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Especies invasoras deambulan sin control: el ‘jumanji’ del Magdalena Medio

Hipopótamos sin control, ciervos asiáticos escurridizos, un pez nefasto y ahora una anaconda gigante son las consecuencias del tráfico y las decisiones irresponsables que pueden perjudicar a toda una región.

  • La esterilización quirúrgica de los hipopótamos fracasó en el Magdalena Medio por diversas situaciones y continúa su proliferación. FOTO CAMILO SUÁREZ
    La esterilización quirúrgica de los hipopótamos fracasó en el Magdalena Medio por diversas situaciones y continúa su proliferación. FOTO CAMILO SUÁREZ
  • Los chitales son otras de las especies que se escaparon de la Hacienda Nápoles y comenzaron a invadir el Magdalena Medio FOTO: EDGAR GÓMEZ, EL CHINO
    Los chitales son otras de las especies que se escaparon de la Hacienda Nápoles y comenzaron a invadir el Magdalena Medio FOTO: EDGAR GÓMEZ, EL CHINO
  • La anacona de unos seis metros no ha atacado ganado, pero se nueve peligrosamente cerca de habitantes de una vereda en Puerto Nare. FOTO: CORTESÍA
    La anacona de unos seis metros no ha atacado ganado, pero se nueve peligrosamente cerca de habitantes de una vereda en Puerto Nare. FOTO: CORTESÍA
hace 20 minutos
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El valle medio del río Magdalena hace parte de algo enorme: el hotspot (punto caliente) de biodiversidad Tumbes-Chocó-Magdalena, es una región con una vasta diversidad biológica y hábitat de miles de formas de vidas únicas en el planeta. Solo existen 36 hotspot en el mundo, las arcas de Noé verdaderas.

Por el Magdalena Medio han pasado todas las guerras de Colombia y todas las ambiciones. A pesar de la brutal colonización que arrasó selvas para abrir haciendas ganaderas, a pesar de la desaparición de miles de hectáreas de bosques para extraer oro y para sacar indiscriminadamente la madera que dio vida al ferrocarril y otras industrias, todavía conserva miles de hectáreas de los complejos cenagosos mejor conservados del país y cerca de 2.000 hectáreas bosques húmedos, último relicto de este ecosistema amenazado en el que persisten, contra todo pronóstico, especies en vía de extinción como el mono aullador, el paujil pico azul, y especies forestales como los colosos carreto colorado y comino fresco. Pero ahora enfrenta una amenaza nueva: la proliferación de especies invasoras y exóticas, que vuelven a poner en riesgo la riqueza natural.

Hablar de la crisis ecológica desatada por los hipopótamos es rayar el cassete. Los descendientes de los dos individuos fugados de la Hacienda Nápoles han logrado modificar drásticamente el entorno físico en varios puntos de la cuenca que ahora ocupan. Pocas especies en el planeta tienen este poder y existen pocos registros de una comunidad de animales que lo haya logrado en tan poco tiempo como lo hicieron estos cerca de 200 hipopótamos repartidos en siete grupos que abrieron canales, transformaron la dinámica hidrológica alterando la disponibilidad de hábitat en algunos puntos y han puesto en riesgo la disponibilidad de peces de los que viven cientos de familias. Por citar solo algunas de las decenas de desastres documentados.

Pero aunque es el más famoso no es el único problema que tiene entre manos la región. De hecho, poniéndole un poco de humor al asunto, el Magdalena Medio empieza a parecerse a Jumanji. Cuando las autoridades ambientales apenas comienzan a enfrentarse a los riesgos de una especie invasora o exótica, resulta otra. Las potenciales consecuencias son enormes: desequilibrios ecosistémicos, arrasamiento de especies nativas, escasez y desaparición de recursos vitales para los pobladores: comida, agua, suelos.

A la lista liderada por los hipopótamos, cada vez más astutos y adaptados, se suman los escurridizos chitales, esos ciervos también fugados de Nápoles cuya cantidad se desconoce; el pez basa que sigue su silenciosa devastación de fauna íctica; y ahora una anaconda que tiene a los habitantes de Puerto Nare y Puerto Triunfo en zozobra y plantea la posibilidad de que haya más reptando entre potreros.

¿Cómo terminó la región acumulando problemas con varias especies al tiempo? ¿A qué impactos se enfrenta si siguen proliferando?

¿Los hipopótamos se volvieron más sagaces?

El extenso estudio que realizaron el Instituto Humboldt, el Instituto Sinchi, Invemar y la Universidad Nacional realizados en 2020, y que el Ministerio de Ambiente engavetó por cinco meses hasta que lo liberó en abril de 2023, concluyó que es impostergable erradicar al menos 30 hipopótamos del Magdalena Medio cada año, mediante eutanasia, translocación (llevarlos a otro lugar en un ambiente controlado) y esterilización. Desde la publicación del estudio poco pasó. Cornare sigue peleando sola en la zona mientras Minambiente decidió bajarle la persiana al asunto.

Desoyendo a los científicos que pedían priorizar la eutanasia para frenar el desastre social y ecológico, la entonces ministra de Ambiente, Susana Muhamad, anunció en noviembre de 2023 la elección del camino menos viable y más costoso: la esterilización quirúrgica, un procedimiento que cuesta $40 millones por hipopótamo y que trazó como meta 40 cirugías al año.

Cuando el asunto perdió novedad, los biólogos y veterinarios de Cornare quedaron solos con lío y ocurrió lo que parecía inevitable. David Echeverri, jefe de Bosques y Biodiversidad de Cornare, cuenta que este año solo pudieron realizar una cirugía.

Desde el principio el plan pintaba cuesta arriba. A la dificultad de cebarlos y dormirlos con una rigurosa dosis de opiáceos, viene luego lo más complicado. Llevarlos a un potrero improvisado como sala de cirugía donde en cuestión de minutos un equipo de ocho personas tienen que introducir por sus fauces una sonda endotraqueal que lo mantendrá vivo y en bien profundo. Para llegar hasta la tráquea alguien del equipo médico mete, literalmente, medio cuerpo en la boca del mamífero más letal del planeta.

Todo tiene que hacerse en silencio. El ruido más leve puede provocar que el animal hiperventile y en su intento por despertar desate un paro cardiaco. Con esa brega, David y su equipo alcanzaron en dos años 34 esterilizaciones. Pero el peso de las dificultades se impuso. Dos hipopótamos murieron en medio de la cirugía por la anestesia y, según relata Echeverri, la manada principal de la cual capturaban a los hipopótamos para esterilizarlos los sorprendió con un comportamiento intempestivo y se esfumaron de la zona de la cual era un poco más accesible extraerlos.

Ese grupo se llama Nápoles y está conformado por más de 100 individuos, ha habitado históricamente un área de 8,3 km² y concentra sus actividades en dos áreas núcleo que suman 2,2 km² asociadas a los lagos de la Hacienda Nápoles y a los ecosistemas acuáticos del corregimiento de Doradal.

Entérese: Campesino de Puerto Triunfo denunció que un hipopótamo le estaría matando su ganado

¿Se volvieron más sagaces en cuestión de meses, fue una reacción de miedo instintiva ante las capturas? Lo cierto es que, según David, ahora toca suspender las esterilizaciones esperando a que nuevamente se asienten y bajen la guardia y poder el próximo año con esterilización química, mucho menos compleja pero de eficacia más incierta.

Hay que recordar que las acciones, poco efectivas y lentas, apenas han tocado al grupo principal llamado Nápoles. Todavía siguen inalterables los otros seis grupos, incluyendo los que ya conquistaron territorio en Puerto Berrío, Yondó, Santander y el complejo de ciénagas de Magangué, en Bolívar. Esta es, justamente, una de las líneas rojas que separan la debacle total. Si los hipopótamos conquistan la Depresión Momposina el recurso pesquero del que vive el 80% de la población en esa región quedaría en riesgo.

Cualquier cambio en esos grupos, como una posible dispersión agravaría la complicada trama burocrática que ata a las autoridades ambientales. Los 33.000 kilómetros cuadrados del Magdalena Medio se reparten entre ocho departamentos y seis corporaciones autónomas, incluyendo Cornare y Corantioquia. Las acciones de monitoreo, captura y reubicación de estas especies quedan a la deriva cuando se topan con el cruce de competencias y jurisdicciones.

Por ahora, el panorama es desalentador. Seguirán arrasando pastos (50 kg diarios por animal), con una dieta que incluye tres especies de plantas endémicas vitales para el funcionamiento ecosistémico en la región. Y seguirán confinando a veredas enteras a las 6:00 p.m., como ocurre en Puerto Nare, por temor a toparse con las moles de 1.300 kilos. Este fin de semana, Minambiente anunció que comenzó a socializar el Plan para la prevención, control y manejo de la especie exótica invasora hipopótamo. El ritmo de avance de posibles soluciones sigue siendo preocupante.

Los chitales son otras de las especies que se escaparon de la Hacienda Nápoles y comenzaron a invadir el Magdalena Medio FOTO: <b>EDGAR GÓMEZ, EL CHINO</b>
Los chitales son otras de las especies que se escaparon de la Hacienda Nápoles y comenzaron a invadir el Magdalena Medio FOTO: EDGAR GÓMEZ, EL CHINO

El misterio de los chitales

Un trino del biólogo Darwin Morales, investigador de la Universidad de Luisiana, publicado a finales de 2023 puso al país a preguntarse si, además del hipopótamo, otra especie del narcoterrorista Pablo Escobar había logrado romper el cerco en Nápoles y vivir de manera silvestre.

Morales planteó que un empolvado artículo de sus colegas Héctor Ramírez y Néstor Roncancio mencionaba rastros de chitales en bosques del Magdalena Medio. Esta especie, conocida también ciervo moteado, es nativa del subcontinente indio. Pero más allá de ese rastro difuso no había ninguna prueba de que dicha especie hubiese hecho parte del zoológico de Nápoles, hasta que días después de que el biólogo lanzara al aire esa incógnita, Édgar Jiménez Mendoza, conocido como el Chino, el fotógrafo personal de Escobar, le entregó a EL COLOMBIANO la prueba que hacía falta: las fotografías que él mismo tomó de los chitales pastando en la hacienda.

Una década atrás, David Echeverri había pedido ayuda a Minambiente para intentar rastrearlos y monitorearlos. Pero nunca la recibió. En los últimos meses los reportes de avistamientos de chitales aumentaron. En redes circulan videos de ciervos solitarios y en pequeños grupos. Pero se las sigue arreglando para mantenerse en misterio.

El primer paso obligatorio para tomar decisiones frente a especies exóticas e invasoras es tener algún grado de certeza de cuántos son y en dónde están. Y eso es justo lo que no han podido lograr con los chitales. Echeverri señala que para observarlos es necesario montarles la perseguidora hasta por una semana y aún así no hay garantía de avistamiento. Por eso decidieron apoyarse en una robusta red de información campesina que lograron conformar, precisamente, a partir de los procesos de monitoreo con los hipopótamos. Con fotos, videos y testimonios de las comunidades en Puerto Triunfo están armando un primer diagnóstico para conocer qué tanto se han reproducido y cuál es la dimensión de este nuevo lío.

Para el mismo fin, Corantioquia incluyó al ciervo moteado en noviembre de 2024 en el cartel de las especies invasoras pidiendo a la comunidad información para ubicarlos y monitorearlos.

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Según los expertos de Corantioquia, en otros países como Argentina, el chital alcanzó categoría de invasor por el crecimiento poblacional difícil de mitigar y el potencial impacto en la regeneración de la vegetación nativa. Ese es justo el temor en el Magdalena Medio.

El biólogo de Cornare explica que en una fase de consolidación de su población, los ciervos moteados se mueven en manadas enormes, lo que afectaría dramáticamente la regeneración de bosques nativos y pondría en jaque a especies nativas, como el venado cola blanca, cada vez más acorralada por la expansión urbana en el Oriente antioqueño.

El basa devora todo a su paso

Más o menos en 2010 a alguien le pareció buena idea traer a Colombia el pez basa, una especie nativa del río Mekong, el más largo del sudeste asiático. Su presencia en el país no contaba con permiso oficial, pero aún así recibió la bendición en ese entonces de entidades como la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca –AUNAP– que habló maravillas de sus supuestas bondades para convertirse en producto de exportación.

Lo cierto es que el basa nunca recibió permiso para la cría con fines de uso ornamental o en piscicultura. Pero no hizo falta, a la vista de todos, incluso con publicidad pautada en redes, se venden alevinos, la semilla de una especie que sin control de ningún tipo tiene un mercado que supera las 1.700 toneladas al año en el país.

En 2015, pescadores en el río Carare reportaron la primera pesca silvestre, y desde entonces se regó por toda la cuenca del Magdalena.

El mapa que Corantioquia compartió a EL COLOMBIANO sobre la problemática muestra que entre Antioquia y Santander se concentran la mayor cantidad de localidades de captura de este pez y, más pavoroso todavía, que su distribución potencial abarcaría casi la totalidad de las cuencas de los ríos Magdalena, Cauca y Atrato.

Según los expertos de Corantioquia, el potencial invasor del pez basa radica que las características geomorfológicas e incluso hidrométricas (nivel del agua y patrón) de la cuenca del río Mekong, son muy parecidas a las de la cuenca del Magdalena. Eso facilita su adaptación. Pero, además, el pez basa realiza migraciones ascendentes, descendentes y en planicie, similares a las que realizan especies nativas como bagres y otras especies de interés pesquero en la cuenca del Magdalena.

Para completar, el nocivo pez asiático tolera ciertos niveles de salinidad y bajos niveles de oxígeno, lo que lo pone en ventaja para una mejor dispersión y adaptación en la desembocadura y aguas salobres del bajo Magdalena. Es omnívora; devora detritus, material vegetal, insectos, crustáceos y peces (tanto juveniles y adultos), frutas y crustáceos.

Y como si esas características no fueran suficientemente espeluznantes, los mismos expertos señalan que el pez basa es un portador, vector o intermediario y transmisor potencial y real de enfermedades y parásitos a peces exóticos en cultivos y a especies nativas en su medio natural.

Aquí no se está hablando entonces solo de implicaciones ecológicas en ecosistemas acuáticos sino de una amenaza a la seguridad alimentaria de pescadores artesanales y sus familias. Solo en el Magdalena Medio antioqueño, al menos el 20% de la población depende directa o indirectamente de lo que produce el río.

La anacona de unos seis metros no ha atacado ganado, pero se nueve peligrosamente cerca de habitantes de una vereda en Puerto Nare. FOTO: <b>CORTESÍA</b>
La anacona de unos seis metros no ha atacado ganado, pero se nueve peligrosamente cerca de habitantes de una vereda en Puerto Nare. FOTO: CORTESÍA

La anaconda y los riesgos del tráfico

Con un pulso envidiable, campesinos del sector La Moya, un asentamiento remoto en los difusos límites entre Puerto Nare y Puerto Triunfo, grabaron por más de dos minutos, a escasos centímetros, la lenta desaparición de una anaconda a la que bautizaron “la niña”, reptando en potreros a solo unos metros de donde pastaba el ganado. Procedieron luego a enviárselos a los expertos de Cornare y Corantioquia.

El biólogo y veterinario de Corantioquia, Luis Guillermo Sierra y Andrés Felipe Rodríguez partieron la semana pasada hacia el sitio del avistamiento y aunque después de ocho horas de búsqueda no pudieron verla, corroboraron que se trata de una anaconda de entre cinco y seis metros, que según los testimonios ha prosperado sin necesidad de atacar ni a un solo animal doméstico o de producción.

La aparición de una anaconda es lo último que le faltaba al Magdalena Medio. Tanto Echeverri como los expertos de Corantioquia señalan que la especie tiene distribución natural en la Orinoquía y Amazonía colombiana. Estar tan lejos de su hábitat implica obligatoriamente dos opciones, según Echeverri: o fue víctima de tráfico ilegal de especies o fue extraída y ubicada premeditadamente en el Magdalena Medio, ambas opciones son graves y plantean el temor que de que exista más de una.

El equipo de Corantioquia encontró que a 100 metros del avistamiento está el cauce del río Magdalena, charcas y potreros inundables. Desde el potrero se mueve hacia un parque de bosque conservado y tiene a disposición chigüiros y babillas en abundancia.

Los pobladores reconocieron que no quieren hacerle daño, pero también que le tienen miedo, que temen por la seguridad de sus hijos, por lo que pidieron una reubicación urgente. Pero lograrlo no es tan sencillo. Y en concepto de los expertos que visitaron la zona, por ahora parece más factible que el desenlace sea trágico para la anaconda por acción de las personas en caso de una interacción negativa, a que se tope con depredadores como el puma o el jaguar.

De fondo, recalca Echeverri, lo que plantea este caso, al igual que los de los demás invasores, es la enorme y frustrante brecha que existe sobre pedagogía ambiental para entender cómo una decisión puede causar consecuencias nefastas para toda una región.

El Magdalena Medio ha sido testigo de procesos maravillosos. Muestra de ello es Distrito Regional de Manejo Integrado, 32.000 hectáreas de áreas protegidas, sala cuna de peces como el bocachico y corredores con menos amenazas para el paujil, el mono araña y el manatí. Han sido posibles gracias a historias improbables como las que dieron vida a la reserva El Silencio, donde descendientes de colonos y ganaderos extractivistas y deforestadores se unieron con científicos para cambiar de legado y proteger a especies en peligro crítico de extinción como el jaguar.

Pueden enfrentar amenazas como las que imponen las especies invasoras, pero no pueden solos, y el Ministerio de Ambiente no puede seguir ajeno a la crisis de las especies invasoras.

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