Debajo de ese sombrero y ese poncho se asoman fragmentos de piel peluda, con manchas negras y blancas. En medio del sinnúmero de perros, blancos, negros, grises, pardos, manchados, de la Caminata Canina y de Mascotas, en que tan pocas son distintas a perros... Con tantos ladridos llenándole a uno la cabeza, cualquiera se confunde... Pero, no, un momento... Esas no son manos ni patas de perro. ¡Son pezuñas partidas!
—Es Lorenzo —se apresura a responder Edilma Cartagena—. Es un minipig.
De mini, pocón pocón. Con decir que ya, con 15 meses de nacido, parece un cerdo mediano y fácil puede pasar por uno de los otros, es decir, de los que sí habrán de terminar un día atravesados por el cuchillo del matarife y colgando de un gancho en la carnicería.
No parece asustado entre la multitud. Tal vez sea que ese carrito en el que viaja, empujado por Sebastián, el nieto de Edilma, le proporcione una sensación de seguridad, por estar dotado de un corralito de madera que lo mantiene aislado de los demás animales.
—¿Vive con ustedes en su casa? —Les pregunto— ¿Y sí es medianamente educado?
—Medianamente, no: es educado —puntualiza la mujer. Explica que el artiodáctilo solo come frutas y verduras, nada de sal ni alimento concentrado; recibe un baño cada 15 días, del que sale oliendo a bebé, pues le aplican aceite para niños; orina en una canoa dispuesta dentro de la casa para tal menester, y, cuando sus intestinos lo acosan para expeler los excrementos fuera de sí, gruñe para que le abran la puerta y salir al jardín, donde tiene un sitio reservado para tales asuntos—. Por las noches, duerme en una cama, arropado con cobija.
—¿Es cariñoso?
—¡Si lo viera, dándome besos! Es juguetón con todos los de la casa... y también malicioso: cuando hace un daño y sabe que uno lo va a regañar, sale corriendo a esconderse, como cualquier perro o cualquier muchacho chiquito.
Al parecer, a Lorenzo le encanta dañar la pared y meter su cabeza en los cajones para extraer con esa trompa redonda y rosada lo primero que pueda agarrar. Sebastián cuenta que en casa, situada en Belén La Nubia, hay también dos perros y un gato. Uno de los primeros va a un lado, disfrutando la caminata.
Es el tercer cerdo que ha tenido Edilma como mascota.
—Puede durar con uno tranquilamente quince años.