Actores: Woody Allen, Mia Farrow. Historia de Leonard Zelig.
En esta comedia, Woody Allen describe con maestría la capacidad de cambio de un hombre inseguro y con necesidad de aceptación. Si requería ser gordo el cuerpo se engordaba; se mezclaba con judíos: le crecían barbas y caireles (crespos); estaba con personas negras: su piel y tono de voz cambiaban.
He visto muchos, pues llevo más años viviendo que muchos de quienes tienen la bondad de leer mis comentarios, aunque algunos lo hagan con rabia y les provoque insultarme. De hecho, intentan hacerlo.
En el colegio este espécimen no es extraño, se presenta en compañeros con escasa autoestima que buscan desesperadamente hacer amigos y pertenecer a un grupo. Se comportan como los siempre listos y serviciales que se sacrifican para que el líder obtenga lo que quiere. Cambian de actitud según lo requiera el momento, pero nunca para su propia tranquilidad, sino para satisfacer las demandas de sus compinches. Así como cambian de actitud ante las circunstancias, cambian de bando con suma facilidad. Es lo que ahora conocemos como tránsfugas. Lo grave es que hasta con los valores y los principios se comportan como camaleones.
En el sector privado, se usa con mucha frecuencia esta táctica para engañar al competidor y obtener mejores réditos. Se mimetizan, aparecen en los sitios indicados, en el momento preciso, para enterarse de las debilidades de la competencia. Las aprovechan y terminan destruyéndola. Hay muchos que engruesan su patrimonio aprovechándose de las urgencias. Compran la finca a un precio irrisorio, fungiendo de mesías. Cada uno califique esta práctica.
Hay regiones en donde abunda este animalito disfrazado de persona (hace parte de la idiosincrasia). Mucha dulzura de frente y puñalada marranera por detrás.
En donde sí es abrumante su presencia en cantidad, variedad y frecuencia es en la diplomacia, el sector político y la administración pública.
Observamos presidentes que hoy son enemigos acérrimos, mañana son los mejores amigos; hasta pasan la hoja para olvidar agravios imperdonables a ellos y al pueblo que gobiernan.
Hay uno gigantesco en la administración de justicia, que usa cualquier resquicio para meterse y favorecer a sus aliados, sean políticos, ideológicos o de fechorías. Evita juzgarlos y acaban con la posibilidad de hacer justicia.
En la administración pública el deber ser es una práctica extravagante; con cada cambio de mandatario se dan timonazos que modifican el rumbo.
En general, estos personajes son tacaños de principios y ávidos de aceptación.
Postre: En Colombia tenemos tantos camaleones como variedad y cantidad de aves y mariposas juntas.
Sobremesa: Aunque la revocatoria del mandato no procede contra el Presidente, podremos promover un acto legislativo que modifique esta situación. Colaboración de un lector.
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