Mirándose o dándose la espalda, desnudos o semivestidos, en un sofá, sobre el piso o en la cama; así se ven los “gordos” que pinta Fernando Botero en su serie llamada Boterosutra, una mirada al erotismo y al amor.
Tener esa exposición es la manera del Museo de Antioquia de conmemorar los 86 años del maestro, que se celebran exactamente mañana jueves 19 de abril.
Por eso, un día antes, la institución le da este regalo a él, que ha sido su gran mecenas, y al público de la ciudad que ya está acostumbrado a ver su obra en las calles y en los salones del edificio.
Pero allí no han estado ni los dibujos ni las pinturas del Boterosutra, no se ha visto en Colombia, no ha pasado por las salas de un museo del país, ni siquiera por el Museo de Antioquia, que es como una casa para el maestro, pues allí está resguardada gran parte de su colección.
Las obras de la exposición son nuevas para los ojos de muchos espectadores que, si acaso, las han visto por internet, pues vienen directamente de la colección del maestro.
No obstante, el Boterosutra, la muestra, sí ha estado en Alemania, Francia y Suiza, donde llegó a la sucursal de la galería Gmurzynska en St. Moritz.
En esos lugares, según Camilo Castaño Uribe, curador asistente del Museo de Antioquia, se ha visto de diversas maneras. Acá en Medellín, quien se acerque desde hoy al edificio, allá en la Plaza Botero, cuando inauguren la exposición a las 7:00 p.m., se encontrará con dibujos de gran y pequeño formato y pinturas al óleo, pero no las esculturas.
Para el curador, lo interesante de la exhibición es que muestra otra cara de la obra de pintor y escultor, una que según él es reciente dadas las exploraciones que hizo.
“En la series más nuevas el maestro Botero trata sentimientos de las personas como el amor, el placer y el erotismo, que no había explorado en su trabajo anterior, en el que sí hay presentes otras temáticas como el dolor humano”, señala Castaño.
La curaduría de la exposición la hizo Lina Botero, la segunda hija del matrimonio que el pintor tuvo con la exdirectora del Museo de Arte Moderno de Bogotá, Gloria Zea.
El contacto con Lina y su padre fue muy cercano, relata Camilo Castaño, y describe al maestro como un hombre muy generoso con sus obras; por esa, entre otras razones, quisieron montar esta exhibición de una manera que le permitiera a los visitantes intuir las escenas que Botero construyó.
La exposición cuenta con aproximadamente 70 obras, entre las que hay 47 dibujos de gran formato y cinco óleos.
Las pinturas están en un lado y los dibujos en otro, cuenta Castaño, sin dar muchos detalles para no dañarle la sorpresa a los asistentes.
Sí asegura que las iluminaciones y los ambientes serán distintos para cada grupo de obras, de ese modo cada persona que las observe cruzando las salas del museo podrá adentrarse en la exposición y compenetrarse con las imágenes que el maestro hizo después de una lectura profunda del kamasutra.
Según le contó hace cinco años Botero a EL COLOMBIANO, fue “la fuerte inclinación de la escultura de una mujer en la que se encontraba trabajando”, la que lo llevó a pensar que si añadía una figura masculina encima, la obra quedaría completa, “como si estuvieran haciendo el amor”.
Luego, según él, leyó el Kamasutra, completo, que para él no es un libro erótico, sino de amor. Y según el curador asistente, el escultor también se repasó otros textos y exploró el tema plásticamente para comprender cómo contar lo que las obras de Boterosutra narran ahora.
Como en series anteriores del pintor, por ejemplo El Viacrucis, Botero no pretendió hacer de esta que se expone una ilustración; según Castaño, solo se valió de esos aspectos para crear una serie que simplemente se nutre de lo que el Kamasutra cuenta.
“Es posible ver una intención distinta en los cuerpos que pintó, no es el dolor y el sufrimiento que parecía contenido, acá vemos más emoción en esos protagonistas”, explica el curador asistente.