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¿Hay descoordinación entre Duque y los principales alcaldes del país?

Una crisis interna en “la Terraza” y un asesino en serie son parte del lío, según las autoridades.

24 de mayo de 2021
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homicidios, de los 34 ocurridos en Manrique y Aranjuez, están esclarecidos.

La coordinación entre el presidente de la República y los alcaldes de Bogotá, Medellín y Cali, no ha pasado por su mejor momento en los últimos días, especialmente en lo que tiene que ver con el manejo del paro nacional y la vacunación.

Llamados para que el Jefe de Estado atienda la crisis, no correspondidos de inmediato, y divergencias sobre la participación de las Fuerzas Militares para recuperar el control en las ciudades donde se han presentado actos de vandalismo, se sumaron a quejas recientes de los alcaldes sobre la forma en la que se está ejecutando el Plan de Vacunación.

Uno de esos desencuentros sucedió el 1° de mayo, cuando el presidente Iván Duque anunció la intervención del Ejército para recuperar el orden público: “Como comandante supremo de las Fuerzas Armadas, la figura de asistencia militar seguirá vigente en los centros urbanos donde existe un alto riesgo para la integridad de los ciudadanos y se requiere toda la capacidad del Estado para proteger a la población. Se mantendrá en coordinación con alcaldes y gobernadores, hasta que cesen los hechos de grave alteración del orden público”.

A las pocas horas, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, trinó: “Pese a las dificultades del día, nuestra Policía tiene la situación bajo control. No se requiere, ni he solicitado, ninguna militarización”.

En igual sentido se pronunció su homólogo Daniel Quintero: “Medellín no solicitará asistencia militar adicional en el marco de las movilizaciones actuales. Agradecemos al Ejército seguir acompañando las tareas de protección de infraestructura crítica en la periferia y zonas rurales”.

Por su parte, el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, no solo desestimó los refuerzos que propuso Duque, sino que abrió un pliego de peticiones: “Hoy, más que la militarizar la sociedad necesitamos: 1). Retirar la reforma tributaria; 2). Abrir un diálogo con todos los sectores, que permita un acuerdo sobre la pandemia y sus consecuencias socioeconómicas”.

Apenas comenzaron las protestas y desmanes, los tres mandatarios le mermaron el respaldo a la reforma tributaria, que hasta ese entonces venía siendo uno de los caballitos de batalla de la política económica de Duque.

Cuando el jefe de la Casa de Nariño decidió retirarla, Quintero declaró: “Esperamos que el retiro de la reforma signifique un descanso para la insatisfacción social que llegó a marchas multitudinarias”.

En el caso de la capital, las divergencias con el nivel central en materia de manejo de la crisis sanitaria se han expresado en redes sociales, con roces entre López y el MinSalud.

Uno de los rounds más recientes fue el 20 de abril, cuando la mandataria distrital publicó que, “por errores de las bases de datos del Ministerio”, hubo retrasos en la vacunación del personal de salud de segunda línea. El jefe de cartera, Fernando Ruiz, le salió al paso en Twitter: “Que pena rectificar, alcaldesa: los problemas han sido por gestión en cargue por parte de los prestadores (...). La precisión es importante antes de las afirmaciones”.

Razones de las divergencias

EL COLOMBIANO consultó analistas académicos y politólogos, quienes exploraron las causas de estas divergencias.

En principio, la diferencias conceptuales entre Duque y los alcaldes de las tres ciudades se deben a su militancia en partidos contrarios, con agendas programáticas opuestas en algunos puntos. Recordemos que el presidente es de corriente uribista, electo bajo la sombrilla del Centro Democrático (CD).

López y Ospina son del partido Verde, opositor del Gobierno; Quintero, elegido por el movimiento Independientes, también se ha mostrado como contrario del CD y de su líder, el expresidente Álvaro Uribe, con quien ha sostenido múltiples controversias.

Jorge Rico, docente de Ciencias Políticas de la UPB, opinó que “hay un contexto de constante enfrentamiento, de tinte personalista, entre gobernantes. Si bien es importante que puedan darse puntos de no encuentro, en ocasiones las formas de atención a problemas como la vacunación y las situaciones de orden público son discutidas más desde egos e impulsos individualistas de las gestiones en ciudades importantes como Bogotá y Medellín, que desde lecturas reflexionadas y equilibradas desde lo técnico”.

De acuerdo con su perspectiva, “esto muestra el débil diagnóstico que se está realizando a las problemáticas de cada territorio, en donde debe darse claridad de intervención según cada contexto, y para ello se debe dejar de lado la búsqueda del show mediático, el querer gobernar por redes sociales, y pasar a un diálogo en el que prime el cumplimiento de objetivos por el bien de la ciudadanía”.

En el caso de la capital valluna, donde se padecieron las consecuencias más graves de la violencia al margen de las protestas, la descoordinación entre Presidencia y Alcaldía fue evidente. El 9 de mayo, once días después del inicio del paro, cuando ya los bloqueos viales tenían desabastecida de alimentos y bienes esenciales a la urbe, Ospina publicó un video en el que le pidió a Duque que viajara urgente a su ciudad.

“Presidente: hay un problema indígena y un paro ciudadano, es un problema político de carácter nacional, que se escenifica en Cali, y necesita de su visita, de usted y del conglomerado nacional para resolverlo por la vía del diálogo”, señaló el burgomaestre.

Solo entonces el jefe de Estado atendió la solicitud y, al día siguiente, viajó.

Para Juan Albarracín, docente de Ciencia Política de la Universidad Icesi, el problema de Cali no es endilgable totalmente al Gobierno Nacional, pues también ha habido “falta de gestión de la Alcaldía, con otras entidades del ámbito municipal y del central”.

El desencuentro de Ospina también fue con el Ejército y la Policía, con quienes al parecer no ha podido articularse de manera armónica. “La falta de gestión local ha sido notoria, para relacionarse tanto con los promotores de los bloqueos, como con la Fuerza Pública”, agregó Albarracín.

En entrevista con El País de España (9 de mayo), Ospina comentó: “La Constitución dice que los alcaldes son los jefes de policía, pero el alcalde no coloca al comandante. Cuando a un policía lo llama el general de rango superior deja al alcalde tirado y sale corriendo para allá. Ahí hay un contrasentido entre lo que dice la Constitución y cómo se ejecuta. Un comandante del Ejército tiene mucha más capacidad política que un alcalde”.

Para Carlos Builes, profesor de Ciencias Políticas de la U. de A., por el contrario, estimó que la responsabilidad es más del Primer Mandatario. “Lo que vemos es un presidente que no ha propiciado ninguna coordinación, parece aislado en el Palacio de Nariño, tanto que su mismo partido ni siquiera lo apoyaba con la reforma tributaria”.

Y remató: “Más que descoordinación, lo que vemos es un presidente que está aislado con sus asesores, y ahora busca coordinar algo cuando desde el principio del paro no ha demostrado capacidad para liderar ni para negociar”.

¿Es viable el acercamiento?

No en todos los temas políticos hay divergencias. Quintero, por ejemplo, ha tenido una relación importante con el Gobierno, que le permitió acelerar los recursos para impulsar uno de sus megaproyectos: el metro ligero.

Rico cree que “sí es viable trabajar en las diferencias, teniendo en cuenta que temas como la militarización de las ciudades, la gestión policial y el manejo de las vacunas no deben obedecer a ideas de gobiernos egocéntricos o estimulados desde la búsqueda de popularidad. Son asuntos que requieren la dimensión técnica, claridad en enfoques y direccionamiento a un objetivo de interés de Estado, a sabiendas que hay acciones poco populares, pero requeridas”.

Aseveró que “los marcos de actuación deben buscar disminuir la tensión en el clima de opinión y construir consensos, esos que se logran desde la diferencia”.

Builes dijo que, al fin de cuentas, “al presidente lo van a terminar arropando las instituciones, para que esta situación no desborde la institucionalidad”. Y concluyó: “Por eso no creo que los alcaldes vayan a asumir una diferencia totalmente en contra, pero aquí las diferencias ya están formadas, por dos visiones del mundo”.

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