El periodista e historiador Antonio Caballero decía con cierta frecuencia que Camilo Torres, el ‘cura guerrillero’, tuvo siempre una “vocación de mártir y personaje sincero”. Su vida representó, en el más crudo de los análisis, una derrota. Fue asesinado en febrero de 1966 a las pocas semanas de internarse en las montañas de Colombia en su primer combate, pero antes de su muerte tampoco había podido consolidar un movimiento político exitoso.
Sin embargo, a Torres se le reconoce como uno de los pioneros de la corriente de la Teología de la Liberación que inspiró en buena parte a varios movimientos sociales, políticos y religiosos en América Latina.
Ese legado, según lo conocido en las últimas horas, quiere ser también reivindicado por el presidente Gustavo Petro, exguerrillero del M-19, quien como jefe de Estado ha buscado enaltecer objetos como símbolos políticos. Pasó con la espada de Bolívar en su posesión, más recientemente con el sombrero de Carlos Pizarro y ahora con la sotana de Camilo Torres, el ‘cura guerrillero’, que entregó antes de ingresar a la guerrilla en enero de 1966.
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“Informo al pueblo Colombiano y latinoamericano, a la Iglesia Católica, y a todas y todos los luchadores sociales del mundo, que hemos confirmado científicamente en medicina legal, que la sotana guardada por un obrero desde la década de los sesenta, antes que el sacerdote Camilo Torres Restrepo partiera a la insurgencia del ELN y a su muerte, y entregada a mi, en semanas pasadas por el cuidador, es efectivamente la sotana del padre Camilo Torres Restrepo. Que su memoria viva en el recuerdo del pueblo de Colombia”, aseguró el mandatario a través de su cuenta en la red social X.
Este hecho produjo indignación en algunos sectores de la oposición que ven en Petro una insistencia por concentrarse en los símbolos más que en los hechos o la ejecución. En un contexto, además, en el que los escándalos alrededor de su círculo y rumores de chuzadas a magistrados, opositores y periodistas, están bajo los reflectores de la opinión pública.
Pero, más allá de las reacciones, ¿cuál es la historia detrás de la sotana del cura Torres, hoy reivindicada por el presidente Petro?
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Hasta la fecha, no se tenía registro de una historia relacionada con una sotana guardada por un obrero, aunque hubo rumores. El hecho se habría producido en 1965, según datos cruzados de la historia del cura Torres en el Banco de la República y el archivo de la Universidad Nacional. Coincide, además, porque el líder religioso se integró a la guerrilla en octubre de 1965, lo que supuso una serie de despedidas meses antes de viajar a las montañas en enero de 1966.
De hecho, en la ‘Sotana de Camilo Torres’, una miniserie documental de RTVC (Sistemas de Medios Públicos) relata la historia detrás de otras dos sotanas, una negra y una blanca. Leonor Muñoz, una de las mejores amigas del cura Camilo Torres, conservó por más de cincuenta años las sotanas con las que él predicaba. El padre se las obsequió días antes de unirse al ELN, según lo contado por ella y otros historiadores. “Fue algo sublime, algo que respetaba tanto y quería tanto, que me la dejara a mí... nos considerábamos muy buenos amigos”, dice Muñoz en el documental. En 2009, entregó las sotanas a la División de Archivo y Correspondencia de la Universidad Nacional.
Lo cierto es que quienes conocen a Gustavo Petro aseguran que los símbolos son algo fundamental para el mandatario. Algo quedó de su paso por el M-19, una guerrilla que veía en los actos simbólicos una forma de lucha.
En el ejercicio del poder, quienes ostentan cargos de decisión, tienen la oportunidad de elevar el grado de algunos objetos para que sean recordados en la historia. Y por eso, ya como presidente, Petro recibió de manos de excombatientes exiliados en Suecia el sombrero de Pizarro y ahora de un cuidador relacionado con el obrero que recibió la sotana, también tuvo en sus manos ese objeto como una encomienda.
Por lo pronto, no se sabe el destino de la otra sotana del ‘cura guerrillero’, pero revivió para algunos sectores de la opinión pública la figura de Camilo Torres como la metáfora de un país polarizado y dolido: “Lo que más me interesa del mito de Camilo es que es una demostración más y muy triste de que América Latina no cree, sino en héroes muertos”, dijo Gabriel García Márquez, amigo de Torres.
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