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Todos con el mismo señor

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06 de agosto de 2011
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Hace rato escribí un artículo que empezaba así: "Milena tiene 19 años y tres hijas de papás distintos...". Y hace unos meses me dolí de otra: "No tiene treinta años, pero ya tiene siete hijos, de siete hombres diferentes". El dato estaba errado: eran ocho, pero da igual.

En contraste, recientemente conocí una historia que me llegó al corazón. Se las comparto con la certeza de que ustedes la recibirán con la misma ternura que a mí me inspiró.

Margarita tiene muchos años, casi todos. Ha sido una matrona de las de antes, incansable y entregada a sus causas, enormes por demás, que desentonan con su baja estatura. Los años han hecho mella en su pequeño cuerpo y, aunque conserva la lucidez de su mente, a ratos recibe la visita del temible alzhéimer.

Sus hijas, que la tratan con los cuidados y la delicadeza de una porcelana fina, saben que el alemán ha llegado cuando no las llama por sus nombres, que olvida por momentos. Hace poco sostuvo el siguiente diálogo con una de ellas:

"Mija, ¿yo cuántos hijos tuve?". "Diez hijos, mamá". "¿Todos con el mismo señor?". "Sí, mamá. Todos con el mismo señor". "¿Y ese señor tuvo hijos con otra señora?". "No, mamá, él no tuvo hijos con otra señora". "Ah", dijo Margarita y pudo ser un ¡uf!, porque se notó aliviada. "Mija", en cambio, presa de un ataque de llanto, salió corriendo a desahogar sus emociones.

Aun sin darse cuenta, en medio de esa nebulosa de olvidos fugaces, Margarita rescata para sí la importancia de saber que ha vivido en armonía con sus principios de vida: la lealtad con "ese señor" y la de él con ella, el decoro, la integridad y la perseverancia en las de cal y en las de arena.

Posiblemente hoy esta clase de inventario al final de la existencia resulte extemporáneo, pero para ella es un parte de tranquilidad. No siempre "tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria". Aunque no lo parezca, todavía quedan personas para quienes el legado de virtudes jamás será anacrónico, así la sociedad moderna pretenda imponerles otros códigos.

No me voy al extremo de señalar con un dedo acusador a nadie, además porque circunstancias diferentes escriben el libreto particular de cada quien, pero sospecho que Margarita no sabe que la fidelidad se volvió de icopor, que no lee revistas de farándula, que no ve televisión y que nadie le ha contado que ahora muchas familias son ensambladas a la fuerza ("los míos, los tuyos y los nuestros"), que no es ilegal ni inmoral pero cuya conveniencia dejo en puntos suspensivos.

Mucho más allá del tono moralista de la historia, me admira saber que hasta el final de los días, incluso cuando ya no es importante más que para ellos, hay seres humanos ansiosos de saber no solo la verdad, sino de saber que esa verdad es la realidad que vivieron, lejos de las apariencias. Se llama honestidad con uno mismo y ¡ah falta que nos hace en este mundo de mentiras!

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