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Colombia amaneció este viernes con un nuevo triunfo en Tokio gracias a la medalla de plata obtenida por Sandra Lorena Arenas, lograda en la madrugada durante la prueba de los 20 km marcha femeninos en los Juegos Olímpicos.
La colombiana, natural de Risaralda y quien compite por Antioquia, logró un registro de 1:29:37 en la prueba realizada en Sapporo, con lo cual el país sumó la quinta medalla en estos juegos, la cuarta de plata y la segunda en competencias del atletismo.
La mañana del jueves también fue de gloria para Colombia, luego de la obtención de la medalla de plata por parte de Anthony Zambrano, en los 400 metros.
Arenas venía de ser campeona en los 20 kilómetros el pasado 6 de junio en el Gran Premio Cantones de La Coruña, España, y llegó a las justas de Tokio con la ilusión de ganar una presea en las que fueron sus terceras justas, después de actuar en Londres-2012 y Río-2016.
Se convirtió en la primera colombiana en la historia en llegar al podio en este deporte. Vale recordar que la risaraldense fue la primera deportista de la delegación colombiana en obtener el cupo a los Olímpicos desde marzo de 2019.
“Qué felicidad, no soy muy expresiva pero siento una felicidad inmensa, no sé cómo describirlo, había trabajado muy duro para esto, lo había soñado hace mucho tiempo y verlo hecho realidad de verdad que es un orgullo para mi, para mi país”, comentó la deportista.
Sandra Lorena, de 27 años, fue segunda en la competencia detrás de la italiana Antonella Palmisano y estuvo en riesgo de resignarse al bronce ya que la brasileña Érica Sena por poco le da cacería, pero esta fue eliminada de prueba por los jueces y la colombiana pudo arribar tranquila a la meta, a 25 segundos de la ganadora del oro. El bronce fue para la china Hong Liu.
Incluso, Arenas tuvo dos amonestaciones en el desarrollo de la prueba. Por estar entre las favoritas, los jueces la vigilaban con más meticulosidad, pues en este deporte nunca se pueden levantar al tiempo las dos piernas, siempre debe haber una pegada a tierra, lo que significa un alto riesgo de expulsión. Sandra Lorena se estabilizó, pasó segunda y obtuvo una medalla soñada, la cual los especialistas veían como muy factible entre la delegación colombiana en Tokio.
“Gracias a todas las personas que siempre me han apoyado, a mi familia, al equipo multidisciplinario, a los entrenadores, a muchas personas que sin ellos nos sería posible lograr esto. Quiero decirle a Colombia que disfruten este título que también es para ellos”, afirmó Arenas, visiblemente emocionada por el logro.
Sus inicios
El sacerdote Jhonatan Darío García solo conocía de Sandra Lorena Arenas su gran compromiso en las actividades que adelantaba como acólita en la iglesia mientras se preparaba para su confirmación. Pero una mañana de 2009, cuando la vio pasar corriendo por las calles de Calarcá, en Quindío, en medio de una competencia de Intercolegiados, entendió que el talento de la jovencita iba más allá.
Para entonces y con 14 años de edad, ella cruzó la meta de primera. De inmediato, el párroco, además de licenciado en Educación Física, la persuadió para que empezara a entrenar atletismo, aunque la propuesta no le interesó.
Meses después, su familia decidió mudarse a Medellín. Pero poco antes de marcharse, el cura, empecinado en su deseo de verla metida en el deporte, le volvió a insistir. Sandra, otra vez, se negó.
Sin embargo, de tanta insistencia, la hija menor de José Otoniel y María se le despertó la curiosidad por saber qué podía pasar. Por ello, cuando llegó a la capital antioqueña buscó la forma de entrenar.
Su primera competencia oficial con el club de Atletismo Bello, al que siempre ha pertenecido, fue un clasificatorio a los Juegos Departamentales en los que logró el paso a la final en Santa Rosa de Osos, y en los que luego ganó. Ese fue el punto de partida de la victoriosa historia de la deportista representando a una región que no era la suya pero que la acogió como una antioqueña más.
Años después de que arribara y pisara la pista de atletismo Alfonso Galvis de la unidad deportiva Atanasio Girardot, Sandra, la primera colombiana en clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio-2020 (el pasado marzo de 2019), haciendo la retrospectiva de cómo llegó a la marcha atlética, agradece la obstinación con la que el padre Jhonatan, ahora uno de sus grandes amigos, la inclinó por el alto rendimiento.
“Siempre digo que mi carrera ha sido bendecida. Vengo de una familia muy religiosa y cada paso, cada cosa buena que me ocurre, la relaciono con mi fe en Dios”, comentó hace un año a EL COLOMBIANO la deportista, que empezó compitiendo en pruebas de fondo, pero que tras un ejercicio de imitación se decantó por la marcha.
Ese respaldo “celestial” que ha tenido su proceso siempre ha estado acompañado de su talento. En 2012 y con apenas tres años en el deporte, se convirtió en campeona mundial juvenil en 10 kilómetros marcha en Saranks, Rusia. Gracias a ese logro, ese año actuó en sus primeros Olímpicos, en Londres.
“Fue mi primera competencia en mayores. Pasé de hacer 10 a 20 km y, para sorpresa de la delegación, fui la mejor colombiana en la prueba (puesto 31 entre 60 competidoras) y hasta la fecha sigue siendo mío el mejor registro olímpico del país –1:33.21–”, expuso. En Río-2016 ocupó la misma posición y mantuvo la marca; sin embargo, sintió que no avanzó y decidió hacer un sacrificio más: radicarse en Bogotá.
“Necesitaba mejorar mi gesto técnico y acá, entrenando solo con marchistas podía mejorar”, comentó la atleta, quien agrega que fue una decisión acertada pues bajó su tiempo de una hora y 30 minutos, a 1:28. Ahora en Tokio la bajó aún más 1:29.37. En Bogotá vive sola. Allá tiene que costearse la vivienda, aunque su preparación deportiva corre por cuenta del Comité Olímpico que le proporciona todos los recursos.
Campeona nacional, suramericana, bolivariana, panamericana, latinoamericana, mundial juvenil, quinta en el mundial de mayores y ahora medallista Olímpica, son algunos de los títulos en el palmarés de esta antioqueña de corazón que este sábado 7 de agosto en el estadio Olímpico, se subirá al podio a reclamar su medalla, antes de los actos de clausura de los juegos, lo cual obedece a una tradición de estas justas para la entrega de las medallas en esta modalidad deportiva.