1997. El País del Sagrado Corazón le bombeó torrentes de sangre a Antioquia: masacres en Vegachí, Segovia, Mutatá, Sabanalarga, El Retiro, Ituango y Dabeiba*.
En ese contexto de barbarie, hace exactamente quince años, fue asesinado John Albeiro Roldán Penagos.
Posiblemente hoy, el nombre propio de ese "hecho aislado" no le diga nada a usted. Lo cierto es que, mientras Albeiro gritaba por el dolor de las torturas infligidas, a Colombia le aguardaba la matanza de Mapiripán, que ocurriría unos días después.
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Albeiro era un moreno, buen mozo y alegre, a quien le gustaba echar paso.
La primera vez que lo vi estaba frente a un espejo y, sin música, ensayaba un movimiento con sus piernas: alteraba su propio ritmo interno, experimentaba, se devolvía sobre el eje de su cuerpo. Cuando advirtió mi presencia detrás de su reflejo, se acercó para abrazarme.
Fuimos a una oficina donde me mostró algunas muñequitas de bailarinas que traía de sus giras internacionales. Suvenires de su gran pasión.
Albeiro había nacido el 25 de marzo de 1967 y quería ser "embajador cultural". A los 24 años, en una terraza del barrio Manrique, reunió a casi veinte jóvenes con ganas de bailar y fundó el "Tipballet" (Ballet Típico de Medellín).
Cuentan que los domingos cerraban las calles para ensayar, cuando las coreografías ya no cabían en la casa. Como en la película "Fama", la gente les hacía corrillo. Parias sin escenario, bailaron en gimnasios y casas arrendadas, antes de conseguir una sede propia en Prado Centro.
Albeiro anhelaba que su grupo fuera un "embajador cultural ante el mundo". Su primera obra, "Baila Colombia", se estrenó en agosto de 1991, en el Teatro Metropolitano.
Así surgió el Ballet Folclórico de Antioquia.
La noche del 4 de julio de 1997, Albeiro se fue de farra. Muy tarde, salió de una discoteca, y, acompañado, se dirigió hacia su casa. Allí fue brutalmente asesinado.
Pero esta es solo una crónica más en la historia de la impune homofobia local, cuyas páginas también relatan las muertes violentas del filósofo León Zuleta (1952-1993), o del director de teatro José Manuel Freidel (1951-1990), quien en un principio fue registrado como NN en los Sucesos Breves de EL COLOMBIANO.
La homofobia, parte del ancestro cultural del paisa, es alimentada y renovada por el mensaje soterrado de quienes temen que su terruño sea convertido en zona de tolerancia. Gracias a ellos la intolerancia ha encontrado dónde anidar. (Es de lógica elemental admitir que ninguna libertad es absoluta: entre libertad y libertinaje rige una vasta distancia).
Hayan sido o no producto de la homofobia, estos homicidios (y todo crimen) merecen una investigación seria, con resultados que ofrezcan una explicación a la comunidad.
Y mientras tanto, las autoridades y los medios masivos insisten en calificar los ataques contra homosexuales como "hechos aislados" o "crímenes pasionales".
Tal vez, esta última tipificación del delito sea la acertada: nada exalta tanto las pasiones como la búsqueda de la libertad n
* Archivo Verdad Abierta
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