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Rigoberto Urán, que “man tan berraco”

Este paisa es uno de los mayores ejemplos de superación en Colombia. La adversidad nunca frenó sus sueños.

  • El espíritu combativo de Urán, ese que ha evidenciado desde niño, fue vital para ganarse el respeto y la admiración en el Tour. FOTO EFE
    El espíritu combativo de Urán, ese que ha evidenciado desde niño, fue vital para ganarse el respeto y la admiración en el Tour. FOTO EFE
Perfil de Rigoberto Urán, subcampeón del Tour de Francia 2017
23 de julio de 2017
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A Benjamín Laverde nunca se le olvidará que las zapatillas azules con las que soñaba ver a su hija Mariana triunfando en el ciclismo terminaron, algún día, siendo calzadas por Rigoberto Urán.

“Mincho”, como se le conoce a este entrenador de pista que Urán siempre busca cuando quiere hacer trabajos técnicos en el velódromo de Medellín, se las obsequió porque las que tenía el corredor en ciernes, en ese entonces de 17 años, estaban rotas de tanto desgaste. Y también porque veía en el novato a una futura estrella de este deporte.

Aunque el calzado le quedaba pequeño, Rigo lo recibió con gratitud. “Casi ni le entra el pie, pero decía que no importaba, que así se defendía”. Con esas zapatillas ganó siete medallas de oro en el Nacional juvenil de pista y ruta en Pereira y otras cinco en el Panamericano de Venezuela. “Siempre fue sencillo -relata Mincho-, para él no había una bicicleta mala, lo que le dieran lo recibía con gusto”.

Estos resultados, entre otros, lo pusieron en la vitrina internacional. Sus condiciones eran tan asombrosas que el pedalista Santiago Botero, quien en ese tiempo corría para el Phonak (2005), lo recomendó. Primero llamó al entrenador antioqueño Gabriel Jaime Vélez para que facilitara el paso de su pupilo.

“Luego hablé con el técnico Juan Fernández. Pidieron la documentación de Rigo y al darse cuenta de que tenía solo 18 años, decidieron darle una espera. Luego, Fernández salió de la escuadra y no se pudo dar la contratación”, cuenta Botero, quien confiesa que ahora lo llaman del exterior para que les recomiende, a las escuadras de prestigio, corredores del talante de Urán.

En 2006, el conjunto irlandés Tenax Salmilano, gracias a la colaboración del ciclista paisa Marlon Pérez, se les adelantó a todos. “Siempre valoré de Urán sus ganas de salir adelante, es un berraco. Cuando decían que un colombiano debería irse a correr a Europa a los 24 años, yo me lo llevé a los 18. En ese momento mostró su valentía, corría sin miedo, no perdió el tiempo”, expresa emocionado Marlon, campeón mundial juvenil de pista en 1994.

“Mincho” tampoco olvida que su hermano José David impulsó a Urán a no dejar de pedalear, pese a la adversidad.

Hace ocho meses, antes de su fallecimiento, JL -como apodaban a José David Laverde-, expresaba que entre los consejos que le inculcó en su formación estaban “ser disciplinado, confiar en sus capacidades, jamás perder la humildad, y en la competencia, nunca mirar hacia atrás”.

Esta última recomendación ya la comprobó. En los Juegos Olímpicos de Londres-2012, a pocos metros del final, tuvo un descuido al voltear su cabeza para observar a qué distancia venía el pelotón. Al reaccionar ya era tarde: su compañero de fuga, el kazajo Alexandre Vinokourov, picó en punta y ganó la medalla de oro. El antioqueño fue plata.

El pasado 9 de julio, en la novena etapa del Tour de Francia que terminó en Chambéry, demostró que aprendió la lección. Con su mirada enfocada en la meta, logró, en un cerrado embalaje ante el local Warren Barguil, una de las victorias más importantes de su carrera.

Fuerte en mente y cuerpo

Ese “nunca mirar para atrás” también ha sido vital en la vida personal de Urán, que con valentía, como lo afirma su mamá Aracelly, ha salido adelante.

El pedalista, a quien ni el frío de su natal municipio de Urrao (Suroeste de Antioquia) lo frenaba cuando de niño acompañaba en bicicleta a vender chance a su papá, su primer coequipero y que también llevaba por nombre Rigoberto, evidencia con su espontaneidad y carisma que, además de convertirse en uno de los mejores ciclistas del mundo, se ha mantenido firme como los pedalazos que da.

Rigo, a los 14 años de edad, abandonó por un tiempo el ciclismo tras la muerte, en 2001 y a manos de grupos paramilitares, del hombre que le inculcó el amor por este deporte, su padre.

Ese infortunado hecho fortaleció, de la noche a la mañana, el carácter del pedalista que brilla en el Tour. “Siempre fue aguerrido, le tocó sufrir mucho debido a la violencia que se presentó en esa época en la región. Pero su liderazgo y empuje fueron sus aliados”, indica Enrique Serna, amigo del pedalista y miembro de la junta directiva de la Escuela de Ciclismo Rigoberto Urán, de Urrao.

El ciclista fue el soporte de su madre Aracelly, y Martha, su hermana.

Gracias a JL, recuerda Mincho, Rigoberto volvió a correr: “Mi hermano llegaba con un grupo de muchachos a tocarle la puerta de su casa todos los días a las 5:00 de la mañana. Se mantenía muy pendiente del pelao. Lo regañaba, le decía que se levantara, que había que salir a entrenar. Y Rigo, a lo mejor apenado con sus demás amigos, le hacía caso”.

El día de la muerte de JL, Rigoberto escribió en su cuenta de Twitter: “Partió mi primer mentor, gracias a la vida por ponerlo en mi camino”.

Alegre y respetuoso

Álvaro Salazar, profesor de Ciencias Sociales en la Institución Educativa Monseñor J. Iván Cadavid Gutiérrez, en Urrao, recuerda que Urán siempre fue un estudiante rendidor y un ser humano ejemplar.

“Destaco su compromiso, alegría y respeto con sus compañeros y superiores, nunca lo vi pelear con nadie”.

En ocasiones, sus charlas permitían relajar las clases. “Con su personalidad les ponía picante a las jornadas, pero esa no era una indisciplina para castigar, era pasable, pues son virtudes y acciones naturales de los estudiantes y que se permitían, porque nunca lo hizo con actitud de grosería”.

El humor en Rigo, a sus 30 años, continúa encendido. Las ocurrencias, frescura y sencillez al hablar lo ubican entre los deportistas más queridos. Es que, dice el educador, esa cualidad en Rigo, sumada a su responsabilidad, le permite ser un espejo para la juventud del país.

Resalta que fue increíble ver cómo cogió las riendas de su hogar tras el fallecimiento de su papá. Rigo siguió vendiendo chance y alternando con la cicla en su pueblo.

“Lo recuerdo mucho porque cerca de donde yo vivía -expresa Salazar- quedaba la oficina principal de la casa de apuestas en la que sagradamente, a las 9:00 de la noche, llegaba en su bicicleta a entregar las ventas del día. Le tocó muy duro, pero nunca se rindió. Además del estudio y su familia, entrenar fue su prioridad, y gracias a sus virtudes en el deporte se le abrieron muchas puertas”.

Las vicisitudes que afrontó no frenaron el ímpetu de surgir y ser alguien en el ciclismo. Con una madurez admirable continuó su marcha, con el objetivo de convertirse en referente mundial, un premio que, al terminar hoy en el podio del Tour de Francia, disfruta como si se hubiera ganado la lotería, esa que añoraba de niño cuando vendía chance. Su padre, el ángel que lo guía desde el infinito es, quizás, el mejor aliado que lo inspira y de quien heredó su calidad ciclística .

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victorias como ciclista profesional suma el antioqueño Rigoberto Urán.
Infográfico
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Tour lleva Urán. En 2009 fue 52°; 2011, 24°; 2015, 42”. En este 2017 cumplió su mejor actuación 2° en la general.
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