Eran las 11:30 de la mañana en Santa Mónica, Estados Unidos. A esa hora, el 28 de agosto de 2016, murió uno de los artistas más adorados de la música mexicana: Juan Gabriel.
Era ese amor extremo, propio de la veneración, el que profesaban al mexicano desde que comenzó a sonar en la radio de su país, por allá en 1979. Así lo describió en su libro Escenas de pudor y liviandad el periodista mexicano Carlos Monsiváis, “de inmediato las quinceañeras lo adoptan y lo adoran, si el verbo adorar describe de manera adecuada la compra de discos (...) los canturreos que ocupan semanas enteras, los telefonazos a las estaciones de radio, los suspiros ante la sola mención del nombre”.
Un año lleva su muerte, sus canciones no han dejado de sonar. Su testamento musical se sigue escribiendo, así su ausencia física complete 365 días.
Componer con disciplina y sin descanso
Cuentan Joe y Rana, integrantes de Zona Prieta, que el mexicano era un virtuoso para escribir pero que también estudiaba y “cuando iba a hacer una canción de una ciudad, por ejemplo, investigaba, leía mucho, hasta que sacaba la canción ideal. Nos dijo muchas veces ‘piensen antes de escribir en lo que quieran transmitir, estudien esa emoción y profundicen sobre ello’”.
Incorporar erotismo en sus canciones
Un estudio de musicología sobre Juan Gabriel presentado en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey por Guadalupe Caro Cocotle explica que el artista mexicano incorporó las características eróticas de la música disco. Un ejemplo es la canción Noa Noa, “en esta acelera el fraseo, emite sonidos guturales que emulan placer corporal, repite ciertas palabras y, por supuesto, va de la mano con su invitación, bailar en el Noa Noa.
Cantar al amor de la manera más clara
Juan Gabriel tenía la habilidad de ser un romántico que no componía por hacer arte, según Monsiváis, “sino con tal de representar sentimientos y situaciones: enamorarse, desenamorarse, frustrarse, narrarle a todos el dolor de no poder contarle a nadie el sufrimiento, desahogar el rencor, aceptar que todo acabó y todo empieza”.
Incorporar otros ritmos sin miedo
Con Zona Prieta, Juan Gabriel le metió rap a su éxito No tengo dinero. No temía a la experimentación de instrumentos y ritmos distintos a los de la balada pop tradicional. En canciones como Debo hacerlo “la característica más evidente es su mezcla de ritmos y asociaciones con lo latino e ibérico. (...) mezcla el pop, el flamenco, el paso doble y la rumba; el ritmo marcado por las congas y las castañuelas ponen énfasis en lo bailable”.
Recuperar la ranchera para el mundo
En ese deseo constante por variar Juan Gabriel llegó a la ranchera, tal y como la definió en la práctica José Alfredo Jiménez: “mariachis, desolación, regaño al ser ingrato, poesía popular y atmósferas cerveceras (...) él mezcla la herencia de José Alfredo y el repertorio de conjuntos norteños, y produce en serie polkas y rancheras. Las sinfonolas (rocolas) sobrevivientes se atestan, los mariachis enriquecen su repertorio”, dijo Monsiváis.