Es la jefe de flautas, su nombre es Elizabeth Osorio y hoy tocará el concierto con el que la Orquesta Filarmónica de Medellín, dirigida por el maestro Francisco Rettig, vuelve al Teatro Metropolitano. La obra -Concierto pastoral para flauta de Joaquín Rodrigo- nunca había sonado en la ciudad, pero Elizabeth y Filarmed la harán sonar, tal vez dándole ese color azul que dice ella que sale de su flauta.
Charlamos con la violinista, quien nos contó un poco de su trayectoria que incluye ensayos de su instrumento en bares y restaurantes de París.
Usted es la flauta principal de la orquesta, ¿cómo llegó hasta ahí?
“Entré hace unos seis años, después de hacer mi maestría en Estados Unidos. Fue más o menos una coincidencia, estaba trabajando en la Sinfónica de Colombia, en Bogotá, y le pedí al maestro Francisco Rettig una audición para el concierto de Penderecki porque conocía la orquesta y tocaba eventualmente en la orquesta, mi intención era tocar como solista. Fue una casualidad porque por esos días estaban en búsqueda de una flauta principal. El maestro se sorprendió, le gustaba y según él lo hice muy bien, me dijo: ‘de dónde saliste’ y que tenía que quedarme. Por eso el concierto de hoy es para mí muy bonito, porque es con el maestro que fue con quien empezó esta historia de la Filarmónica y porque es un concierto que no se ha hecho en la ciudad”.
¿Es necesario tener experiencias en otros países para ser un músico exitoso?
“Hablando desde mi experiencia, primero en Francia en 2001 y en Estados Unidos en 2008, han sido momentos invaluables y me han formado como música y como persona. Se te abren las expectativas, las ambiciones y tu forma de pensar. Hoy en día es distinto, no es el tiempo que a mí me tocó, por ejemplo no existía YouTube donde te puedes meter a escuchar las clases de grandes maestros, aunque no es lo mismo que tenerlos al frente con todo lo que eso implica, lo bueno y lo malo. Ahora veo como mis alumnos tienen acceso a profesores que se mueven por el mundo y no tienes que esperar que vengan, algo que era muy extraordinario antes, cuando no había acceso a tanta información. Siempre es muy valiosa la experiencia de salir, es un intercambio cultural”.
¿Y qué tal fue la vida en Francia?
“En Francia no tenía beca, vivía en París (que es una ciudad muy cara) y está llena de músicos y artistas tratando de ganarse la vida. Trabajé en restaurantes, en bares, a veces hasta las 5 a.m. y luego iba a clases a las 9 a.m. Cuando cerraban, a menudo tenía que quedarme estudiando ahí mismo. Y en el día trabajaba en la iglesia de Notre Dame como audioguía. Casi no dormía, algo que no puedo hacer ahora”.
Entre tantos músicos, ¿notó diferencias entre esas formas de tocar la flauta?
“A diferencia de otros instrumentos, la flauta está construida de la misma manera en todos los países, pero sí hay escuelas diferentes. La nuestra, en Colombia, tiene un poco de todo porque llega gente de todas partes, aunque estamos construyendo nuestro sonido. Pero yo soy como un híbrido (risas), entre la escuela francesa y la de Estados Unidos”.
¿Y qué tomó de ellas?
“De la escuela francesa la exploración del color. Son románticos como nosotros en sus sonidos. En estados Unidos son más prácticos, mi maestría no era tan concentrada en el detalle, sino en la unidad, que todo suene bonito. Son muy preocupados por la escena, que se vea bien, que a la gente le guste. De cada una aprendí mucho, tomé lo que más me servía”.
Cuando se habla del sonido de la flauta se habla de colores, ¿de qué color es el suyo?
“Estaría en tonos azules, pasando por el azul petróleo, me devolvería al blanco nube. La idea es explorar muchos colores en los instrumentos. Los tranquilos, eso en los que puedes ver a través de ellos”.
¿Qué tanto tiempo pasa con la flauta?
“En tiempos de universidad, entre cuatro y seis horas diarias. En la época de Francia que fue tan dura sacaba el tiempo en horas extremas, por esos días casi tres horas diarias. Ahora es distinto, entre los ensayos de la orquesta, los extras, las clases y los montajes estás tocando todo el día”.
¿Cuál ha sido el lugar más inusual donde ha llevado su flauta? ¿O un momento?
“Se me ocurre una experiencia con Eulalia Yagarí, una mujer de una comunidad Embera. Hice un concierto con ella en el cual ambas improvisamos, no era música escrita, era según el momento que ella tuviera. Eso me gustaría seguirlo haciendo, explorar nuestra música”.