x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

Al patrullero Mena, “el Ángel de Quibdó”, lo blinda su caridad

En medio de la violencia que azota a esa ciudad, un policía se ganó el respeto de todos por su compasión.

  • La actividad de “el vasito de avena y pan, llenito de esperanza”, se realiza todos los jueves a las 4:00 p.m., en los barrios más empobrecidos de Quibdó. El patrullero Juan C. Mena y sus compañeros preparan la avena con sus propias manos. FOTO cortesía policía
    La actividad de “el vasito de avena y pan, llenito de esperanza”, se realiza todos los jueves a las 4:00 p.m., en los barrios más empobrecidos de Quibdó. El patrullero Juan C. Mena y sus compañeros preparan la avena con sus propias manos. FOTO cortesía policía
  • Al patrullero Mena, “el Ángel de Quibdó”, lo blinda su caridad
  • Al patrullero Mena, “el Ángel de Quibdó”, lo blinda su caridad
  • El patrullero Juan Carlos Mena Chaverra nació en Quibdó, está casado y es padre de cuatro hijos. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.
    El patrullero Juan Carlos Mena Chaverra nació en Quibdó, está casado y es padre de cuatro hijos. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.
16 de abril de 2022
bookmark
15
años lleva el patrullero Mena trabajando por la comunidad en la capital chocoana.

Un policía común sabe que tiene que enfrentarse al crimen organizado, al terrorismo y la inseguridad ciudadana, pero en la lista de enemigos del patrullero Juan Carlos Mena Chaverra hay otros males por combatir: el hambre, la pobreza y el abandono. Por eso le dicen “el Ángel de Quibdó”.

El uniformado pertenece al Grupo de Prevención y Educación Ciudadana de la Policía de Chocó, en el cual se distingue por su capacidad para gestionar ayudas para la comunidad más desfavorecida de la ciudad. “¡Con las uñas, pero trabajamos!”, dijo el servidor público, que por cuenta de sus labores se ha convertido en cocinero, recreacionista, gestor deportivo y hasta albañil.

Su historia comenzó hace 35 años en el barrio Jardín, sector Los Rosales, siendo el tercero de cuatro hermanos. En la juventud dos intereses colmaban su atención: el fútbol, en el que se destacaba por ser un “9” goleador; y la música, cuyas notas interpretaba con maestría en el saxofón.

Estas pasiones lo alejaron de un entorno amenazante, pues aquel vecindario estaba en el corredor de varias pandillas, que pasaban por allí cada vez que había tiroteos y escaramuzas.

“Esto es lo mío”

En 2005, cuando se presentó la oportunidad de hacer el servicio militar, un amigo lo convenció de inscribirse en la Policía. El plan era aprovechar sus conocimientos musicales para que los asignaran a la chirimía de la Institución, animando a la ciudadanía de evento en evento.

El objetivo se logró y Mena, como auxiliar bachiller, comenzó a tocar su instrumento en los tablados. Sin embargo, no se escapó de otros oficios y por designio del Comando le tocó trabajar en la Policía Comunitaria.

A órdenes del patrullero Angarita, visitaba a diario los barrios más empobrecidos de Quibdó. No iban a capturar delincuentes ni a vigilar esquinas, sino a hacer jornadas de recreación, organizar los frentes de seguridad ciudadana, instalar alarmas vecinales y gestionar ayudas para los desvalidos.

“Teníamos tanta acogida, que la gente se peleaba por recibirnos, por brindarnos un desayuno o un almuerzo, y compartirnos lo poco que tenían”, recordó Mena.

El agradecimiento de esas personas le removió el alma al muchacho y le hizo replantear sus anhelos sobre el futuro.

Al terminar el periodo como auxiliar, tenía en la mano una propuesta para irse a probar suerte como delantero en el Envigado Fútbol Club, en Antioquia.

A pesar de ello, decidió quedarse en su tierra y matricularse en la Escuela de Policía, para ser patrullero. “Mi madre no quería, porque en la familia mis tíos y un hermanos eran abogados, así que ella pensaba que yo iba a estudiar Derecho. No le hice caso y le dije: mamá, esto es lo mío”.

El patrullero Juan Carlos Mena Chaverra nació en Quibdó, está casado y es padre de cuatro hijos. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.
El patrullero Juan Carlos Mena Chaverra nació en Quibdó, está casado y es padre de cuatro hijos. FOTO: CORTESÍA DE LA POLICÍA.

Construyendo tejido social

Mena se graduó en 2007 y, tras pasar un mes en la Policía de Tránsito, fue asignado al Grupo de Prevención y Educación Ciudadana, en el que encontró su lugar en el mundo.

Ya son 15 años recorriendo los extramuros y trochas de la capital chocoana, por senderos por los que usualmente no llegan los cuadrantes convencionales.

El uniformado se ha inventado bingos comunitarios, torneos de fútbol, rifas de electrodomésticos, jornadas de cine callejero e integraciones infantiles. Para apoyar a los más pobres ha gestionado colectas para conseguir sillas de ruedas, mercados, bicicletas y balones de fútbol.

Su don de gentes le ha abierto las puertas con los comerciantes y empresarios quibdoseños, quienes se suman a su labor patrocinando las actividades con sus insumos y productos.

En una de las correrías, Mena conoció a una madre soltera de 38 años, en el barrio El Reposo. La mujer vivía sola con sus siete hijos y el mayor tenía apenas siete abriles.

Sobrevivían apiñados en un rancho de tabla, compartiendo el sudor en las noches, bajo la elevada temperatura de la región. Aguantar hambre era su cotidianidad, pues la señora, que trabajaba buscando oro con batea en el río Atrato, no siempre juntaba los pesos suficientes para comprar la comida.

El patrullero se dijo a sí mismo que debía hacer algo. “Hablé con mi comandante, teníamos que hacerle una casa a esa familia. Él me dijo: ‘si cree que se puede, hágale’”.

Con ayuda de los vecinos y los comerciantes consiguieron los materiales y durante dos meses su equipo de policías estuvo cortando, martillando y construyendo, cual albañiles y arquitectos.

Mena recordó la niñez al lado de su papá, que era trabajador de construcción, y cómo observándolo aprendió a pegar ladrillos, mezclar cemento, montar redes eléctricas y tuberías de acueducto.

Cada día llegaba a la vivienda a construir un poquito más. Hizo el baño y se consiguió un tapete adhesivo que simulaba baldosas, para pegarlo sobre la madera.

Al terminar la misión, se dio cuenta que esa obra fue mucho más que una casa de tres habitaciones, cocina, baño y techo. Aquello logró unir a la comunidad, y esta clase de lazos invisibles son el principio para fortalecer la seguridad.

El carisma es el blindaje

Una de las ideas más aplaudidas de Mena lleva por nombre, según su inspiración, “El vasito de avena y pan, llenito de esperanza”.

“Se me ocurrió el año pasado, a raíz de la pandemia de covid-19, cuando veíamos padres de familia que no tenían dinero ni para comprarle un callito de carne a sus hijos. Pensé en hacer algo para mitigar un poquito el hambre”, explicó.

Los empresarios le donaron leche e insumos para preparar avena, así como 300 panes, y con eso arrancó para las barriadas deprimidas por la peste y la inanición. “Hacemos una actividad lúdica para los niños que van a recibir el alimento en la fila: les enseñamos a respetar el turno y a los demás, a no hacer uso de la viveza para colarse, y eso también les sirve para la vida”.

La actividad fue exitosa y continúa en la actualidad, incluso sin las cuarentenas.

Cada jueves el patrullero recibe las donaciones y en la estación de Policía, con ayuda de sus colegas, prepara la avena con sus propias manos.

Los presidentes de las Juntas de Acción Comunal lo llaman para pedirle que los visite con su amorosa bebida, al punto que ya tienen programado el recorrido con semanas de antelación.

La situación de orden pública está muy complicada en 2022, por cuenta de los enfrentamientos entre bandas criminales por el control de territorios para la extorsión y venta de drogas. Hay sectores, especialmente en el norte de la ciudad, donde los policías están sentenciados a muerte y son blanco de los sicarios apenas se asoman.

Pero esto no pasa con Mena, cuyo único blindaje es la caridad. “Nosotros entramos a cualquier lugar y los grupos armados ilegales ya saben quiénes somos. Algunos de sus integrantes dicen ‘ese es el policía de los niños’, y me dejan trabajar con la gente”, comentó Mena.

Tal vez los violentos no le hacen daño porque reconocen, en medio de toda la sangre derramada, que “el Ángel de Quibdó” solo quiere lo mejor para todos, incluyéndolos.

El empleo que buscas
está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD