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Después del romance húngaro de tres días, que al menos sirvió para recordar a Szilárd Rubin y su brillante novela ‘Breve historia de un amor eterno’, escrita en 1963 pero reconocida mundialmente apenas en 2014, debido a las largas falanges de las dictaduras de la “Cortina de Hierro”, el Giro reiniciará su marcha este martes, en otra región de amores tan tórridos como el de Attila y Orsolya, Sicilia, y como si de verdad se tratara de un “Amore Infinito”, los amantes irán en busca del fuego en la cima del volcán Etna, en Catania, donde dicen los libros de mitología, se encontraban las fraguas del dios Hefesto.
Se forjan gigantes en las faldas de ese viejo horno anclado a la orilla del mar, y que por mucho tiempo se ha mantenido en paz con la humanidad, pese a su pasado cargado de lava y de tragedia. Sus eructos han desplomado ciudades enteras desde el siglo XV, pero ahora está dormido, permitiendo que sobre su lomo pálido y grumoso se escriban épicas ciclísticas inolvidables.
Una de esas últimas historias de novela fue protagonizada por un colombiano, Esteban Chaves, quien en 2018 cabalgó hasta la cima de la mano de su antiguo amigo y compañero, Simon Yates. El bogotano pasó primero la meta y Simon cruzó a su lado, segundo, en una postal que todavía asoma vidriosa a los ojos de los románticos aficionados de las bielas.
Ese día, además, Miguel Ángel López pasó sexto, a 15 segundos, Sergio Luis Henao quince y Carlos Betancur 19.
La esencia del Giro es el amor, no cabe duda, y los cronistas trasalpinos están dichosos con este reinicio de la ‘Corsa’ en tierras de Quasimodo, Pugliese y Pirandello, que comenzará en la puerta de la casa de Vincenzo Nibali, y terminará el domingo en el solar de Giulio Ciccone, cuando se suba al Blockhause. También allí, y con la venia de los “tanos”, ganó Colombia. En 2017, Nairo Quintana, que parecía un verdadero cóndor de alas gigantes, pasó primero, reventando el lote en mis pedazos.
Pinot, Dumoulin, Nibali, Mollema y Pozzovivo pasaron detrás del hijo de Cómbita, a más de 30 segundos. Fue una hazaña, la de Nairo, que quizás sirva para animar a los pocos escaladores cafeteros que están este año en el Giro: Sosa, López, Tejada, Buitrago y Camargo.
Una semana loca le espera al pelotón de 174 corredores, que por ahora es comandado, en la general individual, por Mathieu Van der Poel, del Alpecin. Yates /Bike Exchange), el más favorito de todos, lo escolta a 11 segundos y Tom Dumoulin, Jumbo, es tercero a 16.
Richard Carapaz, la esperanza latinoamericana, marcha en el puesto 15 a 35 segundos, pero también tiene un bello recuerdo al cual aferrarse de cara a la batalla de este miércoles, el triunfo de Jonathan Caicedo en 2020, cuando recién desempacaba sus maletas en el gran ciclismo. Y el año pasado, por si acaso, Jefferson Cepeda fue tercero en el Etna, durante el Giro de Sicilia.
En cuanto a Colombia, que tiene vivo el recuerdo de la sonrisa de Chaves sobre la lava petrificada, también tiene chances con Supermán López, Astana, e Iván Ramiro Sosa, del Movistar. Y si algo le cabe al sortilegio para ambos suban la cuesta con más esperanza, siempre es válido aflorar el recuerdo de Marlon Pérez, cuando en 2004 fue capaz de pasar tercero en el Trofeo que celebraba ese mítico volcán, y que fue fulminado por la pandemia.
López está instalado en la posición 34 a 53 segundos. Antes que él está Santiago Buitrago (Bahrain) a 47. Sosa parece más hundido, pero no muerto. El boyacense es 58 a 1:34.
Hermosa semana la que apenas empieza en el Giro, y el Etna será el faro que defina el devenir de la carrera. El gigante canoso, que oculta en lo profundo su sopa caliente y sus dientes marchitos, ya bendijo en el pasado a Alberto Contador, ganador en 2011, a Vincenzo Nibali, y a Acasio Da Silva, el primer gran ciclista portugués, y en el que ahora se refleja Joao Almeida.
Serán seis etapas emocionantes, con el viento y la montaña como principales protagonistas. Rodeará Sicilia y terminará en el Abruzzo, el domingo, y quizás allí, aun cuando todavía falten Aprica, Lavarone, Treviso y Passo Fedaia, los aficionados ya tengamos luces de los que disputarán la ‘Corsa Rosa’ 105 de la historia en Verona.
Ojalá sean jornadas de poesía, de épica, sobre todo para los latinoamericanos, quienes poco a poco y, con el correr de los años, se han ganado un lugar de privilegios en las fantásticas páginas de la historia de la carrera del “Amore Infinito”.