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ATRAGANTÁNDOSE DE MIGAJAS, PERDIENDO LA DIGNIDAD

  • SANTIAGO SILVA JARAMILLO | SANTIAGO SILVA JARAMILLO
    SANTIAGO SILVA JARAMILLO | SANTIAGO SILVA JARAMILLO
11 de julio de 2012
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Encogiéndose de hombros y con algo de exasperación, el 'ilustre' abogado responde a la cámara y al periodista que sus representados no tienen porqué pedirle pasado judicial a quienes los contratan. Por supuesto, los artistas no vieron los millonarios arreglos de la extravagante fiesta, ni a sus sospechosos invitados, y lo que para el resto de los colombianos sería una imagen clarísima, pasó desapercibida a la mirada de los despistados cantantes, actores y demás invitados.

O eso dicen sus abogados.

El caso es que varios personajes de cierto reconocimiento terminaron (por extrema inocencia o maliciosa complicidad) festejando sin remordimiento el matrimonio de alias "Fritanga", un temido jefe narcotraficante del norte del país, pedido en extradición por las autoridades de Estados Unidos.

Las justificaciones, como las del 'ilustre' abogado que reproduzco más arriba, no se hicieron esperar; nadie sabía, nadie preguntó, nadie vio nada. Ciegos, mudos e idiotas. Por supuesto, no se le puede endilgar ninguna responsabilidad penal a un cantante por cantar para un criminal, por lo menos no en principio. Pero esto es solo una justificación legal para una falta de ética.

En realidad, lo más vergonzoso, irritante y preocupante del episodio es que nos recuerda que nuestra ambivalencia frente al fenómeno mafioso continúa, que la parranda de "Fritanga" es solo el último episodio de la bien documentada tolerancia y complicidad que en algunos sectores sociales del país existe respecto a los criminales y sus fortunas.

Lo cierto es que mientras haya colombianos que se sigan vendiendo por las migajas de los narcos, la violencia seguirá tragándose el país. Mientras descartemos la complacencia con la mafia como algo menor, como algo 'natural', el crimen contará con la fortaleza de la justificación y tolerancia social.

Sí, los jueces no pueden condenar a nadie por ser laxo con su ética (insisto, no en principio), pero la sanción social debe ser una herramienta a la mano de los ciudadanos. Desde hace algunos años las redes sociales se han convertido en un muy buen medio de canalización de la indignación colectiva; sin embargo, que la rabia contenida en un trino o un comentario en Facebook pueda transformarse en acciones y decisiones reales aún no se ha podido demostrar.

Lo cierto es que una sociedad que no rechaza la mafia no tiene dignidad y se vuelve el peor de los cómplices y que si queremos superar la violencia debemos hacer uso de nuestra mejor arma, el contenido, aunque firme, rechazo social a la cultura mafiosa en todas sus expresiones.

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