Cuando era niña, Lina María Deossa hacía tortas con barro y las decoraba con cenizas, flores y pasto. Este amor por la cocina se manifestó cotidianamente en su vida, hasta que un día la llevó a montar su propio restaurante.
Su esposo, John Zuluaga, abrió un almacén comercial en Heliconia, y Lina trabajaba en la administración y la contabilidad. Vivían en San Antonio de Prado y siempre empacaban una coca para almorzar, pero un día, por tiempo o por olvido, no llevaron. Su cuñado, que también trabajaba en el almacén, la invitó al restaurante del pueblo, el único que había. Pidieron la comida, la sirvieron y cuando Lina la probó, se indignó por el sabor agridulce del arroz: estaba avinagrado. Entonces se le metió la idea de montar un restaurante en Heliconia.
A finales de 2015, Lina fundó Delisazón, nombrándolo así por los halagos a su sazón que su familia, amistades y jefes le hacían. Su idea inicial fue ofrecer comida gourmet, como arroces orientales o cañones en salsa, un gran reto, puesto que las personas de Heliconia preferían mondongo, frijoles o sancochos.
Con pragmatismo, Lina se adaptó al paladar local, pero nunca abandonó la calidad ni la innovación. Luchó por obtener el local actual, un segundo piso al lado de la iglesia principal, el cual estuvo vacío durante cinco años esperándola.
Lina sigue invirtiendo en su pasión: viaja semanalmente a Rionegro para estudiar y graduarse próximamente como chef en alta cocina, panadería y repostería.
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