Fue Carlos Gardel, más que el tango, el que atrapó a Ariel Ardit para la música. Andando los años sería Aníbal Troilo “Pichuco” el compositor que más lo inspiraría en la canción ciudadana.
“Me echaron del colegio por mala conducta; me peleaba con los compañeros. Mi mamá me dijo: si quieres hacer algo, dedícate a algo que te guste. Y dije: quiero cantar, porque me salía fácil”, relata. Un maestro de música lírica en el barrio fue su primer profesor, de modo que Ardit creía que se haría cantante de ópera. Escuchó a Gardel y descubrió que era algo así como un cantante lírico, pero con “la blandura y el gusto popular”. Y quiso seguir sus pasos.
Nacido en Córdoba, mucho después de las décadas gloriosas del tango, 30 y 40, Ariel Ardit se instaló pronto en Buenos Aires. ¿Por qué, siendo joven, nacido después de Piazzola, oyendo las nuevas corrientes del tango, como el tango rock y el tango electrónico se dejó seducir del sonido de la orquesta típica?
“Me gusta el formato del cantante como un instrumento más de la orquesta. Tengo la fortuna de ser amigo de Alberto Podestá, uno de los grandes cantores del 40. Me cuenta cómo grababan entonces, siempre en vivo. Me gusta esa forma de hacer la música”.
Y como Aníbal Troilo, el mejor compositor según Ardit, cumplirá 40 años de muerto, “no podía dejar pasar la oportunidad de cantar su música, con nuevos arreglos”. Temas como Toda mi vida, Garúa, Sur, Desencuentro, se escucharán en El Metropolitano.
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