La puerta se abre por donde no se abren los carros comunes. Los grandes. Se abre, incluso, por donde no parece que se abriera: por el frente, hacia el lado derecho, tirando arriba. Adelante, porque atrás viaja el motor, caben dos o, quizá, uno y medio. Depende de lo flacos o gordos que sean los pasajeros.
Se llama BMW Isetta 300. Lo construyeron en los años 50, como una opción para salir de la crisis económica que le había dejado la Segunda Guerra Mundial. Compró la patente del carro, lo adaptó, le hizó las respectivas modificaciones y lo empezó a producir en 1955.
"Tiene de especial que es muy chiquito. Era popular, barato, para movilizarse en las ciudades en reconstrucción", cuenta Arturo Vayda, experto en autos clásicos y antiguos.
El naranjado, muy brillante, puso a su dueño a cambiar de mano para conducir (la palanca es con la izquierda) y a buscar concentración: los cambios son al revés. Este carrito, al que le cabe el diminutivo, es uno de los 23 microcarros protagonistas del desfile. Será el único 300, porque el otro es 250 y los demás de otras marcas. Cada uno con sus características. Con su belleza. Con su miniatura.
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