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“Dakar es una pelea con uno mismo”

Mateo Moreno, único colombiano que terminó el Dakar, satisfecho con su papel. “No me pareció tan duro como decían”.

  • FOTOS CORTESÍA ÉDGAR NÚÑEZ, MARKETING AND DESIGN
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  • “Dakar es una pelea con uno mismo”
  • “Dakar es una pelea con uno mismo”
16 de enero de 2017
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Transitar en su moto por montañas a más de 5.000 metros de altura bajo el granizo y un frío que le congelaba los dedos. Recorrer el desierto a gran velocidad y sentir arrepentimientos momentáneos al ver que se estaba jugando la vida... Muchas sensaciones ocupan hoy la mente de Mateo Moreno, el único de los tres colombianos que terminó el Rally Dakar-17, luego de casi 8.000 kilómetros.

Después de un sentido abrazo con su esposa Catalina y su hija María del Mar (8 años), quienes al igual que él vivieron estos días “con la misma pasión, fuerza y satisfacción”, recuperará fuerzas.

¿Qué piensa después de alcanzar la meta?

“La dureza del Dakar queda confirmada después de sobrevivir a todas las inclemencias de la carrera, que cada día presenta dificultades que ponen en riesgo la continuidad. A mí se me presentaron la cosas bien complicadas hasta la última etapa, pues faltando 60 kilómetros para la meta casi me quedo por fuera por problemas técnicos. Siento alegría y satisfacción por haber librado esos inconvenientes”.

Dakar tiene fama de ser una competencia peligrosa. ¿Siente temores antes de enfrentarse a ella?

“No hay miedo antes de emprenderla, pero en el transcurso de ella se presentan momentos mentalmente pesados, porque alcanzamos unas velocidades elevadísimas por terrenos desconocidos y lo coge a uno un poco de remordimiento que te hacen perder la velocidad. Te preocupás un rato, pero luego se te olvida y volvés a retornar el ritmo. Sí hay una carga mental de que algo no está bien. No es un miedo inicial, es durante, y al final descansás de esa presión mental de estar acelerando”.

¿Qué sintió cuando concluyó todo el recorrido?

“La tranquilidad y la alegría no se dan en el podio de llegada, eso es solo un show. Se da en medio del desierto cuando encuentras unos letreros que indican que termina la parte cronometrada: vas a fondo, sales de la curva y en medio del polvo ves esos avisos y la satisfacción es inmensa. Es un alivio de poder cumplirle al deporte y al proyecto. Uno suelta el acelerador y dice: ¡ya! Es un descanso grande”.

Es la segunda vez de cuatro participaciones que termina. En 2013 ocupó el puesto 90 y ahora el 74. ¿Qué diferencia hay entre una y otra?

“Todas las ediciones son diferentes, las rutas y condiciones de carrera son las más inesperadas del mundo que te ponen a prueba. Estos son resultados que hay que conformarse con ellos, no son los más satisfactorios porque yo demostré tener muchísima más velocidad. Llega un momento en que la posición no importa, la idea es llegar hasta el final, es una pelea con uno mismo y con el desierto”.

El calor y la arena eran sus enemigos... ¿Y el frío?

“Veníamos amenazados del frío, lo que no tenía presente es que íbamos a hacer carrera en esas condiciones. Es complicado manejar una moto con los dedos congelados, porque te volvés muy torpe en el manejo del embrague y el freno delantero, y se siente mucho el dolor en las manos por los golpes. Venía medianamente preparado para fríos y nos tocó hacer unos recorridos por montañas a cinco mil metros de altura, con granizo y eso no es nada agradable. Paraguay me pareció igual a Colombia, idéntica la vegetación y la temperatura”.

¿Cómo celebró?

“Mi celebración es muy silenciosa, pasiva. Necesito horas para dormir, comer, lograr que el cuerpo se me tranquilice. Descansar, porque tengo las manos inflamadas de tanto empuñar la moto; los ojos agotados por la tensión. Celebración no ha habido” .

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