En la final de los 200 metros de los Juegos Nacionales de 2012, Jonathan Sánchez le mintió a Maritza Arango sobre los resultados de la prueba, al menos mientras esta transcurría.
Se medía ante una rival muy complicada y, por eso, siempre le dijo que iban segundas. “Mari, ahí viene la tercera”, le comentaba para que apretara el paso y no se pusiera nerviosa. En realidad, siempre fue liderando.
Esos son gajes del oficio que tiene un guía de un deportista con discapacidad visual.
Motivar, alentar, conducir el camino y, sobre todo, ver por esos atletas que necesitan orientar su potencia.
Jonathan comenzó a ser guía gracias a Mauricio Macías, un chico que iba a Itagüí a sentarse, escuchar los trotes de los demás y se iba. “Yo no entendía para qué madrugaba hasta que me le acerqué y me dijo que era invidente y necesitaba un guía; yo, de inmediato, sentí vocación de servicio”.
Meses después, ese mismo 2012, Maritza le solicitó que fuera su compañero, porque a ella se le lesionó el suyo, ad portas de los Juegos Olímpicos de Londres.
Este corredor, nacido en Caldas y que tiene 27 años, encontró su sincronía. Basado en los braceos coordinados y en moderar la zancada, porque “la mía es mucho más larga”, inició la cosecha de medallas al lado de la corredora.
“Lo que más me gusta de él es que me motiva, me grita, me alienta, me dice las cosas como son; eso ha sido vital en este proceso”, comenta Maritza.
Él siente suyos los triunfos de ella, como el de los Paralímpicos de Río, a los que llegó con toda la confianza. “Uno sabe que ellos son la cabeza visible (los discapacitados), pero da satisfacción, porque uno también trabaja, se entrena al doble, madruga con ellos y, sobre todo, les sirve para que ‘vean’ la pista y se sientan liberados”, explica Sánchez.
A Juan David Cortés y a Yesenia Restrepo les tocó el remate de los relevos 4x100 metros de la categoría T11-13 (discapacidad visual) de los Juegos Paralímpicos de Río.
“Yese, ¡ganamos bronce!, ¡ganamos bronce!”, exclamó Juan David y, de inmediato, se fue por una bandera de Colombia para celebrar. Yesenia no entendía qué pasaba y pensó, durante un minuto, que no habían ganado nada hasta que volvió su guía.
Ese es Juan David. Un tipo alegre y emocional que comenzó a acompañar a discapacitados visuales en la pista de atletismo en el 2010, cuando era voluntario y se encarretó con ese cuento.
A Yesenia la conoció en 2012, luego de que sufriera una lesión en el bíceps femoral izquierdo y dejara a Maritza Arango. Aunque su especialidad, desde que comenzó a correr en 1996 -hoy tiene 36 años-, eran las carreras de medio fondo (800 y 1.500 metros), se acomodó a los 100 en los que su compañera se desenvuelve mejor.
“Esto de ser guía no es para cualquiera, uno debe tener características similares a las del atleta y debe tener mucha paciencia para adaptarse a ellos, esto es una vocación”, argumenta Juan David.
Precisamente, el ser de estaturas similares (Yesenia mide 1,70 metros y Juan David, 1,72) les ha permitido tener sincronía en el braceo, coordinación en la zancada y un entendimiento personal basado en chistes, regaños, pero, sobre todo, consejos.
“De Juan me gusta mucho que es muy leal, que es sincero cuando tiene que serlo, que me anima, me empuja y me motiva; él es el 50 % del éxito”, relata Yesenia.
Con el sueño latente de ser un entrenador de esta disciplina, disfruta la vida siendo los ojos de Yesenia y de enrutarla a los logros, como aquel inolvidable de los relevos de Río.
