Hace poco más de cuatro años, como vicepresidente, fui a la oficina del Presidente Álvaro Uribe y le dije: "la posición de la Canciller Araújo es insostenible".
El caso de su hermano Álvaro se convertía en un obstáculo insalvable y en un desgaste que hacía casi imposible que ella realizara una función vital en un gobierno como era la de manejar las relaciones exteriores de un país. Ya todos sabemos cómo terminó ese episodio.
Con ese antecedente y asumiendo el riesgo de tener dos casos abiertos en la Fiscalía General, debo decir lo mismo de Vivianne Morales. Y creo que por conveniencia nacional debería pensar en tomar esa misma decisión, pues su relación sentimental va a llevar a que la Fiscal empiece a ver cómo poco a poco se pierde la legitimidad de un cargo clave en el aparato judicial. En un mundo globalizado, donde la cooperación internacional es fundamental para el buen suceso de la gestión judicial, esa legitimidad y la credibilidad de un fiscal se vuelve una característica crítica en el éxito de este frente.
No quiero con ello, de ninguna manera, calificar la gestión hasta este momento de la Fiscal. Pero eso no es suficiente. Qué aparato judicial en el mundo va a confiar en otro en el que su cabeza está casada con una persona que fue guerrillero, asesor de paramilitares, condenado por la justicia y hasta acusado por tener relaciones con el narcotráfico.
En la Corte Suprema esta relación generó preocupaciones a la hora de votar por ella. En el gobierno sucedió lo mismo durante el proceso de postulación. Y una vez se oficializa por parte de la Fiscal, las dudas que tenían ambas instituciones se convierten en certezas que ahora hacen parte de un debate público que apenas comienza.
De ahora en adelante una decisión en un sentido o en otro se puede fácilmente interpretar o como compensación por su debilidad política o favorecimiento para encontrar aliados en la batalla que se le viene. Esta semana ese escenario se comenzó a dar con la decisión de ordenar el arresto de Camilo Bula. Toda actuación de la Fiscalía queda bajo ese manto de duda.
Además, ya comienzan a aparecer evidencias de Carlos Alonso Lucio enredado, por lo menos, con casos de gran impacto en la Fiscalía, como son los diálogos con el exfiscal Pabón y la relación con la mano derecha de los Nule. Ni hablar de lo que puede suceder si aparece cualquier evidencia que vincule a Lucio con manipulación de casos, lo que por cierto ya se habla sotto voce entre los abogados que tienen negocios con la entidad de acusación.
La Fiscal ya reconoció que estuvo en Ralito. En una misión académica. ¿Qué quiere decir con ello? Debe explicar más a fondo, pues a cuentagotas la Fiscal habla de su pasado. Parte de ese pasado se dio en el Congreso como senadora. Durante el proceso 8.000 jugó un papel fundamental en la defensa del presidente Samper, lo que era su prerrogativa. Lo que no se puede negar es que la conclusión de ese episodio fue el peor debilitamiento institucional en la historia del país. La Fiscalía General de la Nación va por el mismo camino.
Ahora que está de moda Hernán Darío Bolillo Gómez, hay una comparación que cabe. Al 'Bolillo' lo sacan de la selección por golpear una mujer y no lo vuelven a poner por el mensaje que manda a la sociedad. Me pregunto, ¿qué mensaje manda a la sociedad y a la misma institución que la Fiscal esté casada con una persona con semejante pasado?
Uno no escoge la familia. Pero sí a las amistades y el compañero sentimental. Por eso nadie le puede pedir a Vivianne Morales que se separe.
Su vida privada y lo que decida en ese sentido se debe respetar. Pero cuando se tiene un cargo de la naturaleza vital como el que ella ocupa, si esta relación le hace daño a la institución, como ya comienza a suceder, se debe dar un paso al lado.
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