El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) y la Fundación Omacha reanudaron labores científicas en campo tras un 2020 marcado por los confinamientos derivados de la covid-19.
En esta oportunidad, ambas organizaciones se internaron en una zona que durante varios años fue inaccesible por culpa del conflicto armado.
Fue así como se materializó la Expedición Guaviare 2021, una travesía de 410 kilómetros sobre el río que lleva el mismo nombre –entre Inírida y Barrancominas (departamento del Guainía)– prolongada por diez días entre el 2 y el 11 de marzo. En la misión participaron 30 expertos de diferentes universidades y fundaciones ambientalistas.
Aunque los protagonistas de la investigación fueron los delfines, los biólogos también lograron recopilar datos de la fauna y flora en este tramo natural que hace parte de la zona transitoria entre la gran sabana de la Orinoquia y la selva Amazónica, en donde además habitan varios pueblos indígenas, según explicó Pedro Sarmiento, coordinador de educación ambiental de la Corporación CDA.
En línea con lo anterior, desde su perspectiva “en la ciudad existe desconocimiento sobre la cultura de regiones apartadas”, de ahí que, tal como lo señaló, “vale la pena aprender de estas comunidades y de la región explorada”.
Los datos preliminares hablan de 40 especies de macroinvertebrados encontrados en la expedición. Así mismo, se documentaron 71 especies de peces, 18 de anfibios, 20 de reptiles, 186 de aves, seis de murciélagos y 700 ejemplares botánicos que serán identificados en la colección del Herbario Amazónico Colombiano (COAH) del Instituto Sinchi.
Antecedentes
En diálogo con EL COLOMBIANO, Fernando Trujillo, director de la Fundación Omacha, narró que en 1994 se intentó explorar el río Guaviare por primera vez. No obstante, según lo recordó, las condiciones de orden público en aquel entonces impidieron la iniciativa y el equipo resolvió trasladar el estudio al río Caquetá.
Ya en 2016, cinco horas después de haberse firmado el Acuerdo Final de Paz, relató que hubo un recorrido fluvial desde San José del Guaviare hasta Puerto Inírida, que tuvo una extensión de unos 1.038 kilómetros. “Esa fue la primera vez que pudimos entrar al río y hacer un estimativo”, indicó el experto.
Sin embargo, detalló que la reciente exploración entre Inírida y Barrancominas se configuró como la primera integrada por un grupo grande de biólogos para observar delfines, peces, aves acuáticas, anfibios y mamíferos.
“Lo que encontramos en esta expedición –comentó– fueron 188 delfines en 410 kilómetros. Ese número es relativamente bajo comparado con otros ríos en el Amazonas y es relativamente bajo con lo que contamos en 2016”.
Balance preliminar
“Ahí nos preocupa que vimos mucha actividad sobre el río, muchos campamentos de pesca y nos sorprendió mucho no haber encontrado babillas, tortugas y otros animales fácilmente visibles en las orillas de los afluentes que acostumbramos a divisar en las expediciones”, detalló Trujillo.
Igualmente –señaló–, el número de aves acuáticas era muy bajo. “Desde 2016 se observa un deterioro en el río y estamos en análisis estadísticos comparando bien con el tramo de 2021 para corroborar esta sensación que tenemos”, mencionó.
A partir de estos hallazgos preliminares, desde la óptica del investigador se puede apreciar un “empobrecimiento del río”. Y corroboró que, como se ha evidenciado a través del tiempo, la deforestación “es una amenaza latente”.
Sumado a ello, “la falta de control en la actividad pesquera puede llevar a un agotamiento del recurso, con repercusiones negativas para la gente local en temas de seguridad alimentaria y para el sostenimiento de babillas, cocodrilos, delfines y aves acuáticas”, apostilló.
Adicionalmente, de acuerdo con el director de Omacha, el vertimiento de mercurio por minería ilegal –realizado especialmente desde el lado venezolano del afluente– también representa un riesgo para los peces nativos.
Revisión a la ictiofauna
De acuerdo con Saulo Usma, especialista en agua dulce, adscrito a WWF Colombia, las 71 especies piscícolas encontradas en esos 410 kilómetros de travesía “son un número alto para esta región”.
Aún así el experto hizo hincapié en que “esta expedición reflejaría la tendencia evidenciada en el informe denominado 'Los peces olvidados del mundo', cuyas líneas alertan que, de las 1.600 especies nativas en Colombia, al menos 52 están en alguna categoría de riesgo”.
Una observación conforme a lo manifestado por el especialista, permitiría inferir una disminución en la abundancia de los peces comerciales, especialmente de los grandes bagres migratorios que utilizan todo el río para su ciclo biológico.
“Esos animales –dilucidó– por tener una talla tan grande, son los que generalmente tienen importancia en las pesquerías de consumo. Aquí no colectamos muchas de esas especies y más o menos uno comprueba que la tendencia señalada por el informe aquí también se ve manifiesta”.
Una base para el futuro
Desde una óptica positiva, de acuerdo con Usma, lo más relevante de la exploración fue haber incrementado el conocimiento de esta área de la que no se tenían datos.
“Cuando uno hace ciencia, tiene en cuenta cuál es el registro histórico para sacar las conclusiones. O sea, se compara sobre lo que se conoce. Entonces, si en el pasado hubiéramos tenido más información de esta zona, uno podría decir si las poblaciones de peces están aumentando, están iguales o han disminuido”, aseveró.
Así las cosas, los registros de esta expedición serán los datos que Colombia usará para determinar cómo está la abundancia (cantidad de los individuos) y la riqueza (variedad de especies) en la otrora desconocida arteria fluvial.
De hecho, el científico destacó que, precisamente en aras de documentar la biodiversidad en la zona, fue incluido el componente de botánica, puesto que las plantas hacen parte de la cadena natural al darle sustento alimenticio a la fauna residente en ese ecosistema.
Descubriendo las plantas
Dairon Cárdenas, director del Instituto Sinchi y líder del área botánica en la expedición, explicó que una de las responsabilidades de la entidad cuando fue creada es adelantar el inventario, establecer colecciones y generar bases de datos relativos a la flora y fauna de la región amazónica.
Para 1993, expuso, apenas se tenían documentadas 2.300 especies y, aunque en este momento hay cerca de 9.500, unas 280 (como el mango o el banano) fueron introducidas.
“En medio de todo ese vacío de información –dijo– muy gustosos atendimos la invitación de WWF y Omacha para liderar el componente botánico”.
“Hicimos una colección de 700 ejemplares, unas muestras botánicas que en este momento están siendo identificadas en el herbario amazónico colombiano y todo este muestreo lo hicimos en las llanuras aluviales del río Guaviare”, agregó.
Cárdenas destacó entre los hallazgos dos especies en particular: el sasafrás y el cachicamo. La primera tiene importancia por su valor económico para el aprovechamiento forestal, pero indicó que ambas cumplirían importantes misiones, pensando en sus semillas, para restaurar bosques antiguamente afectados por la desarborización.
“En el corto plazo el reto es hacer la determinación taxonómica de todas estas especies y haremos un informe que incluirá los registros existentes en el pasado”, afirmó el director de Sinchi, quien agregó que la misión será organizar nuevas exploraciones en lo más recóndito de la selva circundante al río Guaviare.
En este sentido, Fernando Trujillo adelantó que, para mitad de año, se podría realizar un nuevo recorrido exploratorio e insistió en que, de tomarse acciones necesarias para frenar el vertimiento de mercurio, “los ecosistemas pueden recuperarse rápido y en unos seis años ya tendríamos camadas de peces sin la presencia de este metal”. Por ello recomendó seguir acompañando a las corporaciones autónomas ambientales y al Ministerio de Ambiente en la misión de descubrir los secretos que esconde el río Guaviare
410
Kilómetros recorrieron los científicos en un lapso de diez días.