De los clientes del gas de EPM, que en 22 años de funcionamiento ya tiene más de 1’300.000 hogares conectados al servicio, Julia Moreno Córdoba es una de las más felices, según asegura ella misma, pues dice que luchó desde 2005 para que hasta su casa llegara la conexión y que en 2020, en plena pandemia por el covid, la obtuvo.
Julia reside en el barrio La Mano de Dios, del corregimiento Altavista, ocupado hace 16 años por 472 familias en su mayoría afrodescendientes que lo habían perdido todo, especialmente sus ranchos, en un incendio que borró del mapa un amplio sector del barrio El Pinal, oriente de la ciudad (marzo 6/2003).
“Cuando llegamos acá fue difícil, porque era mucha la pobreza y había que arrancar prácticamente de cero”, dice Julia, una líder que empezó a luchar por conquistas para el sector, como vías, un colegio y buenos servicios públicos, mucho de lo cual hoy disfrutan los más de 3.000 pobladores de La Mano de Dios.
En cuanto al gas, afirma que insistió mucho por la conexión, pero sus ruegos solo los oyó el gerente de EPM de la anterior administración del alcalde Federico Gutiérrez, Jorge Londoño de la Cuesta. Dice que este funcionario sí la apoyó en este tema.
“Él dejó la orden de que extendieran las redes por acá y el 14 de julio del año pasado ya estaba todo listo, ese día encendí por primera vez la estufa, como toda la gente del barrio, y créame que esa llama azul nos cambió la vida”, cuenta Julia, cálida y aguerrida como los chocoanos que llegan a otras tierras a sembrar su estirpe.
Antes, dice, en su casa se gastaban 4 pipetas al mes, que costaban $28.000 cada una. Hoy, asegura, por el servicio de gas disponible y seguro todo el tiempo paga entre $14.000 y $16.000 en la factura, “un ahorro grande que nos permite gastar en otras cosas”, subraya mientras saborea y nos ofrece un tinto acabado de preparar en su estufa.
Expansión acelerada
Del primer hogar que tuvo conexión a gas en Medellín, el de Martha Cadavid en el barrio Laureles, el 11 de agosto de 1998, han transcurrido 22 años y 10 meses en los que ya el servicio está conectado a 1’340.000 clientes, incluidos cerca de 22.000 que son locales comerciales o negocios.
La expansión cubre todo el Valle de Aburrá en un 96 % de extensión de redes y 86 % de conexión, dos conceptos que son diferentes, según explica Pedro Pablo Patiño, gerente de Mercadeo de Gas de Empresas Públicas de Medellín, EPM.
Según la aclaración, en todos los sectores y barrios metropolitanos están extendidas las redes, pero no todos los hogares están conectados: “Esto se debe a que hay viviendas con restricciones de tipo técnico a las que no se les puede habilitar el servicio porque están junto a una quebrada o en una zona de riesgo de deslizamiento, y no se puede exponer la seguridad de la familia”, explica Patiño. En este grupo también hay familias que deciden no conectarse por el costo de las redes internas, porque usan otras fuentes de energía o porque le temen al gas, indica.
El servicio de gas, según cálculos de EPM, permite ahorros de entre el 20 y el 35 % en las facturas y el consumo es subsidiado hasta en 70 % para los hogares de estrato 1, y hasta el 50 % para los de estrato 2. Los estratos 3 y 4 no tienen subsidio y los 5 y 6 pagan una contribución adicional al consumo, lo que aporta a que el gas pueda llegar a los hogares más pobres.
En los municipios
Pero traspasar las fronteras del Aburrá fue una obsesión desde los inicios. A la primera región en llegar la llama fue el Oriente (2009), le siguieron el Norte y Urabá, y en 2013 se empezaron a tejer redes en el Nordeste, el Magdalena Medio, el Occidente y el Suroeste, con lo que se cubren 120 poblaciones (incluidos corregimientos) de 109 municipios, donde el gas llega comprimido en vehículos, en un sistema de tercerización que le ahorra a EPM recursos en el gasto de esta operación.
“El servicio de gas es el mejor calificado por los clientes de EPM, que valoran su eficiencia, la seguridad y lo económico”, subraya Patiño
88
mil kilómetros de red de acero tiene la infraestructura del gas montada por EPM.
