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Cuatro años esperando reconstruir a Mocoa

Antioquia Presente entregó 20 apartamentos a los damnificados.

La entidad habla de seguridad mientras se especula sobre efectos adversos.

  • La avenida torrencial del 31 de marzo de 2017 dejó graves destrozos en la zona noroccidental de Mocoa. FOTO Andrés Cardona
    La avenida torrencial del 31 de marzo de 2017 dejó graves destrozos en la zona noroccidental de Mocoa. FOTO Andrés Cardona
  • La Esperanza II quedó ubicada a cinco minutos del centro de Mocoa. Es una torre de 20 apartamentos. FOTO CORTESÍA Chino Romero
    La Esperanza II quedó ubicada a cinco minutos del centro de Mocoa. Es una torre de 20 apartamentos. FOTO CORTESÍA Chino Romero
  • Ella es Marcela Mora Córdoba, de 26 años, sobreviviente del desastre en Mocoa y trabajadora social de la corporación Antioquia Presente. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
    Ella es Marcela Mora Córdoba, de 26 años, sobreviviente del desastre en Mocoa y trabajadora social de la corporación Antioquia Presente. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
  • En la entrada del proyecto La Esperanza, en Mocoa, se sembró un árbol como símbolo de resiliencia. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
    En la entrada del proyecto La Esperanza, en Mocoa, se sembró un árbol como símbolo de resiliencia. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
  • Cuando los beneficiarios entraron a sus apartamentos, se encontraron otra sorpresa: una caja llena de enseres de cocina, cortesía de los donantes. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
    Cuando los beneficiarios entraron a sus apartamentos, se encontraron otra sorpresa: una caja llena de enseres de cocina, cortesía de los donantes. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
29 de marzo de 2021
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Por Nelson Matta Colorado

Enviado especial a Mocoa*

Entre las 20 personas que se agolpaban en la terraza del vecino, unas pedían ayuda a gritos; otras comenzaron a despedirse de sus seres amados; y las demás, se arrodillaron para orar. A Marcela Mora Córdoba no le salía ni un Padrenuestro, mientras veía cómo una avalancha se devoraba el barrio Los Pinos.

De repente murió la electricidad y todo quedó a oscuras. La casa se mecía como una hamaca, hasta que los ladrillos crujieron y se vino abajo en un remolino de agua, piedras filudas, árboles y gente luchando por su vida.

Fue apenas un parpadeo. Cuando Marcela reaccionó, estaba sepultada por escombros, siendo engullida por el barro. Tragó agua de río y dejó de sentir las piernas. Solo podía mover la cabeza, asomada sobre la superficie del cauce. Así vio a una niña de cuatro años, convulsionando antes de morir en la orilla; giró la cabeza a otro lado, espantada por tal visión, y observó al vecino arrastrándose, con la sangre tiñiéndole la cara, bajo el aguacero que ametrallaba a Mocoa.

A sus oídos llegaban lamentos y gorgoteos de todas las direcciones. Relámpagos iluminaron el desastre y a una enorme roca que se cernía sobre sus cabezas, amenazando con rodar y aplastarlos. Los sobrevivientes clamaron para que nadie se moviera, pero Marcela solo tenía mente para pensar en su padre y su hermana. ¿Dónde estaban?

El desastre y las promesas

Este recuerdo del 31 de marzo de 2017 revive cada vez que Marcela entrevista a un damnificado. Esa es su tarea, como trabajadora social de la corporación Antioquia Presente (CAP), y también su principal reto. ¿Cómo no derrumbarse, acordándose a menudo de una noche tan brutal?

El próximo miércoles se cumplen cuatro años desde que una avenida torrencial destruyó parte de la capital de Putumayo. Bajo la lluvia inclemente se desbordaron los ríos Mulato, Sangoyaco y Mocoa, arrasando el costado noroccidental de la ciudad.

Hubo 380 muertos, 1.518 familias damnificadas y una cifra indeterminada de desaparecidos (ver el recuadro). Cuando se disipó el mal clima, llegaron las autoridades con promesas de reconstrucción, pero hoy no se ha recuperado ni el 40% de lo perdido.

Eso sin contar las cicatrices emocionales y sociales de una comunidad que luego recibió el azote la pandemia por la covid-19, con 2.791 contagiados, 78 fallecidos (con corte al 27 de marzo) e incalculables pérdidas económicas.

“Mocoa no se ha podido recuperar de la avalancha. Yo diría que está peor. Y sobre las ayudas que el Gobierno dijo que iba a dar, todavía hay mucha gente sin vivienda, siguen puentes y colegios sin construir”, opinó el taxista Juan Bautista, conduciendo por el centro de la localidad.

Ella es Marcela Mora Córdoba, de 26 años, sobreviviente del desastre en Mocoa y trabajadora social de la corporación Antioquia Presente. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
Ella es Marcela Mora Córdoba, de 26 años, sobreviviente del desastre en Mocoa y trabajadora social de la corporación Antioquia Presente. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.

Vivir para contarla

Marcela fue rescatada por sus tíos, que salieron después de la tempestad a buscar a los suyos. La ubicaron bajo los troncos y, con ayuda de soldados, la extrajeron del fango.

Al despertar en el hospital, preguntó por sus seres queridos. La mamá Rubiela Córdoba sobrevivió, al refugiarse en la única casa de la cuadra que quedó en pie. Quienes estaban ahí, cantaron bajo la lluvia la canción del granito de mostaza, la que habla de la fe que pedía Jesucristo, y la naturaleza les perdonó la vida.

Sus hermanos y su padre Ramiro Mora también se salvaron, aunque él tuvo que ver cuando la corriente succionó a su hija Rudy Mora Córdoba, de 18 años. “Algunas personas pedían que no perdiera la esperanza, pero yo la veía en sueños y ella me decía que ya no estaba viva”, narró Marcela.

A los tres días la encontró en el cementerio, con el rostro irreconocible, “pero cuando la miré, sentí que algo se me completó en el alma. Fue la conexión de hermanas, nunca nos habíamos separado. Le di gracias a Dios que encontré el cuerpo, porque todavía hay gente que no encuentra a sus familiares”.

En la avalancha también murió el tío Jesús Córdoba, de 43 años, y la primita Yeimi Mutumbajoy Mora, de 20 meses.

Sobreponiéndose al dolor, y al hecho de no tener casa, sus papás la impulsaron a continuar los estudios. Marcela, hoy de 26 años, es graduada de Trabajo Social de la U.P.B.

Cuando los noticieros informaron de la tragedia, en Medellín, a 897 kilómetros de distancia de Mocoa, comenzó una campaña para reunir dinero y apoyar a los damnificados, liderada por la CAP.

Tras recolectar $3.415’171.276, con donaciones de 122 empresas y 101 ciudadanos, la ONG aterrizó en Putumayo. Y así, la historia de Marcela se unió con el esfuerzo de este grupo de paisas, que la contrataron para caracterizar a las personas que serían beneficiadas con los aportes.

“Cuando inicié la práctica, me preguntaron que si podría sobrellevarlo y visitar a familias que perdieron todo, porque tú vas a recordar, y tienes que controlar esas emociones para ser de ayuda a la otra persona. Lo dudé. ¿Seré capaz? Dios mío, ¿esa es tu voluntad? ¿Para esto me dejaste viva?”, reflexionó la profesional.

Obras pendientes

La CAP construyó primero ocho viviendas indígenas para la comunidad Camentsá Biyá, entregadas en 2019; luego una torre de 20 apartamentos, llamada La Esperanza II, para igual número de familias; y la semana pasada comenzó la construcción de otras 10 casas en la vereda Planadas, para entregar a más tardar el próximo año, con lo cual terminará su intervención en la zona.

Nicolás Ordóñez, director ejecutivo de la entidad, dijo que “lo que nos diferencia de otras organizaciones es la inmersión profunda en el núcleo familiar, a partir de lo cual planteamos soluciones. No es solo construir viviendas, sino apoyarlos en el duelo y en sus proyectos productivos”.

A las 20 familias de La Esperanza II les entregaron las llaves de sus apartamentos el pasado 19 de marzo. Con lágrimas de felicidad, firmaron el acta que los certificaba como nuevos propietarios.

En medio de los aplausos estuvo Marcela, a quien los presentes reconocieron por su resiliencia. Para ella fue misión cumplida: “Nunca lloré delante de las familias, les brindé la oportunidad de ayudarlos de manera profesional, dejando mi dolor a un lado”.

El júbilo de la mayoría no opacó una cruda verdad: el Estado no le ha cumplido a Mocoa. Uno de los beneficiarios, Alberto Giraldo, dijo que “no me cabe tanta gratitud en el corazón, con Antioquia Presente y los donantes que aportaron para este sueño; pero me da tristeza por el resto de damnificados, que cuatro años después todavía no tienen dónde vivir”.

El alcalde Jhon Imbachi reconoció que faltan 909 familias por reubicar, las cuales están desperdigadas en habitaciones de parientes y pueblos vecinos. “Algunas han llegado a la puerta de mi casa, con su trasteo, a decirme que las echaron del sitio donde pagaban arriendo. Ver ese sufrimiento es muy difícil”, contó.

Además de las construcciones de la CAP, hay otras similares de la corporación Minuto de Dios y del Club de Leones, es decir, organizaciones privadas. La reconstrucción de Mocoa es gerenciada por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd), que ya edificó un complejo de 300 viviendas (Los Sauces I), entre las cuales benefició a la familia de Marcela, pero ni sumando todas estas acciones se llega al 40% de lo que falta por hacer.

En la entrada del proyecto La Esperanza, en Mocoa, se sembró un árbol como símbolo de resiliencia. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
En la entrada del proyecto La Esperanza, en Mocoa, se sembró un árbol como símbolo de resiliencia. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.

Una de las dificultades para cumplir, según Imbachi, fueron diferencias entre el Gobierno y los contratistas que ganaron las licitaciones, situación que ralentizó el proceso.

El otro problema lo expuso Federico Estrada, presidente del consejo directivo de la CAP: “Hallar lotes ha sido complejo, mucho territorio quedó como zona de alto riesgo, y hay debilidad institucional frente a temas como el Plan de Ordenamiento Territorial, catastro y planeación”. De hecho, La Esperanza II se tuvo que edificar en un lote que había conseguido Minuto de Dios, que construyó la torre La Esperanza I.

Imbachi comentó que este mes hubo un avance, al expedir las licencias de construcción para los proyectos represados de la Ungrd. El pasado febrero el ministro de Vivienda, Jonathan Malagón, declaró que en septiembre de 2021 se entregarían 100 casas, otras 290 en diciembre y las 519 restantes en julio de 2022.

Se espera que el próximo diciembre también se inaugure un megacolegio, cuyo avance va en 39%. En 2022 se entregarían otros proyectos pendientes de alcantarillado, vías y obras de mitigación.

Sobre esto último, hay un miedo latente en los pobladores. Con la presente temporada de lluvias, se teme otro desbordamiento de los ríos.

“Del Gobierno necesitamos recursos para las obras de mitigación aguas arriba, sino no vamos a poder dormir tranquilos. Hablo de los ríos Mulato y Sangoyaco, en la zona donde inició la avalancha. Hay un plan de estudios y diseños de Corpoamazonía, que cuesta $200.000 millones, y necesitamos esos recursos urgente”, solicitó Imbachi.

Los putumayenses recibieron los anuncios gubernamentales con cautela, porque ya no quieren más decepciones. Pero, si la vida de Marcela se reconstruyó, después de semejante tragedia, ¿por qué no podría lograrlo Mocoa?

*Por invitación de la corporación Antioquia Presente.

Cuando los beneficiarios entraron a sus apartamentos, se encontraron otra sorpresa: una caja llena de enseres de cocina, cortesía de los donantes. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
Cuando los beneficiarios entraron a sus apartamentos, se encontraron otra sorpresa: una caja llena de enseres de cocina, cortesía de los donantes. FOTO: CORTESÍA DE CHINO ROMERO.
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