Cuando se habla de libros, y aunque no hay biblias, muchas de las palabras parecen sacadas del mismo apocalipsis: que la gente no está leyendo, que no compra libros, que la industria editorial ha ido decreciendo.
Y no es que sea una mentira a voces. En Colombia, dice Felipe Ossa, librero desde hace 50 años de la Librería Nacional, "no hay el hábito de leer". En el mundo ha habido una contracción de la industria editorial. "El mercado de los libros -añade él- es muy bajo y no tiende a subir y no subirá en el futuro".
Motivo (entre otros) que empezó a preocupar al grupo Carvajal, dueño de la editorial Norma, que hace poco, en un comunicado, anunció que decidieron concentrar los esfuerzos y recursos en el sector de la educación y por tanto, "desinvertir paulatinamente en las líneas de negocio que no atienden de manera directa este mercado".
Eso significa libros de ficción adultos, no ficción, verticales de bolsillo, autoayuda y crecimiento personal.
La decisión fue lamentable para muchos. "Es una noticia muy triste porque quiere decir que una empresa exitosa y nacional, de nivel internacional como Carvajal, ha decidido dejar de apoyar una empresa cultural, como era su propia editorial", expresa el escritor Santiago Gamboa.
Y lo hicieron no porque las cifras estuvieron mal. Las ventas en esos títulos, ha dicho a los medios Gladys Helena Regalado, presidenta de Carvajal Educación, se mantenían estables.
"Entonces es una muy mala noticia para el mundo de la literatura que desaparezca una editorial que fue tan importante, es una pésima noticia, y no porque haya quebrado, sino por una decisión empresarial que no se va a invertir más en eso, pues es un poco triste", añade el escritor.
Persistencia
Lo cierto es que Norma no se puede convertir en el muro de las lamentaciones.
Ya se ha dicho varias veces que la última medición del Dane, en 1999, es que los colombianos leen uno y medio libros por año, mientras los libreros son conscientes del asunto: "La literatura se sigue moviendo, pero no es como antes. Han rebajado las ventas y hay clientes específicos, pero a los jóvenes no les gusta leer", cuenta Jaime Muñoz, de la Librería Científica.
Todas son pruebas de que es momento de no quedarse con los manos cruzadas. Hay que incentivar la lectura y de ahí que sea interesante recorrer la Fiesta del Libro y ver a tantas personas y a tantos niños con libros o jugando alrededor de ella. Sólo que si el amor por la lectura no aumenta, y no se refleja en las cifras, el esfuerzo debe ser mayor.
En ese sentido, las palabras de Enrique González Villa, presidente de la Cámara Colombiana del libro, son alentadoras: "Esta es una decisión (la de Norma) que en su inmediatez nos genera tristeza pues afecta al mundo editorial, pero éste no termina ahí. Sigue evolucionando.
Si desaparece la línea de interés general de esta editorial, esta es una oportunidad para que los nuevos editores fortalezcan su negocio pues quedan libres muchos autores que ya tienen su público lector conquistado. El vacío que deja va a ser llenado por otros editores. Ojalá sea por editores medianos y pequeños que quieran crecer".
Lo importante es no dejar de creer que es posible. Bien lo piensa Gamboa, "el que quiere ganar plata no publica libros". Lo que se necesita es gente que quiera apostarles a los libros (físicos y virtuales), por gusto, sabiendo que los riesgos son muchos. Incluso el de saber que un niño, mínimo, como Valentina Carvajal, de diez años, está esperando que el Niño Dios le traiga Los papeles de Miguela , de Jairo Aníbal Niño.
Las cifras pueden ser apocalípticas, pero mucha razón sí tiene Guillermo Cardona, director de la Fiesta del Libro, cuando dice que si la gente no está leyendo, hay que mirar en qué se está fallando y seguir insistiendo.
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