La angustia y el dolor de Nelson Gómez marcaron la mañana de ayer en las afueras del Hospital San Juan de Dios de Rionegro.
Por su mente pasaba una y otra vez la petición que su compañera, Margarita, le hizo el sábado en la tarde antes de partir en la moto hacia Segovia: que la llevara junto con su hijo Alejandro, pero a la que el no accedió por lo peligrosa que era la carretera desde Puerto Nare hasta Segovia.
"Menos con el niño al que nunca me ha gustado montar en la moto", decía Nelson, con su rostro desencajado y la voz entrecortada.
Ellos decidieron aprovechar la Semana Santa para visitar la familia de su esposa en Puerto Nare y por ahí derecho (Nelson) seguir a Segovia donde sus padres y a entregar una moto.
Viajaron junto a otros familiares en carro particular y en la moto en la que iban él y el esposo de una hermana de Margarita.
Ya el sábado en la tarde él partió hacia Segovia y ella con un hermano se fue para Doradal. El domingo, como no había cupos disponibles en ninguna empresa de transporte, decidieron mandar al hijo en el vehículo particular y ella decidió pararse a esperar qué bus la llevaba.
Fue una buseta de Transoriente que venía con los puestos ocupados y por eso le tocó sentarse en una de las escalas de la puerta, según su hermano que la acompañó a abordar el vehículo.
A esa misma hora Nelson en Segovia, quien había pasado un tormentoso viaje que lo obligó a amanecer en la carretera y en la que se había topado con un muerto y pinchado una llanta, entregaba la moto y conseguía el pasaje para viajar a Medellín a las 6:00 de la tarde.
Minutos después de que arrancó el bus le avisaron que el vehículo en el que viajaba su compañera de hace casi 10 años se había accidentado, pero que no sabían si estaba viva o muerta.
Solo a las 10:30 de la noche supo que, aunque había sido rescatada viva, no alcanzó a llegar al hospital.
Desde ese momento y en medio de un gran dolor por que perdió a una "gran esposa", solo pensaba en que, no obstante ser un excelente padre, no iba a poder suplir por más que se esforzará a la mamá de Alejandro. "Era muy buena madre". Además tampoco sabía cómo darle la noticia a su hijo.
"¿Cierto que mamá viene atrás en el bus?", le preguntó Alejandro cuando llegó a Medellín. "La voz se me ahogó y no supe que contestarle. Es como si sospechara lo que pasó", cuenta Nelson sentado en el borde de un andén, rodeado de familiares consolándolo y a la espera del cuerpo sin vida de su amada. "Si uno supiera lo que va a pasar, me los hubiera llevado o no la dejo o ..."-, pensaba en voz alta Nelson, hasta que su voz se ahogó en las lágrimas.
Allí mismo los familiares de seis pasajeros que llegaron lesionados, entre ellos cuatro menores, también esperaban angustiados noticias de sus allegados.
Lograron tranquilizarse con el reporte de Girlesa Gil, directora Científica del Hospital San Juan de Dios. "Todos, aunque presentan traumas encefalocraneanos y fracturas maxilofaciales, están fuera de peligro, solo uno con pronóstico reservado".
Ellos son: Enmanuel y Luna María Arango Ramírez, de 1 año y 4 años, quienes quedaron huérfanos, pues sus padres Diego y Amparo murieron en el lugar del accidente. También, Jenny Licceth Montoya, José Alexánder Rúa, Valeria Sarmiento y Javier Nájera.
En la Clínica Sommer de este mismo municipio, otro drama vivían los familiares de Walter Andrés Salazar, ayudante del conductor, quien falleció. "Parecía que no quería morirse, porque hasta superó dos paros respiratorios, antes de llegar al hospital", expresaba su hermana media Martha Clavijo.
Allí también es atendida Yolima Barrera, quien se encuentra fuera de peligro.
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