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Ante la crisis, Argentina elige volver al peronismo
Alberto Fernández, el candidato del kirchnerismo, derrotó al presidente Mauricio Macri en primera vuelta. Su principal reto: recuperar la economía.
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El nuevo presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, fue jefe de gabinete en los primeros gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, aunque se distanció de esta en 2007. FOTO reuters
28 de octubre de 2019
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El grito de “vamos a volver”, repetido en las últimas semanas de la campaña en Argentina ratificó este domingo una realidad invariable para ese país desde hace 70 años: el peronismo siempre regresa.
Alberto Fernández y su fórmula a la vicepresidencia, la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), ganaron en primera vuelta los comicios presidenciales de este domingo con un 47,45 % de los votos, mientras que el aspirante a la reelección, Mauricio Macri, obtuvo el 41,11 %.
Aunque las últimas semanas de campaña representaron un repunte para Macri, luego de su derrota con solo 32 % en las primarias del pasado 11 de agosto, al derechista no le alcanzó para conservar el mando de un país que entrega en su peor crisis económica desde inicios de siglo, con un tercio de la población viviendo en la pobreza (35,4 % según cifras oficiales) y una caída del peso argentino frente al dólar del 70 % desde inicios de 2018.
Esa herencia, y la deuda contraída por Argentina con los mercados internacionales, incluyendo el préstamo de 37.000 millones de dólares pedido por el gobierno Macri al Fondo Monetario Internacional –el mayor en la historia del organismo–, serán las prioridades del nuevo gobernante, quien asumirá el próximo 10 de diciembre.
La sombra del FMI
La promesa que le permitió al kirchnerismo regresar es, en esencia, la misma que lo llevó al poder hace más de una década: gobernar una Argentina en la que los niños no sepan lo que es el FMI.
En la memoria de los argentinos siguen vigentes las secuelas del anterior “rescate” económico por parte del organismo durante la crisis de 2001, que devino en la imposición del llamado “corralito”, una medida que impedía a los argentinos retirar los dólares de sus cuentas bancarias.
Ya desde 2007 una pieza de campaña de Cristina Fernández mostraba como logro del primer gobierno de su esposo, Néstor Kirchner, que para varios niños consultados en el video el FMI fuera una banda de caballos, o un satélite que chocó contra la luna.
Sin embargo, en el contexto actual, para Alberto Fernández será imposible retirar al FMI de sus prioridades. Así lo afirma Jorge Castro, economista y presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico (Inpe), quien señala que, al momento de su llegada al poder, Fernández se verá obligado a resolver la misma tarea que hasta ahora llevaba Macri: negociar con los mercados internacionales.
“Antes que cualquier agenda interna”, afirma Castro, “Fernández tendrá que renegociar el pago de las deudas internacionales que, si se quedan como están, le quitarían un 6 % del PIB al gasto público”.
¿El poder para quién?
De acuerdo con los analistas, una de las claves de la victoria de los Fernández fue que Cristina –que enfrenta varias acusaciones por corrupción durante su gobierno– eligiera estar en segundo plano.
La duda ahora será si se mantendrá allí. Para el analista argentino Mario Riorda, el actual “será un gobierno de múltiples negociaciones”, pues Alberto representa un ala del peronismo más moderada.
Sin embargo, el experto no avisora un escenario como el de Ecuador, donde el mandatario Lenín Moreno rompió con su fórmula vicepresidencial, Jorge Glas, en el primer año de gobierno, abriendo parte de la crisis institucional actual en ese país.
Julio Bárbaro, politólogo argentino, va más lejos. Para él, la razón por la que Cristina eligió a Alberto –un antiguo subordinado con el que llevaba una década de peleas– fue porque “no se trataba de un representante o un mandadero, sino de un heredero”.
La expectativa es si la sucesión, exitosa por ahora, soportará unida los golpes de una crisis económica que ahoga a los argentinos sin distinguir la bandera política que esté clavada sobre la Casa Rosada
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