Cada que Daniel Torres se pone la camiseta de la Selección se transforma en un luchador incansable.
Ante Estados Unidos se “comió” la cancha. Quitó balones, colaboró en defensa, entregó bien para iniciar el ataque, incomodó a los jugadores rivales y mostró liderazgo.
De esa forma, sus compañeros se llenaron de confianza para ir al ataque, porque atrás estaba ese soldado combativo necesario para cualquier batalla. Si tenía que cabecear para rechazar lo hacía, si debía ir al suelo para recuperar un balón, no lo dudaba.
Se metió entre los centrales para desde ahí iniciar el primer pase claro hacia la zona ofensiva. Corrió durante los 90 minutos de un lado de la cancha a otro. Su compañero de línea, Sebastián Pérez tuvo mayores libertades mientras él iba de un lado al otro como un perro de presa.
En fin, si el técnico Pekerman tenía dudas de quién debía ser ese jugador eje del mediocampo, anoche se dispersaron con la actuación de Daniel, que en los pocos partidos que lleva con la Selección se ha convertido en un jugador fundamental.