihuana, en cuanto a salidas globales concertadas, antes de abordar temas de mayor gravedad en la lucha contra el narcotráfico.