La alarma de los ambientalistas se encendió el pasado 4 de abril, cuando la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (Eumetsat) advirtió la formación de un espacio vacío de al menos seis millones de kilómetros en la capa de ozono sobre la región ártica del planeta. Un mes después, tras una revisión al detalle realizada por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las noticias para el ambiente son más alentadoras: el agujero no era tan grande y ya se cerró.
En un informe publicado esta semana, la OMM explicó que, en primera medida, el surgimiento del agujero se debió a que el agotamiento de la capa de ozono “alcanzó esta primavera un nivel sin precedentes en gran parte del Ártico por la presencia continuada de sustancias nocivas para la atmósfera y un invierno muy frío en la estratosfera, la capa atmosférica situada a una altitud aproximada de entre 10 y 50 km”. Las concentraciones de ozono en el polo norte quedaron por debajo de 220 unidades Dobson (unidad que mide el espesor de la capa), cuando lo más bajo que se había registrado en marzo era 240 unidades Dobson.
Pero, contrario a lo que se pensaba, “el hoyo tuvo una extensión máxima mucho menor que la de un agujero típico de la Antártida” y logró cerrase por condiciones meteorológicas favorables: “Las temperaturas en la estratósfera subieron e hicieron contraer el vórtice polar (una región en la que soplan vientos circulares muy fuertes, que se intensifican en otoño y aíslan la masa de aire situada en su interior, manteniéndola a una temperatura muy baja). La subida de esas temperaturas en abril permitió la entrada de aire rico en ozono procedente de la atmósfera baja y eso puso punto final al episodio”.
“No bajar la guardia”
Al respecto, el secretario general de la OMM, Petteri Taalas, advirtió que el problema pudo ser peor, pero que la aplicación del Protocolo de Montreal, ha permitido la eliminación progresiva de gases que hacen mal a la atmósfera.
Dicho protocolo es una sección del Convenio de Viena, que desde 1989 compromete a los países que integran las Naciones Unidas a reducir el consumo de sustancias nocivas para la capa de ozono, como los clorofluorocarbonos (CFC), presentes en los refrigerantes y aerosoles. Sin embargo, enfatizó Taalas, estos compuestos quedan en el ambiente durante décadas y aún hay concentraciones lo suficientemente altas como para causar daños.
“La estratosfera ártica sigue siendo vulnerable a las sustancias que agotan la capa de ozono emitidas por actividades humanas. La magnitud de la pérdida de ozono en un invierno dado depende de las condiciones meteorológicas. El agotamiento de la capa de ozono registrado en 2020 evidencia que no podemos bajar la guardia y debemos proseguir con las observaciones de forma continuada”, sentenció.
¿Y la Antártida?
Otra de las entidades que alertó el descenso inusual de los niveles de ozono en el Ártico durante el primer trimestre de este año fue la Nasa. Paul Newman, científico jefe de Ciencias de la Tierra del Centro de Vuelo Espacial Goddard, que pertenece a esa dependencia del Gobierno estadounidense, fue menos optimista sobre el tema y aseguró que la apertura del agujero, aunque ya se haya cerrado “es preocupante para la salud general de la atmósfera, pues en el Ártico, los niveles de ozono suelen ser altos durante marzo y abril”.
“No sabemos qué causó este fenómeno, pero sí sabemos que si no hubiéramos dejado de poner CFC en la atmósfera debido al Protocolo de Montreal, el agotamiento del Ártico este año hubiera sido mucho peor”, destacó.
La aplicación de estas normas contenidas en el Convenio de Viena bien podrían ser un ejemplo de resultado positivo de los esfuerzos multilaterales, pues del otro extremo del planeta también llegan buenas noticias. Susan Strahan, científica atmosférica del Centro Goddard, explicó que, en la Antártida, el agujero descubierto en 1985 en la capa de ozono también viene presentando signos de recuperación.
“Si el mundo no hubiera hecho nada, si el Protocolo de Montreal no se hubiera firmado, las cosas habrían sido muy desastrosas. Habría altísimos niveles de rayos ultravioleta, habríamos tenido pérdidas globales de cultivos, las personas serían más vulnerables al sol y el cáncer de piel estaría aumentando. Vamos en la dirección correcta. Solo necesitamos ser pacientes y mantener el buen trabajo”, declaró.
220
unidades Dobson de ozono registró en marzo, en el Ártico, la OMM.