Los primeros años de vida de Zurley Care estuvieron marcados por la violencia: miedo, desplazamiento y, más adelante, el trabajo en el cultivo de coca. “La zozobra era mucha, tocaba madrugar, moverse con el producto y arriesgarse a que lo capturen a uno”.
En 2009, gracias a una iniciativa del Gobierno y Naciones Unidas para la sustitución de cultivos, llegó a su vida el cacao. Ya era mamá, y ese impulso de cuidado la llevó a dar el salto. Vinieron la inversión inicial, la siembra y la paciencia. Con el apoyo de Naciones Unidas aprendieron a injertar. Su esposo también comenzó a capacitar a otras fincas, a generar ingresos extra y a conectarse con más cacaoteros de Tarazá.
Como requisito para la continuidad del programa, los cultivadores debían unirse. En lugar de crear una nueva organización, los 75 productores del corregimiento La Caucana de Tarazá reactivaron Acata, la Asociación de Cacaoteros de Tarazá, inactiva desde 2004. En 2010 volvieron a integrarla, dándoles la fuerza para comercializar.
Tras la formalización, el crecimiento fue enorme. Establecieron relaciones con la Compañía Nacional de Chocolate y pasaron de vender 200 kilos a cuatro toneladas, así obtuvieron la certificación Fair Trade. Mejoraron el precio de venta y aseguraron un contrato estable. “Empezamos con poco y ya hay contrato asegurado”, afirma Zurley.
Ese vínculo fue crucial en momentos difíciles. Entre 2016 y 2017 tuvieron problemas que amenazaron su producción. Zurley, recién posesionada como representante legal, temía perder el contrato, pero la Compañía Nacional de Chocolate les confirmó su respaldo. Ese apoyo les permitió continuar. Hoy mantienen una relación comercial estable, venden cacao certificado y convencional, e incluyen a 35 productores en la línea de Cero Deforestación gracias su compromiso ambiental.
La historia de Acata es también la historia de Zurley. Se casó sin haberse graduado del bachillerato, pero el proyecto de cacao la motivó a retomar los estudios. Viajó cada fin de semana desde su vereda hasta Caucasia. Su compromiso la llevó a formarse como panelista sensorial durante más de seis meses y ese conocimiento le abrió la puerta para trabajar como técnica de calidad con USAID. Con un salario financió su carrera técnica. “Yo era muy penosa, no hablaba con casi nadie. Pero este proceso, al compartir con productores y técnicos, me ayudó a expresarme y a creerme capaz. Nunca imaginé liderar nada”, cuenta.
La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia ha sido clave. Además les ha brindado asesoría, capacitación y acceso a ferias. Este acompañamiento, centrado en el crecimiento empresarial y la visibilidad, permite que Acata continúe su comercialización y aporte a la construcción de un Bajo Cauca más próspero y tranquilo.
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