- El asombro del niño es no-sombra. Es luz, es transparencia, es claridad. Asombrarse durante la vida nos conduce a la sabiduría y a la verdadera comprensión. A vivir en la audacia del asombro. En su magia. En su misterio.
- En la vida tenemos muchos maestros vivos y no vivos, y esta tierra que habitamos es una escuela a la que vinimos a aprender a ser criaturas auténticas. Nuestros grandes maestros son el universo y la vida misma.
- La observación, la quietud y el silencio son necesarios para escuchar, para aprender, para asombrarse.
- Estar conectados con nuestra fuente común original requiere apertura, sobre todo de corazón. Es a través de esta sabiduría cuando conocemos la verdad. Nos hace cuerdos, cordiales, y nos lleva a vivir en la concordia. Esas dimensiones del corazón son necesarias para vivir en armonía con la creación.
- El despliegue evolutivo de la vida es un impulso vital que nos lleva a niveles mayores de autorrealización, complejidad y consciencia.
- Los humanos estamos llamados a hacernos hombres auténticos en la prolongación del gran trabajo del universo, en nuestro trabajo como cocreación.
- El escenario del trabajo humano es la Tierra como supraorganismo vivo. Es terreno sagrado y crisol.