En Buenos Aires, Cauca, una humareda cubrió el parque principal tras un ataque atribuido a las disidencias de “Iván Mordisco”; en Cali, dos policías murieron cuando una explosión alcanzó una patrulla en el barrio Mariano Ramos; en el peaje La Lizama, entre Barrancabermeja y Bucaramanga, otro atentado dejó dos uniformados heridos; y en Villanueva, sur de La Guajira, se registró un intento de incursión armada contra una base militar.
La seguidilla de hechos ocurre en plena temporada decembrina y revive un patrón que ha marcado a Colombia desde hace más de tres décadas, cuando la guerra irrumpía entre luces de Navidad. En diciembre de 1998, las Farc atacaron la estación de Policía de Saladoblanco, Huila, el mismo 25 de diciembre; el 8 de diciembre de 2000 lanzaron ofensivas simultáneas contra varias poblaciones del país, y en la antesala de la Navidad de 2005, Farc y ELN atacaron el corregimiento de San Marino, en Chocó, forzando el confinamiento de la población.
Ese eco del pasado tuvo su expresión concreta en una serie de ataques recientes, registrados en distintos puntos del país.
Atentados de diciembre
En Buenos Aires, Cauca, el ataque atribuido a disidencias de “Mordisco” se prolongó durante 10 horas contra la estación de Policía y el casco urbano. Hubo explosiones, disparos y lanzamiento de artefactos improvisados, lo que obligó a los habitantes a resguardarse en sus viviendas y provocó momentos de pánico en el parque principal del municipio.
En Cali, la violencia se sintió en el suroriente de la ciudad. Una explosión alcanzó a una patrulla policial en el barrio Mariano Ramos y causó la muerte de dos uniformados que realizaban labores de vigilancia. El atentado dejó daños en viviendas cercanas y derivó en un fuerte despliegue de seguridad en la zona, en plena temporada de alta movilidad por las festividades. Los responsables serían el ELN, que están en paro armado.
También ocurrieron hechos de violencia en Magdalena Medio, donde un artefacto explosivo fue detonado en el peaje La Lizama, sobre la vía que comunica a Bucaramanga con Barrancabermeja. El ataque afectó la infraestructura del peaje, dejó dos uniformados heridos y obligó al cierre temporal de uno de los corredores viales estratégicos de la región.
En el sur de La Guajira, específicamente en Villanueva, se registró un intento de incursión armada contra una base militar.
La acción fue repelida por tropas del Ejército, pero mantuvo en alerta a los municipios cercanos, donde se reportaron hostigamientos y presencia armada en las horas siguientes. Todo lo mencionado sucedió entre el 15 y el 17 de diciembre.
Déjà vu de un pasado violento
Para Jorge Iván Cuervo, abogado de la Universidad Externado e investigador en temas de justicia y derechos humanos, la secuencia de ataques registrada en diciembre no puede leerse como un fenómeno coyuntural ni exclusivo del actual gobierno.
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Se trata, dice, de un problema estructural: amplias zonas del país donde el Estado no ejerce control militar, político ni social, un vacío que se repite históricamente en regiones como Cauca, Nariño, Arauca, Catatumbo o Caquetá.
Desde su perspectiva, esa ausencia explica por qué la violencia se reactiva de manera cíclica, incluso después de procesos de negociación.
Tras la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, recuerda, se habló de “paz territorial”, una estrategia que implicaba primero control militar y luego presencia institucional sostenida. “Esa sigue siendo una asignatura pendiente”, señala, y se combina hoy con el peso de las rentas ilegales, especialmente el narcotráfico, que alimentan la persistencia del conflicto armado.
Una lectura similar plantea Néstor Rosanía, abogado y magíster en Seguridad y Defensa Nacional, quien subraya que la responsabilidad es acumulada. A su juicio, el crecimiento de las estructuras armadas ilegales no comenzó en este mandato, sino que se viene consolidando desde el final del mandato de Juan Manuel Santos, se profundizó durante el gobierno de Iván Duque y hoy se expresa con mayor visibilidad. “Reducir el problema al liderazgo político de turno simplifica un fenómeno que lleva al menos una década”, señala.
Rosanía también apunta a un factor que suele quedar relegado: la situación de la población civil. Mientras el debate público se concentra en balances militares o en la disputa política por la seguridad, comunidades enteras quedan atrapadas entre actores armados.
Ese patrón ya había marcado otros diciembres del conflicto armado. En la madrugada del 5 de febrero de 2000, las Farc atacaron Argelia con cilindros bomba contra la estación de Policía, la Alcaldía y el Banco Agrario, dejando el casco urbano destruido y a la población confinada.
Un cuarto de siglo después, la humareda en el parque principal de Buenos Aires repite esa escena: pueblos convertidos en escenario de guerra y civiles atrapados, en fechas en las que la violencia pareciera que vuelve a ocupar los territorios, similar a los días en que las Farc se reían de Colombia en la zona de despeje del Caguán.
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