Mucha gente le tiene miedo. Escuchan hablar de ella e imaginan escenas apocalípticas como las de la película “Yo robot”, protagonizada por Will Smith, en la que unas máquinas se revelan contra los hombres.
Pero la Inteligencia Artificial no es tan terrorífica como se ha pensado. Tampoco tan nueva como nos parece. Es verdad que en los últimos años ha tomado fuerza, se ha vuelto más próxima a los ciudadanos del común por plataformas como ChatGPT, pero se utiliza en el mundo hace más de setenta años.
La IA son miles de datos juntos que se procesan en segundos para arrojar respuestas rápidas. Eso se logra gracias a que, en teoría, tiene acceso a casi todo el conocimiento que han generado los humanos durante la historia en todos los ámbitos.
El deporte no le es ajeno. Según Juan Manuel Mesa, gerente general de IBM Colombia, la Inteligencia artificial se utiliza en eventos deportivos hace más de 40 años. Sin embargo, el primer acercamiento entre los deportes y la IA que está en el imaginario popular ocurrió hace 28 años.
En febrero de 1996, el ajedrecista ruso Gari Kasparov, entonces campeón del mundo y uno de los mejores jugadores de ajedrez de la historia, se enfrentó con Deep Blue, una máquina desarrollada por IBM que tenía información de todas las jugadas posibles que se podían hacer.
La máquina fue desarrollada por ingenieros y contó con la asesoría de ajedrecistas, que dieron información sobre estrategias para jugar. Deep Blue ganó la primera partida. No obstante, Kasparov se quedó con la victoria general de la partida: se impuso 4-2.
Al año siguiente hubo una revancha. La máquina ganó. Fue noticia. Entonces surgió la idea fatalista de un futuro en el que las máquinas superarían a los humanos, se volverían sus enemigos. Pero no es así. Como escribió el pensador israelí Yuval Noah Harari en su libro 21 lecciones para el Siglo XXI, en este momento la tecnología está al servicio de los hombres. Eso se ve en la mayoría de los deportes.
Tomar mejores decisiones
Es junio del 2024. La Selección Colombia juega contra Uruguay la semifinal de la Copa América en Estados Unidos. Acaban de expulsar a Daniel Muñoz. El técnico Néstor Lorenzo tiene que decidir a qué jugador enviar a la cancha. Dialoga con personas de su equipo de trabajo, que en las tablets que tienen en la mano acaban de analizar los datos que tienen de los entrenamientos, del rendimiento de los jugadores.
En las tabletas también aparecen datos en vivo sobre el rendimiento de los futbolistas en cancha. Deciden que el hombre a “sacrificar” es Jhon Arias y que en su reemplazo ingresará Santiago Arias, para suplir el hueco de Muñoz.
“Antes todo era más intuitivo en el deporte. Ahora hay estadísticas inmediatas de cómo se comportó el equipo en un partido. Esa información, lo único que hace es darle más capacidad al ser humano para tomar decisiones más rápido y de manera correcta porque siempre el raciocinio humano es necesario para tomar la última determinación”, analizó Mesa.
El director de una de las empresas de tecnología que más impacto ha tenido con su inteligencia artificial (trabajan en golf, tenis, fútbol), fue enfático en que siempre la inteligencia artificial necesita estar controlada por un ser humano, quien con sus prácticas éticas filtra la información que llega a la misma.
Además, se habló de que los datos que arroja la IA en el deporte no son infalibles. Hay equipos que tienen bancos de datos muy grandes, como pasó en Atlético Nacional cuando Jhon Bodmer era el técnico y hablaba de precisión, pases logrados, intensidad, entre otros aspectos, pero los resultados deportivos no llegaban.
Eso se debe a que, aunque los datos dan luces sobre cómo se pueden solucionar ciertas cosas, los deportistas son seres emocionales, que tienen un campo psicológico y eso también tiene impacto en cómo pueden llegar a un partido, por decir algo.
Sin embargo, eso también da información. Si un equipo de fútbol utiliza la misma estrategia durante tres partidos, pero no gana o algún jugador no rinde como se esperaba, los datos que eso deja le dan luces a las personas que los analizan sobre un punto débil en el que deben trabajar. La IA no es apocalíptica. Está al servicio del hombre. En el mundo moderno parece estar presente en todo, explicarlo todo, saberlo todo: siempre hay un dato.