Estación Milagros, bautizada así no en nombre de alguna muchacha (mexicana y con inclinación a la lloradera perenne) sino con relación a todo lo que pasa por los alrededores y demás aledaños, que tiende a lo mágico, lo maravilloso, lo taumatúrgico y lo asombroso.
Debe ser consecuencia del calor, el bramido de los ríos, la manera de cobrar impuestos, el chillido de los micos y el toreo permanente de salón que, como decía Camilo José Cela, permite el monte y el desmonte, los chismes con intervalos para confesarse y los juegos con baraja manchada con aceite de oliva.
En ese toreo, Manuelito el besugo se tomaba fotos posando de presidente y su mamá le creía, por ejemplo. Pero estos son milagros menores y de complejo de Edipo al revés y no milagros mayores, como esos en que un dirigente muerto sigue en las suyas y bailando, igual al Quincas Berrío Daguas de don Jorge Amado, al que enterraron de pie pues no hubo quién lo acostara en el cajón ni le cerrara los ojos.
Que Hugo Chávez haya gobernado muerto, no es cosa rara y menos (ahora que estamos en el juego) innovación venezolana. Quizá sea una tradición que comenzó con Juan Vicente Gómez (el compadre de Fernando González ), que gobernó, dicen, durante dos meses después de finado, allá en la hacienda de Maracai, en Aragua. A Gómez le decían el bagre. Pero antes que este par de caribeños, el Cid Campeador (don Rodrigo Rui de Vivar ), ganó batallas siendo momia o reliquia, que es solo un pedacito.
Y ni hablar de Stalin, que gobernó en estado de coma (apoplejía) mientras Beria, el jefe de la NKVD, la policía del Estado, cuadraba la manera en que quedaría la Rusia soviética.
O Hitler, que según la leyenda nazi siguió vivo hasta que los pingüinos, las orcas y las morsas dieron cuenta de él.
Sabemos que la momia de Evita Perón fue escondida en un cementerio italiano durante años para evitar que hiciera milagros.
Y que Boris Yeltsin gobernó borracho y ese fue el inicio de la democracia rusa.
Y que en el caso de Hamlet, el rey muerto (que es una sombra) desbarata el gobierno del usurpador y la traidora. Milagros de vivos, de esos que son necesarios (los milagros) para que los sistemas perduren y la cosa siga como si nada o para que los entierren pero con la cola afuera, que no son los individuos los que hacen un gobierno sino las estructuras que los sostienen. Lev Trotski (nombre que usaron los conservadores y los estalinistas para nombrar a sus perros), decía: no se trata de que el zar muera, el sistema pondrá otro zar. Quien debe morir es el sistema, que es o no el corrupto.
Acotación: Según las leyendas celtas, los vikingos y los celtas eran gobernados por fantasmas, que aparecían o desaparecían dependiendo del estado del mar. El Walhalla nórdico se nutría de guerreros muertos que, al ser amamantados por las valkirias, nacían de nuevo. Y hoy hay muertos que votan, cobran pensiones o gobiernan, según sea el caso.
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