Era una cita para hablar del español, de su riqueza léxica, expresiva, creativa y de sus infinitas posibilidades para decir y comunicar. Sin embargo, el panel de apertura de Futuro en Español, El valor de palabra, empezó convocando al silencio.
Martha Ortiz, directora de EL COLOMBIANO, tras el accidente aéreo del lunes, hizo un llamado a la no-lengua, a lo innombrable, a eso que sentimos cuando decimos “no hay palabras”.
Ese llamado fue compartido por los cuatro invitados a la apertura: un escritor, el español Juan Francisco Ferré; un periodista, el español Benjamín Lana; una directora de cine, Catalina Mes, y una académica, Carmen Millán, directora del Instituto Caro y Cuervo. Ellos aportaron a esa primera cita con el idioma desde sus diferentes maneras de entenderlo y relacionarse con él: la literatura, el periodismo, el cine y la academia.
Sobre la importancia del silencio o la hermenéutica del silencio, Millán compartió con el auditorio la experiencia de trabajar desde el lenguaje –y el silencio– con víctimas en Colombia. Contó cómo las mujeres que tienen a sus hijos en contextos de conflicto, desde la legalidad o la ilegalidad, usan el silencio como protección.
“Nos dicen: no queremos decir cómo se llaman nuestros hijos, no les diremos sus nombres, queremos proteger, no queremos inculpar”. Esto obliga a pensar en la ética del silencio, a entender la carga simbólica en medio de una sobreabundancia de palabras y de contextos complejos, explicó.
También se refirió a cómo las palabras se resemantizan: adquieren significados diferentes o más amplios que aquellas acepciones que indica la RAE. “Un concepto como paz, que tradicionalmente se asume como situación de no-guerra, para los colombianos adquiere otras dimensiones: como situación no interrumpidas ni por el temor, ni la muerte ni la incertidumbre”.
Más tarde, Benjamín Lana se refirió a un aspecto problemático en nuestras comunicaciones actuales, potenciado por el consumo de información a través de redes sociales: la lectura parcial de productos periodísticos. “Los lectores se quedan solo con titulares y sienten que es suficiente”, de modo que, por lo general, quedan desinformados y con visiones empobrecidas sobre la realidad.
“Es difícil expresar ideas complejas con pocas palabras. Eso podrás hacerlo en poesía, pero no la vida cotidiana. Eso es un reto para la prensa hoy”.
El escritor, Juan Francisco Ferré, recordó cómo las lenguas están vivas y cómo la literatura contribuye a esa vida a través de las múltiples interpretaciones y miradas sobre la realidad. “Un escritor no debe preocuparse por ser incomprendido. Nunca lo será. La literatura es la complejización de los discursos y la lengua y eso es lo que me gusta cuando escribo, poner a funcionar la maquinaria del lenguaje”.
Finalmente, los panelistas expusieron las palabras que más les evocan la niñez. Benjamín Lana se decantó por “parcalino”, que le decía su abuela cuando se portaba mal.
Catalina Mesa optó por cucuyo, esa palabra que generalmente pronunciamos mal, y por eso aclaró: “Sí, cucuyo, no cocuyo”. Carmen Millán dijo “ronda”, y explicó que creció en una familia de siete hermanos. Frente a las palabras que más cuestan pronunciar hubo una reacción unánime ante el “casémonos”, de Catalina Mesa