“Elías, póngase los guayos. Vas a debutar”. Fue lo que se le escuchó a Gilberto Osorio, entrenador de Atlético Nacional en 1984. Buscaba en un joven moreno, de 1,67 metros de estatura, la solución a un juego complicado.
Era el domingo 11 de noviembre. Atlético Nacional recibió al Tolima en la grama del Atanasio Girardot para la quinta fecha del octagonal final. Hasta el inicio del segundo tiempo el partido se mantenía igualado 1-1. Elías Loaiza, que toda la vida se crió en el barrio Belén Rincón de Medellín, estaba listo para entrar.
“Siempre fui hincha de Nacional. Me tocó jugar con el equipo de mis sueños”, relata Loaiza mientras recuerda ese duelo en el que portó la camisa “20” del equipo verdolaga.
La sustitución fue por Gabriel Jaime Castañeda. El cronómetro marcaba los 59’. A Loaiza le bastaron tres minutos en el terreno de juego para anotar un gol.
“Es un recuerdo muy hermoso. Entro y el “Bocha” Santín me hace el pase. Me tiró el balón por encima de los defensas del Tolima, la controlo con mi pierna izquierda y con la derecha la meto en todo el ángulo de la portería que defendía Carlos Valencia”, relató Loaiza con lágrimas en los ojos. Sus piernas, las mismas que le dieron la alegría del gol a los 27.478 asistentes esa tarde al Atanasio, ya no le funcionan.
Desde el debut de Loaiza en el templo del fútbol antioqueño han pasado 38 años. Sentado en su sofá y con un aparato ortopédico que le impide cualquier movimiento en su pierna izquierda. Este exdelantero se aferra a un libro que recopila todos sus recuerdos con el verde paisa.
“Era un jugador muy guapo. Un puntero derecho fuerte, veloz y encarador, con una condición física muy buena”, lo describe el técnico antioqueño Pedro Sarmiento, quien fue su compañero en Nacional.
“¡Petiso, Petiso! ¡Lo hiciste muy bien!”, fue el comentario de Gabriel Gómez y Juan Jairo Galeano cuando Loaiza le anotó al conjunto Pijao. El partido se había destrabado y Nacional se imponía, parcialmente, 2-1.
Desde su casa en Belén Rincón, este exjugador verdolaga recuerda que la alegría más grande en ese momento fue darse cuenta que su padre, don Hercilio Loaiza, había presenciado su debut.
“Para más honor, veo que atrás de la tribuna estaba mi padre. Yo no sabía, él fue de improvisto”, se le escucha mientras mira una de las paredes de su sala. Allí conserva una foto de su padre y de su madre, doña Lilian Gutiérrez.
Sus inicios
“El Petiso” o “Loaizita”, como lo apodaban sus compañeros, siempre ha vivido en Medellín. Nació hace 60 años en medio de una familia de 12 hermanos. El fútbol siempre ha sido lo que más le gusta.
“Todos en mi casa son muy montañeros. Yo empecé mi carrera en el barrio. Jugaba en las canchas de tierra en los torneitos piratas y las recochitas: eran tremendos pantaneros”, dijo. En uno de esos cotejos lo vio un cazatalentos, Humberto Flórez, quien lo llevó a su primer equipo, Invater.
Hasta 1980 “El Petiso” jugó para la Selección Antioquia. En su proceso se cruzó con jugadores como el Luis Fernando “Chonto” Herrera, Jimmy Arango y el “Sachi” Escobar. Su velocidad y capacidad goleadora hicieron que el equipo de sus amores lo mirara: Nacional adquirió su pase, a los 19 años, por 100 mil pesos de la época. “Eso era un tremendo billete, un platal. Pero cuando eso el dinero iba para el representante y a uno no le tocaba nada”.
Era 1980 y el hombre de Belén Rincón ya estaba cerca de las estrellas que escuchaba hacían gestas por la radio. “Mi ídolo era el ´Chumi´ Castañeda —campeón con Nacional en 1976—, siempre soñé con jugar a su lado. Afortunadamente se me dio. Para entonces el profesor Osvaldo Zubeldía estaba vivo y un día comparó mi juego con el suyo”.
En las inferiores de Nacional —o las reservas— estuvo hasta 1984. Entrenaba con el equipo profesional porque el reglamento de entonces exigía que al menos dos canteranos estuvieran en la banca del rentado local en cada compromiso.
¿Se consolidaría?
Un día después del debut del “Petiso” de Belén Rincón, las páginas de EL COLOMBIANO describían que la tarde anterior en el Atanasio había sido soleada, pero con una ligera brisa. El periodista Alfredo Carreño Suárez estuvo en el estadio y así le dedicaba unas líneas al nuevo profesional.
“Otro Nacional para la complementaria. Con mayor dinámica. Volantes con mayor producción. Sergio Santín estuvo muy suelto, pero no llegaba la anotación. Y fue el debutante en el profesionalismo, Elías Loaiza —tres minutos después de ingresar al campo— y en el primer contacto con el balón el encargado de poner a ganar al Nacional 2-1”, comentaba el periodista Carreño en estas mismas páginas hace 38 años.
A partir de ese partido, Loaiza empezó a jugar varios minutos con la camiseta verde. Los profesores Osorio y Juan Martín Mugica (1985) le querían dar más confianza. Pero este delantero sabía que la consolidación sería difícil.
“En ese entonces los titulares eran Sapuca —brasileño que anotó 41 goles con Nacional— y Hernán Darío ‘El Arriero’ Herrera”, recuerda mientras afirma, entre risas, que “el problema era para que ellos se lesionaran” porque solo así podía jugar unos minutos. Loaiza empezó a buscar oportunidades en otros camerinos.
Primera caída
Ese domingo llevaba 23 minutos sobre el gramado del Atanasio y presenció la sensación de un estadio silenciado. En el minuto 82 Tolima se lanzó al ataque y logró una falta cerca al área. El encargado de cobrar fue Eusebio Jacinto Roldán, el volante argentino anotó para el empate 2-2 del Deportes Tolima.
Ante las pocas posibilidades de juego en el equipo de sus amores, Loaiza se dejó seducir por ofertas que le llegaron de otros lados. El 7 de agosto de 1986 las páginas de este mismo medio reseñaron que “El Petiso” ya tenía todo listo para incorporarse a su nuevo club: el Cúcuta Deportivo.
“Le manifesté al gerente y al entrenador que, si no podía jugar, hicieran lo posible para darme a préstamo a otra parte. Cúcuta ya había hecho la solicitud y teníamos un contrato verbal. Pero ese sábado no alcancé ni a coger el vuelo, fui directo a un hospital”.
Lo último que recuerda “El Petiso” es que la noche previa al viaje a Norte de Santander tenía una invitación a una fiesta de 15 años en su barrio. Le prestaron una moto. Mientras conducía al evento social vio que una camioneta bajaba a alta velocidad. Lo arrollaron.
“Estuve 15 días en coma, cuando desperté estaba en una camilla de la Clínica CES. Mi familia me hablaba porque yo no podía, tenía la mandíbula fracturada. Mi alimentación por dos años fue por medio de un pitillo”.
Elías también perdió parte de la movilidad en su brazo izquierdo y el impacto le empezó a generar problemas en sus piernas. La recomendación médica era una sola: el futbolista no podía volver a patear la pelota.
“Le dije a mi familia que botara todas mis cosas: los guayos, camisetas... Pero mi mamá me decía que dejara de ser bobo porque yo iba a salir adelante”, respira, pide perdón por sus lágrimas y continúa: “Madre es madre y siempre voy a agradecer por ese apoyo incondicional”.
En 1989 Loaiza volvió a entrenar con Nacional —el plantel que quedó campeón continental—. Los profesores Maturana y “El Bolillo” Gómez abrieron las puertas para que este delantero se pusiera en forma. En esas se hizo amigo de Andrés Escobar.
“Estábamos jugando una recochita, uno de los compañeros me hace un pase y Andrés, que no daba balón por perdido, se me va de frente y me pega tremenda levantada. Todos se asustaron porque yo jugaba con un cabestrillo en el brazo y pensaron que me había lastimado. Pero no pasó nada: fueron más las risas. Andrés fue el primero en ayudarme a levantar”.
Duelo que no quiere perder
“Loaizita” se tuvo que alejar definitivamente de la pelota. En su afán, quizás, de estar cerca al deporte rey, empezó a trabajar como constructor de canchas sintéticas. El calor de ese gramado le generó afectaciones en su rodilla y tuvo que renunciar.
En los últimos cuatro años, a este exdelantero le han practicado 9 cirugías para tratar de ponerle un implante de rodilla. Pero ese esfuerzo médico no ha dado resultados: su cuerpo las rechaza.
“Don Elías está diagnosticado con una artrosis de rodilla. Esto, seguramente, es consecuencia de su desgaste evolutivo”, explica el ortopedista Diego Guzmán, médico del exdelantero.
Sentado en su sofá, con un aparato que le quitó toda su movilidad, Loaiza vuelve a recordar ese duelo ante Tolima. Faltaban dos minutos para el final “y el Tigre Víctor Hugo del Río nos dio tres vueltas. En un contragolpe definió el juego 2-3 para la visita”.
“El Petiso” quiere asistir a terapia y busca ayuda para hacerlo. El día de su debut cayó, pero este, el partido por su salud, lo quiere jugar los años que sean necesarios.
Nota de la redacción: Si usted desea ayudar a Elías Loaiza lo puede hacer a través de la cuenta bancaria 03128705885 ahorros de Bancolombia.